Y la espera terminó, nomás… Aunque por lo visto (y soportado), no hubiese estado mal aguardar un poco más…
Comenzó el torneo de la “B” Metro, temporada 2013/2014,
quizá el más vital y complejo de las últimas dos décadas a esta parte y el
Deportivo Morón volvió a reincidir, casi como si tratase de un tortuoso dejà
vu, en todos y cada uno de los débitos futbolísticos, tácticos y anímicos que
venimos padeciendo desde hace dos temporadas a la fecha, y que en definitiva,
nos han sujeto la soga del descenso al cuello, cada vez con más ajuste de
sofocación.
Si bien estaba dentro de los cálculos caer en una primera
fecha, y más de visitante (otra de las asignaturas pendientes, desde la
2010/2011, como mínimo) y ante Los Andes, uno de los equipos que mejor se reforzó
durante el último mercado de pases y que, a priori, constituye uno de los
máximos aspirante al título, sin dudas que existen formas y formas de perder en
una jornada inicial… Y la del pasado sábado, en el “Eduardo Gallardón”,
seguramente que pudo haber sido una de las peores.
Porque todo lo bueno y hasta lo muy bueno que el equipo
había insinuado en los cotejos preparatorios, nada pudo ser llevado a la
práctica, ni mucho menos plasmado en el terreno de juego, más que en los
primeros diez minutos de juego, es decir, un poco más allá de la apertura del
marcador, en la primera acción medianamente de riesgo, ensayada por el local.
En efecto, salvo en esos primeros instantes de partido,
donde se insinuara el equipo que comenzara a ilusionar en la pretemporada, con
una presión asfixiante en mitad de cancha, para una vez recuperado el balón, y
a partir del eje conductor de Esteban Alberto González, procurar la apertura
por ambos costados, y desde los laterales generar el desequilibrio en ofensiva,
este simple y sencillo plan, proyectado seguramente durante días desde el
cuerpo técnico, habría de hacerse añicos en nada más que ocho minutos, esto es,
hasta el momento preciso de la apertura del marcador, a partir de otro centro
intrascendente que, como en temporadas anteriores, tampoco esta vez fuimos capaces
de despejar correcta y efectivamente.
A partir de allí, reaparecería la edición renovada, de la
peor versión que hemos sabido soportar desde hace no menos de tres temporadas,
sin importar la variación de los nombres propios dentro de la cancha. Una
defensa insegura, lenta y dubitativa, que haría agua tanto por los costados
como por el centro, generando desbordes desde las bandas (a partir de muy
flojas actuaciones de Emiliano Jonathan Ivan Mayola y Esteban Gabriel Giambuzzi, aunque principalmente
de éste último), como ante cada avance o pelotazo frontal entre los centrales,
Matías Sebastián Villavicencio y Ariel Otermín, quienes adolecerían de anticipo y
marcarían aún peor.
En el mediocampo, todo el fútbol que estos mismos
protagonistas evidenciaran en los cotejos de pretemporada, habría de quedar
olvidado en algún rincón del “viejo” o del Nuevo Francisco Urbano, ya que a
Lomas de Zamora, arribaría un zona de volantes sin juego ni ideas, con un
“Pelado” González irresoluto en la toma de decisiones e indolente en el
traslado del balón, tanto es así que, a partir de una “calesita” de más en el
círculo central, perdería fácilmente al balón ante la presión de los medios
locales (donde se destacaría el doble cinco de Luis Zeballos y Fernando
Lorefice), para la habilitación en profundidad de Andrés Soriano, que primero
al travesaño y finalmente al fondo del arco, habría de usufructuar con
eficacia, la “generosidad” de espacios en la marca visitante y la posterior
falta de reacción ante el rebote en el larguero de Alejandro Esteban “Chiche” Migliardi.
Por los costados, de lo mejor que había mostrado el conjunto
en la fase preparatoria, tampoco encontraría Mario Grana las soluciones que
requería un equipo en desventaja, a partir de un Martín Gastón Sánchez, veloz
pero improductivo en ataque, y un Mariano Barbieri que, constituyendo lo más
destacable de un equipo sin puntos altos, arrancaría para “comerse la cancha” y
terminaría absorbido por la intrascendencia colectiva.
En el círculo central, mientras tanto, Martín Rodrigo
Granero, otro de los contados salvados apenas del “incendio”, volvería a dejar
en claro uno de los problemas endémicos del Gallo, tanto durante la era del
“Gato” Norberto Salvador Daniele, como del propio Grana: su extrema soledad a
la hora de la contención y el recupero, con un terreno de juego demasiado
“ancho” como para poder cubrirlo en toda su extensión. Por otra parte, y
durante un lapso más que prolongado, en particular del complemento, el “Polaco”
Granero debió erigirse en armador de juego, a partir de la cobertura ejercida
por los volantes “Milrayitas” sobre los interlocutores naturales en la materia
(González, Sánchez y Barbieri), merced a un acierto táctico de Felipe De La Riva, para generar
precisamente este cambio de roles en detrimento de las posibilidades del
“Vikingo”. Y pese a ello, debemos admitir que demasiado bien lo hiciera, con
sus limitaciones a cuestas y en una función que no siente y que le es táctica y
genéticamente ajena.
En la faz ofensiva, la improductividad del Gallo resultaría
lo más sorpresivo y preocupante de la tarde, teniendo en cuenta que se trata
del único sector del campo de juego, en donde no habrían de producirse
variaciones en materia de nombres y apellidos, en relación a la dupla titular
de la última temporada. Pese a ello, ni Damián Emilio Akerman, ni mucho menos
Mariano Matías Martínez (una sombra del jugador importante que finalizara la
campaña anterior) harían pie en todo el encuentro, tanto es así que en ’94 de
juego, el Deportivo Morón no generaría NI UNA situación de riesgo para el arco
defendido por Maximiliano Gagliardo, más allá de un par de meras
aproximaciones, de dudoso valor estadístico, a cargo del “Polaco” Sánchez y del
propio Akerman, una en cada tiempo.
Pero más allá de todo ello, y de lo referido en cada una de
las líneas, una vez más, lo más inquietante volvería a resultar la actitud
anímica del equipo o, mejor dicho, la casi nula actitud anímica demostrada en
este primer encuentro, por lo menos desde el minuto ocho del primer tiempo,
cuando Juan Segovia concretara la primera ventaja para Los Andes, en el primer
centro al área del Gallo, en la presente temporada 2013/2014 de la “B” Metro.
Otra vez, casi como en una suerte de dejà vu “maldito”, este
nuevo equipo del Deportivo Morón, con sólo cinco coincidencias nominales,
respecto de los titulares que terminaran el anterior campeonato, volvería a
mostrarse incapaz de recuperarse táctica y emocionalmente, ante el primer revés
en el trámite de juego y en el marcador; demostrado con meridiana claridad
desde los ’40 de juego en adelante, cuando el local se quedara con diez hombres
(por la expulsión del central Daniel Franco, ante una imprudente y violenta
falta, en perjuicio de Barbieri), lapso a partir del cual la visita dispusiera
de terreno y balón, casi a voluntad y, sin embargo, no lograra concretar ni una
sola opción de gol, en el ejercicio de un dominio aparente de las acciones, tan
meramente formal como decididamente improductivo.
En definitiva, una decepcionante como falsamente sorpresiva
presentación, que precisamente por tratarse de una primera impresión, deberá tomarse
con la cautela propia de una fecha inicial, lo mismo que hubiese ocurrido si,
en el caso inverso, nos hubiésemos alzado con los tres puntos, tras una
actuación consagratoria.
Como diría mi abuelo, no debemos olvidarnos que “la serenata
es larga”. Sin embargo, y en función de la soga del descenso que cada vez nos
ajusta más el cuello, habrá que mejorar mucho y muy rápido, para no perder más
puntos... Caso contrario, estaremos todos más que “sonados”.
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