miércoles, 9 de octubre de 2013

El “Juego de la Oca”.



Y este Morón “rachero”, parece empeñado en jugar un juego peligroso y tortuoso para su gente, en esta coyuntura tan crítica: el “Juego de la Oca”. Es que luego de un comienzo flojísimo, tanto en el rendimiento como en la sumatoria de puntos, con una sola unidad sobre nueve posibles, más tarde el equipo pareció acomodarse, a partir de mejores performances individuales y colectivas, para ilusionar y en especial tranquilizar con un estimulante sprint de trece puntos sobre los siguientes quince en disputa; para luego de la igualdad en dos con Merlo y el desmantelamiento de la defensa titular, a consecuencia de las expulsiones ante el “Charro”, no volver a ganar en las pasadas cuatro jornadas, con tres igualdades y una derrota inesperada ante Fénix, en un (hasta entonces) inexpugnable Nuevo Francisco Urbano, y un balance de tres unidades de las últimas doce en juego.

En este “Juego de la Oca”, dentro del cual se halla inmerso el conjunto de Mario Grana, fiel a las reglas generales de su naturaleza lúdica, el Gallo parece avanzar un par de casilleros, ilusionando a protagonistas y espectadores, para luego retroceder otros tantos, sembrando dudas e inquietudes sobre el verdadero rostro y auténtico rendimiento de este equipo, y en definitiva, imposibilitando la proyección de una constante previsible, de cara al futuro, tanto de puntos como de sus reales aspiraciones, en ambos frentes de batalla en donde hoy dirime su suerte, semana a semana: la tabla de posiciones y de los promedios del tan temido descenso.

En este contexto, el Deportivo Morón viene demostrando mejores versiones afuera, que adentro y frente a su propia gente, puesto que si bien ha triunfado en una sola ocasión, en condición de visitante (frente a Almagro, en Villa Raffo), tras haber sido derrotado en sus primeras dos salidas (ante Los Andes y Platense), luego el equipo se asentó y no volvió a perder fuera del Oeste, con mayoría de empates, es cierto, pero ante rivales complicados y varios de ellos clásicos, en terrenos históricamente adversos y en más de una oportunidad, teniendo que partir desde atrás, igualando y merecidamente, partidos en desventajas circunstanciales, tanto en el resultado parcial, como en la lucha por la supremacía dentro del campo de juego.

Mientras tanto, en terreno propio y tras el furioso segundo tiempo ante Chacarita, que le permitiera dar vuelta el clásico y treparse a la cima del torneo, cuanto menos, de forma momentánea, jamás pudo volver a conformar un actuación como aquella de los segundos cuarenta y cinco minutos ante el “Funebrero”, con bajones pronunciados ante Fénix, en especial durante el primer tiempo, y buena parte del cotejo ante el “Lechero”, del último martes, donde volviese a manifestarse aquél conjunto sin fútbol ni ideas de los primeros partidos, con la misma anemia ofensiva que lo aquejara en tan errático comienzo de temporada.

En honor a la verdad, quizá si algo diferencia al Morón que no supo cómo hallar los caminos para vulnerar a un ordenado, aunque también limitado Tristán Suárez, de aquél que hilvanara nada menos que cuatro victorias en fila, en un hecho inédito durante varias campañas, es que aún con Gerardo Martínez en cancha, no pudo contar con la única cuota de claridad y de fútbol que presenta este laborioso aunque austero Gallito, encarnada en un Gerardo que partido a partido se va deshilachando más pronunciadamente, no sabemos si por el desgaste propio de quien llegó a último momento y casi “por la ventana”, para calzarse la “pilcha” de conductor del equipo, por imperio de la necesidad y sin pretemporada (y, pese a ello, tan acertadamente respondiera en aquellos primeros encuentros), o porque lentamente ha comenzado a transitar el camino de la intrascendencia que lo enemistara de su enorme potencial y de la misma gente, en un pasado no tan lejano.

Al mismo tiempo, con Damián Akerman disminuido física y futbolísticamente, casi desde la génesis de este complicado torneo, y un Mariano Martínez que, si bien ha aportado su cuota goleadora (de hecho, es el máximo artillero del equipo, con tres tantos), no ha logrado volver al buen nivel con que cerrara la temporada pasada, tal vez y sólo tal vez, porque cada partido lo encuentra jugando cada vez más lejos del área contraria, esto es, su hábitat natural y donde resulta más necesario.

Ante ello, las alternativas disponibles en el banco, no han rendido a la fecha los frutos esperados, con un Ezequiel Cérica voluntarioso, aunque sin un nivel equiparable a los delanteros titulares y un Leandro Rodríguez que, tras algunos fallidos ingresos como relevo, frente al “Lechero” tuvo la oportunidad de oro de demostrar todas las condiciones que debió tener para llegar a vestir la camiseta roja y blanca (o azul…, o negra…) del Gallo, y sin embargo, al cabo de noventa minutos para el olvido, su actuación individual ha resultado tan llamativamente desastrosa que, resulta preferible llamarse a un piadoso silencio, con tal de evitar abundar en adjetivos que califiquen con crudeza, la precariedad técnica de un futbolista profesional, por lo menos desde la formalidad laboral/contractual.

En la mitad del campo, y ante la evidencia de un Gerardo Martínez ausente en su fútbol, Esteban González debería ser el encargado de asimilar la responsabilidad creativa, para aportar algo de claridad y profundidad a un equipo que, voluntarioso y generoso en prodigalidad, en cotejos como frente a Tristán , daría la impresión que podría jugar durante ciento ochenta minutos de corrido y, sin embargo, ser incapaz de generar alguna jugada colectiva que pudiese finalmente inquietar a la última línea rival. Y en este aspecto, el “Pelado” ha cumplido a medias, puesto que se muestra y se presenta sin dudas, de lo más claro de un conjunto carente de ideas, pero que pese a ello, tiene la lamentable tendencia de recurrir al “fulbito” intrascendente y a las “pisaditas” repetidas que, lejos de aportar al equipo, lo enemistan con una platea que se agota (y con razón) de sus actitudes displicentes e improductivas.

De ese medio hacia atrás, quizá se halle lo mejor, más compacto y parejo de este equipo afecto al Jjuego de la Oca”, con un doble cinco que cada partido que pasa, funciona de mejor forma, a partir del complemento justo entre el juego lúcido, vistoso y efectivo de Dante Zúñiga, y la solidaridad y prodigalidad de un Martín Granero que, por estos días y con la confianza y titularidad que le ha dado el cuerpo técnico, está mostrando su mejor versión desde su llegada al Gallito, con el timming necesario que tal vez le faltara el torneo pasado, y que lo obligara a golpear más que a quitar con eficacia, por la lógica casi física de quien llega un segundo más tarde, por falta de continuidad y minutos de juego.

Hasta llegar a la defensa, sin lugar a dudas el punto más alto de este Morón de Mario Grana, que a podido hallar en una línea de tres, conformada por los “Ariel”, Otermín y Berón y Emiliano Mayola, la última línea más compacta y convincente de los últimos años, en un sector vital del campo de juego que, hasta hace muy poco tiempo, parecía una dolor de cabeza endémico para el hincha del Gallo, sin importar la temporada, los jugadores o el técnico que se sitúen como patrón de recuerdo y referencia. Tanto es así que, tras el empate pírrico en el Parque San Martín, donde Gonzalo López Aldazábal, árbitro de aquél cotejo, diezmara la defensa titular del Gallito, por las expulsiones de Berón y Mayola, al partido siguiente, frente a Fénix, en el Nuevo Francisco Urbano, ni Gonzalo Juárez ni Matías Villavicencio podrían suplir con la misma eficiencia a los suspendidos, con actuaciones tan desafortunadas (en especial, en el caso del primero), que resultarían determinantes para el desenlace final con una inesperada y dolorosa derrota.

Párrafo aparte para Ariel Otermín, sin lugar a dudas el más golpeado y resistido, en aquellos complicados momentos de comienzo de torneo, donde los resultados no se daban, y que sin embargo a sabido trocar los silbidos por aplausos, a partir de la solidez demostrada, desde su mejor lugar en el mundo: como stopper por derecha. Y por si fuese poco, aportando la cuota goleadora ausente entre varios de los delanteros, con dos tantos en la campaña, y nada menos que en una misma noche, para vencer a Chacarita, en el clásico y subirse a la punta, por lo menos, por algunas horas.

Porque en este “Juego de la Oca”, hasta el inoxidable “Chiche” Migliardi ha tenido sus asteriscos, pero reivindicados luego con creces, no sólo por el respeto y la admiración de un apellido que ya es sinónimo del Deportivo Morón, sino por la vigencia y permanencia dentro del terreno del juego, de uno de los tres mejores arqueros de la categoría (sinó el mejor), con actuaciones tan destacadas y fundamentales para mantener al Gallo con vida en varios cotejos, con tres penales atajados de otros tantos sancionados y salvadas antológicas como las que permitiesen que el equipo se mantuviese en partido, durante el primer tiempo frente al “Gasolero”, y que a la sazón, le significasen a Morón sumar un punto importante en su visita al “Beranger”.

Si hasta el propio cuerpo técnico no ha podido eludir el caer en las redes de este “Juego de la Oca”, con avances y retrocesos en sus lecturas y planteos tácticos, tanto desde lo previo, como durante el transcurso de algunos de los encuentros, con decisiones técnicas y modificaciones nominales, tan respetables como discutibles en su oportunidad y concepto.

Ojalá en el futuro más inmediato, podamos cambiar de juego, para adquirir la necesaria fluidez, solidez y regularidad del lado de adentro del alambrado perimetral olímpico, para que de este otro lado, es decir, del lado de afuera, se sufra bastante menos y podamos mirar el futuro con mayor previsibilidad, confianza y desahogo. Confiamos en ello.


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