Morón jugó mal (otra vez) y perdió bien (una vez más).
Frente a Villa Dálmine, uno de los equipos de peor rendimiento
en la zona “B”, pese a su “levantada” de las últimas fechas, el equipo de Lucas
Bovaglio decepcionó dentro de la cancha, cuando fuera de ella, el deseo del volver
al Nuevo Francisco Urbano, resultó el tópico más hablado, desde la confirmación
oficial del público en los estadios.
Y es que (parte) del Pueblo de Morón regresó a su “casa”, tras
18 meses de obligada ausencia por la pandemia, demasiado tiempo de ausencia y de
esfuerzo en los días previos, para ponerse al día a pesar de los apremios económicos,
para que en el rectángulo de juego, al cabo de '90 minutos para el “bostezo” y un
piadoso olvido, los protagonistas le devuelvan tan poco, incluso más allá del resultado
adverso.
Y es que este Morón, en “caída libre” desde hace varias fechas
a esta parte, volvería a perder con un equipo mediocre, que no casualmente deambula
por el fondo de la tabla, quien lo superaría con muy poco, a partir de una cuota
mínima de “oficio”, combinada con oportunismo,
contundencia e inteligencia táctica para detectar y explotar al máximo las debilidades
y “licencias” de su rival.
Y es que a Villa
Dálmine lo “agrandó” el propio Morón, “invitándolo” a atacarlo y “lastimarlo”, cuando
la visita se dio cuenta que esta versión “desdibujada” del Gallo, resultaba incapaz
de incomodar una tarde tranquila de Emanuel Bilbao, arquero de la visita, y que
con sólo proponérselo, podía aprovechar las inconsistencias de un medio local sin
quite ni juego, y una defensa permeable en el “mano a mano”, en velocidad o “pelota
parada”.
Y es que Morón
se debatió en '90 minutos contra su propia impotencia, carente de ideas y de fútbol
asociado, tanto es así que, en términos recientes de Gerard Piqué, respecto del
Barcelona “post Messi”, este devaluado Gallo podría haber jugado dos horas más,
el último sábado, y no ser capaz de generarle una sola opción seria de gol a su
rival.
En ese contexto,
Alan Schönfeld y Gastón González serían los únicos capaces de utilizar adecuadamente
el “salvavidas”, ante el evidente “naufragio” individual y colectivo del equipo,
pero los arrestos personales de uno y el criterio para manejar el balón del otro,
no hallarían eco en sus compañeros, y muchos menos en el propio Bovaglio, que reemplazara
a González pasados del '15 del complemento, en una modificación que terminaría por
“sepultar” las escasas chances reales de dar vuelta el partido, tanto en el trámite
como en el resultado.
En un primer
tiempo “soporífero”, con mejor juego de la visita y buenas intenciones del local,
aunque sin ideas ni precisión, Villa Dálmine hallaría la primera ventaja a los “44
de la etapa inicial, usufructuando los tres “detalles” que terminarían siendo determinantes
para la “chapa final” del encuentro: la mayor velocidad o repentización para ganar
los duelos individuales en el medio, en primera o segunda pelota, la facilidad para
ganar la espalda de los laterales y la lentitud para recuperar posiciones, lo que
le permitiría a Santiago Moyano (volante diestro), recuperar el balón y “ponerlo
a correr” por derecha a Lautaro Díaz (delantero por afuera), y ensayar un centro
a contrapierna de una defensa ausente, ante la llegada solitaria y goleadora de
Alejandro Gagliardi (centrodelantero, que aún visiblemente excedido de peso, hiciera
lo que quisiera con sus marcadores, durante toda la tarde).
El complemento
no traería más que la cruda confirmación de la impotencia de Morón para generar
juego y zozobra en la defensa visitante, sumándose a la imprecisión alarmante del
primer tiempo, la necesidad y el apuro lógicos de hallarse en desventaja. Y ante
su público, luego de 18 meses de ausencia.
Sólo Gastón González,
en un par de oportunidades, una en cada tiempo y Mateo Levato, minutos después de
su ingreso, harían “despertar” de su “letargo” al golero visitante, con remates
desviados desde afuera del área y siempre por arrestos individuales.
A los '30 de la
etapa final, un rechazo largo desde campo visitante, generaría una buena corrida
por izquierda de Alejandro Gagliardi, quien luego de superar con facilidad a Cristian
Broggi y evitar el repliegue tardío de Cristian Paz, ensayaría un centro al “corazón”
del área, superado Franco Verón (desde el inicio, por Leonel Bontempo, suspendido
por cinco amarillas) y con Lucas Abascia (de lateral por izquierda) fuera de escena,
para que el ingresado Laureano Tello y sin oposición de los volantes, llegara solo
de frente al arco, para hacer estéril el esfuerzo de Bruno Galván y “sentenciar”
en el resultado con el 2 a 0, un duelo que estaba resuelto desde mucho antes, desde
el juego y la incapacidad manifiesta de Morón en su peor tarde.
El pitazo final
de Andrés Gariano, de regular desempeño, pero sin decisiones polémica que incidieran
directamente en el resultado adverso, “dibujaría” un tono gris de decepción dentro
de la cancha, en contraposición al deseo y “color” del regreso de la gente al Nuevo
Francisco Urbano.
Una decepción
que se prolongaría aún afuera del campo de juego y que agregaría un episodio vergonzoso,
en la puerta de los vestuarios, con la agresión de un miembro de la secretaría técnica,
ante los insultos y desbordes de un socio, pasado de “revoluciones” y de “copas”.
Como sea, más allá del “estado alterado” de un socio, jamás un allegado a la comisión
directiva, con responsabilidades institucionales, puede permitirse responder al
agravio con un acto de agresión verbal o física. Ese tipo de comportamientos, separan
a los hinchas comunes de los verdaderos dirigentes. Cuando no se está a la altura,
no hay excusa que lo justifique.
Como sea, del
deseo en las tribunas, a la decepción dentro de la cancha.
Y cinco fechas
por delante, para profundizar la debacle u operar el “milagro”.
@elgallogustavo.
📸: Deportivo Morón.
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