Así las cosas, el Deportivo Morón llegaba al cotejo de la noche del martes,
en el regreso y despedida definitiva de Central Córdoba de Rosario del
Francisco Urbano, con las alforjas llenas de dudas recurrentes e urgencias
repetidas, tras la derrota agónica frente al débil Almagro en Villa Raffo, y las
consecuentes ratificaciones públicas o tácitas de continuidad en los caminos,
los proyectos y sus ejecutores principales (léase, cuerpo técnico).
Con el único cambio de Lucas Rodríguez Pagano por la lesión de Lionel
Coudannes y el obligado movimiento táctico de Dante Zúñiga hacia el círculo
central, más la ratificación de Ramón Abila, a pesar de los goles desperdiciados
(y más tarde, padecidos en el resultado final) en la jornada pasada y la novedad
de la inclusión entre los relevos del juvenil Matías Orihuela, el Gallo comenzó
el encuentro como la mayoría de los disputados en el Urbano, ejerciendo el
protagonismo con ambición y la búsqueda de sociedades y generando lo mejor de su
juego y las mejores chances, a partir de una presión asfixiante.
Y de esta manera llegaría a la apertura del marcador, sobre los '23, cuando
tras una habilitación un tanto imperfecta de Claudio Martín Cabrera, Damián
Akerman (¿quién otro, sinó?...) supiera corregir la trayectoria para anticipar
en el mano a mano a Juan Cruz Leguizamón, el "rastafari" arquero
visitante.
Lástima que Morón no logra sacar diferencias y ampliarlas o al menos
mantenerlas, cuando más lo merece y justifica, puesto que en una réplica aislada
en este partido, pero repetida hasta el hartazgo en muchos de los anteriores,
una pelota en profundidad y en cortada de la ofensiva rosarina, ante una zagua
central del Gallo tan estática como en línea, dejaría increíblemente cara a cara
a "Chiche" Migliardi con un remate furibundo del Nicolás De Bruno (el enganche y
valor más destacado del "Charrúa"), generando una tapada formidable del
"estoico" uno del Gallito, no acompañada por sus compañeros de defensa para
reventar el rebote al córner, pasividad que permitiría el cabeza goleador de
Héctor Alvarez para un inmerecido empate de Central Córdoba, a los '33.
Ya en el complemento y con el paso de los minutos, Morón volvería a mostrar
su peor rostro, cuando entre el agotamiento de varias piernas y el nerviosismo
colectivo, potenciados por la impaciencia que proviene del afuera, hacen que las
ideas se eclipsen y los caminos erráticos se reiteren, mientras el equipo es
alcanzado por el desorden, la desconfianza en las propias virtudes y en
definitiva, un estado de descontrol y confusión táctica, que torna peligroso a
cualquier rival ordenado, sereno y atento para la contra.
Y ese fue, precisamente, "Córdoba", que lejos de constituir un elenco
lujoso y vistoso, se halla mucho más cerca de un conjunto compacto, abnegado y
solidario y que, de haber tenido mayor contundencia, en los últimos '25 de
partido, se podría haber llevado de vuelta a " Rosagasario", tres puntos
impensados durante los primeros '45.
Porque la visita tuvo sus chances y estuvo cerca, diferencia no
cristalizada en el resultado, para fortuna del Gallo, gracias a la impericia de
sus delanteros, alguna intervención oportuna de Migliardi y hasta un despeje
providencial del debutante Orihuela.
Del lado del Gallo, cada vez resulta más evidente que el problema de la
DEFENSA y sus flaquezas, se halla paradójicamente en el MEDIO, y en particular
por las bandas, más allá de altos y bajos en los rendimientos individuales
defensivos, con Juan Martín Cadelago entre los primeros y un irreconocible
Cristian González, entre los segundos.
Y decimos esto porque ni Martín Cabrera por derecha, ni mucho menos Lucas
Rodríguez Pagano por el sector opuesto, generan alternativas ofensivas ni
solidaridad en la última línea. Resulta insoslayable el bajo nivel de ambos
volantes que no aportan soluciones por sus carriles, ni trepando por sorpresa
para generar desequilibrio en ataque, ni retrocediendo con rapidez para dar una
mano en defensa, o cuanto menos ocupar el espacio y acompañar la proyección
sucesiva de sus rivales.
Menos mal que el Deportivo Morón tiene al AS de espadas en el área rival,
que si le dejan o le queda una sola, simplifica el partido más "chivo" con la
prepotencia de sus goles: corría el minuto '41 del complemento y parecía que, en
el mejor de los casos, este manojo de nervios, llamado Morón, en el mejor de los
casos no iría a perder el encuentro, en la última bola, como frente a Flandria o
Almagro... Hasta que de un centro sin convicción, enviado por Cabrera, Gustavo
Britos (que había reenplazado a un irresoluto "Wanchope" Abila), con generosidad
le baja de cabeza el balón a Damián Akerman (cuando el "Melli" bien podría haber
buscado el cabezazo franco al arco), para por el vértice opuesto volver a
anticipar a Leguizamón, esta vez por arriba, para su gol 110 con la del Gallo,
el decimocuarto en la temporada y, fundamentalmente, el 2 a 1 y delirio en el
Urbano.
Para volver al triunfo, tras dos partidos sin halagos y subirse de una vez
al tren de las oportunidades de liderazgo, dentro de un torneo cuya
irregularidad y mediocridad, permite que este Morón endeble y conflictuado, se
sitúe a tres unidades de la cima y se permita de pleno derecho soñar.