jueves, 20 de noviembre de 2014

Ilusiones "reducidas".

Deportivo Morón cumplió con su objetivo deportivo y clasificó finalmente al torneo Reducido de la Primera "B", al empatar en cero con Sportivo Italiano, último cómodo de la Zona "B", en el Nuevo Francisco Urbano, y contando con un puñado de ocasiones claras para ganarlo, a pesar de haber jugado el peor partido en la "era Giunta", con un rendimiento tan preocupante como paupérrimo.

Desde lo estadístico, este equipo que generara al final del partido, más muestras de desaprobación que aplausos, por parte del numeroso público presente (a pesar de jugarse tal decisivo cotejo, en un día y horario ideal sólo para empleados municipales), el Gallo consiguió acceder a una instancia de definición por un ascenso, luego de cuatro largos y aciagos años, en los cuales no sólo que no peleara por nada importante, sino que además y por si fuera poco "karma", en la pasada temporada de la "B" Metro, debió penar hasta el descuento del último encuentro de la fase regular, para poder respirar aliviado, tras eludir el descenso a la "C", frente a la Quinta división de un ya descendido Flandria, en Jáuregui; con suspicacias y polémicas incluidas (como el gol anulado al "Canario", en el complemento, por Ignacio Lupani), y la dolorosa imagen final de un Morón haciendo tiempo, "pinchando la pelota" contra el banderín del córner rival, hasta agotar los segundos reglamentarios, como amargo corolario de una campaña tortuosa e inolvidable por lo padecida.

Desde lo futbolístico, el Morón que salió a jugar y a procurar obtener el último punto que lo separaba de la clasificación definitiva, frente al peor equipo de su Zona "B", la más floja y mediocre de las dos en que resultasen divididos los equipos de la "B" Metropolitana, ofreció más claroscuros que razones para ilusionarse, con un once que apostó a esperar, refugiado en su campo, para salir de contragolpe (lo que conseguiría en contadas ocasiones), sin fútbol ni mucho menos ideas; pero lo que es peor y más preocupante, sin la mínima cuota de rebeldía ni atrevimiento, al punto de resignar el protagonismo del partido, en esta instancia decisiva y frente su gente, en los pies de una visita voluntariosa y digna, pero que jamás debió ser medida ni rival de riesgo, para cualquier conjunto que pretenda luchar por el ascenso sobre bases serias y ciertas, y que no se sienta seducido por conformarse solamente, con la obtención de un objetivo ansiado e histórico, aunque preliminar, pero de vuelo tan corto como fugaz en términos de chances relativas de éxito.

De entrada, el Morón que asomaría en la húmeda tarde del Oeste, resultaría la antítesis de aquél al que nos acostumbraran desde el arribo de Blas Armando Giunta: lejos de asumir el protagonismo desde el arranque y de intentar provocar el error rival cerca de su área, a partir de la asfixiante presión alta habitual, este Morón apocado y amarrete, cedería por completo el trámite del encuentro, hasta transformarse en un auténtico partenaire de su propio destino.

Con un solo punta, dadas las lesiones de Damián Akerman (cómo se lo extraña!!) y también de Mariano Martínez, todas las pocas fichas ofensivas estarían depositadas en un solitario, Leonel Altobelli, quien justifica su desequilibrio desde la velocidad, pero que a cada paso demuestra que no constituye un definidor, como el nueve en su casaca lo indicaba ante Italiano, sino más bien un punta por afuera y con características de asistidor.

De hecho, el propio Altobelli contaría con las mejores opciones para abrir el marcador, pero su ineficacia en los cara a cara con Rodrigo Drago, habrían de confirmar al arquero de la visita como el jugador más destacado del encuentro, más por obnubilaciones y vacilaciones ajenas en la definición (Altobelli tuvo tres mano a mano y todos los pateó al cuerpo del golero "Azzurro"), que por las facultades extraordinarias de un arquero del montón.

En el medio, la inclusión de Gerardo Martínez desde el comienzo, no habría de aportarle el fútbol y la generación de juego que hubiésemos previsto, debatiéndose en la intrascendencia que a veces lo persigue, y que, en definitiva, jamás le ha permitido, a la fecha, transformarse en el crack tantas veces prometido y tan pocas veces consumado.

En este contexto, sin ideas en la zona de gestación y con un único delantero, el Gallo abusaría sistémicamente del pelotazo frontal y previsible, como único recurso ofensivo y casi por obligación, a falta de una genuina voluntad y ambición de búsqueda, facilitando la tarea defensiva del fondo visitante, además de obsequiar la tenencia y hasta el monopolio del balón en el medio, donde Damián Toledo volvería a destacarse casi en soledad, más allá de las buenas intenciones de un siempre impreciso y embarullado, Cristian Lillo.

Al mismo tiempo, y como viene ocurriendo desde hace ya varios partidos, Morón volvería a carecer de salida por la bandas, con un Federico Domínguez más preocupado en la marca, que en pasar al ataque, y que para colmo, cuando comienza a sentir el rigor físico de ese ida y vuelta, empieza también a equivocarse en la toma de decisiones y en los pases, hasta desdibujarse por completo y pasar a transformarse en el favorito de la platea, a la hora de las puteadas y los "recordatorios familiares".

El caso de Cristian Yassogna, por su parte, es igual o más significativo, puesto que siendo un abanderado constante del esfuerzo, la prodigalidad y la solidaridad tácticas, hace demasiado tiempo que ha tenido que resignar sus innegables virtudes y capacidades ofensivas, para abocarse por completo a labores de contención y relevo defensivos, mermando notablemente su rendimiento y su preponderancia superlativa (y presencia goleadora) de la primera mitad del finalizado torneo.

En este punto, y en la previa, ante el "mal de ausencias" en ataque, más de uno creímos que Blas Giunta finalmente y por imperio de la hereje necesidad, devolvería al pobre de Yassogna al rol que mejor le cabe y a su lugar en el mundo y hábitat natural, dentro de un campo de juego. Sin embargo, Yassogna una vez más volvería a distanciarse fatalmente del arco contrario, por recomendaciones tácticas, para seguir por toda la cancha a Elías Di Biasi y, en definitiva, dejar al descubierto una verdad prosaica, que le da sustento al reiterado pedido del técnico: la ausencia absoluta de carrileros naturales, y en particular con predisposición al desgaste y la marca.

Con alguna que otra llegada en todo el primer tiempo, de parte de ambos, dentro de un trámite peor que paupérrimo, en el complemento el local intentaría algo más, tal vez por la íntima verguenza de saber que se estaba defraudando a todo el mundo, o quizá mejor, a sabiendas que un error defensivo o un acierto del rival, lo dejaba automáticamente fuera de todo y con las manos vacías de juego y de resultado.

Allí sobrevendrían los tres mano a mano, dilapidados uno a uno, y de manera inverosímil, por Altobelli, y hasta algún pequeño sofocón en el propio área, cuando el murmullo generalizado comenzaba a crecer y los nervios dentro del campo, también.

Porque, si bien en la última línea se volvería a mantener el arco en cero, ciertos desacoples generarían alguna que otra aproximación de considerable peligro, más allá de otra destacada labor de Rodrigo Lemos (nuevamente, el mejor valor del Gallo), bien acompañado por un correcto partido de Emiliano Mayola.

En el "debe" defensivo, debemos mencionar la tarea con altibajos de un Ariel Otermín, al que le falta lógico rodaje, así como algunas dudas de Sebastián Peratta, en los anticipos, no así debajo de los tres palos y, finalmente, otra desacertada labor de Cristian González, quien no lograra hacer pie cada vez que le tocara jugar, durante todo el torneo. Lo que, en definitiva, no justifica las razones de la repentina ausencia de Nicolás Gásperi (para este cotejo, ni siquiera concentró), salvo que, como intuímos, dichas razones haya que buscarlas fuera de la cancha y por motivaciones extrafutbolísticas.

Con el pitazo final de un correcto, Lucas Di Bastiano, mientras en el terreno de juego, los protagonistas se abrazaban, entre los espectadores de este verdadero fiasco, se dividían los humores entre las reprobaciones encendidas, y quienes preferían optar por un desilucionado y piadoso silencio, sin espacio para los reproches, pero mucho menos para los festejos.

En la platea oficial y hasta en la propia manga, algunos jugadores no entendieron y aceptaron el mensaje y mucho menos quienes los sostienen desde la dirigencia, en un hecho de intolerancia inaudita, tratándose de protagonistas y quienes deben dar el ejemplo, tanto dentro como fuera del maltratado y blando verde césped.

Morón alcanzó el punto que le faltaba para estar tranquilo y así asegurar su clasificación a un torneo Reducido, por un ascenso, como no lo lograba desde hace cuatro años a esta parte.

En un pésimo partido, el equipo de Blas Giunta eligió el peor de los caminos, aquél que lo convirtiese en partenaire de su propio destino, en el Nuevo Francisco Urbano y frente a toda su sufrida e incondicional gente.

Ahora, a pensar en el Tristán Suárez de Ricardo Caruso Lombardi..., pero con las ilusiones "reducidas".



Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.


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