Semana complicada la que debieron
afrontar dirigentes, plantel profesional, cuerpo técnico y fundamentalmente,
socios e hinchas del Deportivo Morón, tras las dos caídas consecutivas y con
diferencia de tan sólo 72 horas, primero en un clásico inolvidable (por lo
increíble y doloroso) frente a Chacarita en el Urbano, y el último martes ante
Barracas Central, en el "Estadio Claudio 'Chiqui' Tapia", con un
saldo altamente positivo en ataque, de cinco goles en dos encuentros, pero de
enorme preocupación en la faz defensiva, con ocho tantos en '180 y como
consecuencia lógica, el retroceso al octavo lugar de la tabla, cada vez más
lejos del único líder, Atlanta (ahora a diez puntos de diferencia, con un
partido menos), pero aún a tiro de los puestos de ingreso al Reducido, hoy
distante a tres unidades, dependiendo siempre de los resultados que se
registren al completarse la jornada 29º de la “B” Metro (que en la noche del
viernes, abrieron el Deportivo Morón y Brown de Adrogué, en el Urbano).
Superados los rumores de renuncia
y alejamiento del cuerpo técnico, al cabo de una seguidilla de costosas
derrotas como las soportadas en una misma semana, lo cierto es que el
"Gato" Norberto Salvador Daniele habría de ser ratificado en su
puesto, por una mayoría calificada de miembros de comisión directiva, ya sea
por genuina convicción personal o por simple acompañamiento al deseo de
continuidad de proyecto y de honrar los compromisos contractuales oportunamente
asumidos, tesitura enarbolada por el presidente de la institución, Diego Spina
y del máximo responsable del fútbol profesional del club, Hugo Toschi, hoy por
hoy los dos bastiones en que se apoya la permanencia de un Daniele, cuyo ciclo
como técnico parece haberse extinguido hace tiempo, si el análisis se realiza
desde el sentido común y la lógica futbolística.
Ante ello, y en vistas del
próximo y apretado programa de partidos que debía (y aún debe) encarar el Gallito,
primero en la noche del viernes último, ante el “Tricolor” de Adrogué por la
“B” Metro, y cinco días más tarde, el miércoles 6 de marzo del corriente, el
choque “copero” con Instituto Atlético Central Córdoba, en el "Estadio del
Bicentenario" de San Juan, con 240 mil pesos en premios para el vencedor y
un solo pasaje a 16avos., con un cruce asegurado y de categoría frente a San
Lorenzo de Almagro, se tornaba previsible la continuidad casi “forzosa” del
desgastado cuerpo técnico, sin tiempo práctico para “virajes” de timón
conductivos, aunque mucho menos para la búsqueda efectiva de soluciones
técnico-estratégicas, a los graves y endémicos dilemas que aquejan desde hace
rato al plantel del Gallo, que a esta altura ya aparentan ser “carne de diván”
colectivo, más que problemas solucionables dentro de un campo de juego.
Con este telón de fondo y ante un
desempeño flojísimo de la última línea y los encargados de la contención en el
mediocampo, se avecinaba la implementación de algunos cambios, por parte del
"ratificado" Daniele, en procura del equilibrio y la solidez
defensivas extraviadas, o mejor dicho, jamás adquiridas en 28 jornadas de la
actual temporada. Por eso, sumado al regreso de Dante Martín Zúñiga, ausente
con aviso ante el "Camionero", al haber sido expulsado ante Chacarita
y sancionado con una fecha de suspensión, abandonarían la titularidad Juan
Martín Cadelago (abonado permanente a la hora de las “borratinas), un
intermitente Armando René Lezcano y un resistido Lucas Omar Rodríguez Pagano,
ingresando en sus lugares, dos titulares a principios de torneo, más luego
confinados al ostracismo del banco de los suplentes (con poco y nada de minutos
en cancha): Gonzalo Nicolás Juárez y Martín Rodrigo Granero, respectivamente.
Lógicamente, el referido cambio
de nombres conllevaría una modificación de esquema táctico, pasando a jugar con
un clásico 4-4-2, con Claudio Martín Cabrera, Martín Granero, Lionel Coudannes
y Dante Zúñiga en el medio juego y sin enganche, en procura de una zona media
más combativa y con mayor control y posesión del balón, además de cerrar un
poco más los laterales, verdadera zona franca para las delanteras rivales, sea
quien fuera el oponente de turno.
Así las cosas y estrenando el
tercer dibujo táctico de la temporada, tras los fallidos 3-4-1-2 y 4-3-1-2, el
Gallo evidenciaría desde los primeros minutos del cotejo con Brown de Adrogué,
que el cincuenta por ciento del efecto buscado habría de surtir efecto, en
presencia de un mediocampo más poblado y con mayor predisposición a la lucha y
el fragor físico. Sin embargo, la mitad restante, que implicaba no resignar volumen
de juego, a partir de la liberación en faz creativa de Dante Zúñiga o Lionel
Coudannes, jamás habría de producirse en todo el encuentro, cimentando uno de
los rendimientos más pobres de este confundido equipo, en todo el presente
torneo, sin generación alguna de fútbol asociado y hasta prescindiendo de la
verticalidad y la ambición avasallante que lo caracterizara en la mayoría de
los primeros ‘45 (aunque sólo se tratase de quince minutos de furia brillantes,
como hace exactamente una semana, en un clásico frente al “Funebrero”, cuyo
angustiante recuerdo nos perseguirá seguramente durante bastante tiempo).
Lejos, muy lejos de aquellos
primeros tiempos donde Morón acorralaba a sus rivales, hasta torcerles la
resistencia por presión asfixiante y prepotencia de fútbol y ganas, ante el
“Tricolor” de Adrogué habría de generar un par de situaciones medianamente
punzantes frente al arco de un tranquilo Burtovoy, a partir de un remate desde
afuera de Martín Cabrera y una llegada por derecha de Damián Emilio Akerman,
que no podría coronar su noche de aniversario por la década de idilio con el
Gallo, con un gol que nadie más que él merece, por acumulación histórica de
méritos y por una búsqueda permanente, aún en las condiciones menos favorables
y más desiguales.
De la vereda de enfrente, el
fútbol del que era incapaz de generar el Gallito, en los de Adrogué se hallaba
generosamente abastecido por la sociedad de los “Martín”, Fabbro y Minadevino,
con la permanente rueda de auxilio que constituye Facundo Lemmo y un incisivo y
peligroso Cristian Bordacahar, un desconocido procedente de la reserva de
Tigre, que ha sabido ganarse un lugar en el equipo titular (relegando al banco,
nada menos que a Gastón Grecco), a fuerza de buenas actuaciones y goles
importantes.
Y lamentablemente, a partir de
ahora, el Deportivo Morón pasará a engrosar el listado de víctimas del joven
delantero de la visita, cuando a los ’28 de la primera etapa y tras un córner
desde la derecha, Bordacahar peinara solo en el primer palo, para marcar la
primera diferencia a favor de Brown, en momentos en que ninguno de los dos
había hecho méritos suficientes como para alcanzar la ventaja parcial, en un
contexto de aburrimiento y tensa calma.
A partir de entonces y con el
correr de los minutos, comenzaría a vislumbrarse lo peor de este Morón, cuyo
bajón individual y colectivo pareciera no tener límite. Con la necesidad como
bandera y los nervios como estandarte, el local habría de consolidar la peor
imagen de todas la muchas y malas que nos ha prodigado hasta el momento, con
rendimientos particulares preocupantes, por rozar, o bien la falta de
compromiso, o bien el desborde anímico o la ausencia de categoría para vestir
esta camiseta.
Con una defensa inconcebiblemente
vulnerable, cuyo defecto permanente ya suena a insoluble, sin importar los
protagonistas nominales que salgan a la cancha, puesto que los rendimientos
individuales ya resultan tan paupérrimos, que se agotan las opciones fuera del
césped, capaces de dar solución a los desatinos y los yerros infantiles que se generan
partido tras partido. Y un mediocampo no menos deslucido, con jugadores que
deambulan por la cancha sin rumbo o que en más de un caso parecieran
obnubilarse ante la premura de un resultado y lo que es aún más grave, se
intuye que les quemara la pelota en los empeines, por lo que optaran por
desprenderse lo más rápido posible del “compromiso”, en lugar de buscar la
mejor opción de pase o al compañero desmarcado.
Menos mal que la delantera más
goleadora del torneo (con 41 tantos), continúa disimulando con goles y
resultados favorables, la ausencia de un equipo dentro del rectángulo de juego,
que tenga claro lo que pretende y los caminos para llevarlo a cabo con éxito.
Es por eso y sólo por eso que la voluntad y el buen pie de Mariano Matías
Martínez tuvieron su premio sobre el mismo epílogo del encuentro (sexto gol en
el campeonato y noveno en la temporada), con un empate más que merecido en lo
particular y asociado a su compadre en ofensiva –que, claro está, no es otro
que el enorme Damián Akerman-, a contramano de varios de sus compañeros que por
la pobreza de sus rendimientos, deberían haberse retirados con una nueva
derrota.
El miércoles nos espera San Juan
e Instituto de Córdoba por los 24avos. de final de la “Copa Argentina”, con un
Morón que volverá a tener en el banco de los suplentes al “Gato” Norberto
Salvador Daniele, gracias al “oxígeno” que le aportara la igualdad agónica de
Mariano Martínez, en lo que parece una constante de temporada en los
enfrentamientos con Brown de Adrogué.
Sin margen para “virajes” de
timón conductivos, pero principal y seguramente, sin tiempo para la búsqueda de
soluciones para contrarrestar o cuanto menos paliar, los graves y endémicos problemas
que aquejan a este Deportivo Morón, hoy por hoy más “carne de diván” que “harina”
de tácticas o estrategias futbolísticas.
Veremos hasta dónde nos conduce
la tozudez humana, de aquél que pretende obtener resultados diferentes,
partiendo de una única y repetida receta. Por lo pronto, y quien la tuviera a mano,
que acerque urgente una brújula y pregunte por el “Gato” Daniele.
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