En efecto, y más allá de lo numérico y la bronca que pudo
subyacer en muchos de nosotros, al igual que entre el cuerpo técnico y los
jugadores, ante un partido con Merlo que si no se tenía ganado, cuento menos
muy encaminado, pero que al cabo del mismo y dadas las accidentadas
circunstancias que rodearon en particular al complemento, también se pudo
perder y en definitiva, bajo esta perspectiva global el punto adquiría
preponderancia; el verdadero costo de la “batalla” ante el “Charro” la
comprobaríamos una semana más tarde, más precisamente, en ocasión de la derrota
impensada del Gallo ante Fénix, quien por si fuese poco, además del batacazo en
el Nuevo Francisco Urbano, le cortaría al Deportivo Morón una racha positiva de
seis encuentros sin derrotas y quedará en la historia como el primer visitante
en llevarse los tres puntos de nuestro nuevo “teatro de los sueños” del Oeste.
Es que, el mayor costo que implicaría la remontada del
Deportivo Merlo, tras el dos a cero inicial del Gallito, no sería precisamente
la pérdida de esos vitales dos puntos, y que algún pasaje del encuentro se
intuyeron en el “buche”, sino las expulsiones de Emiliano Mayola, casi en el
epílogo del primer tiempo, y más tarde de Ariel Berón, en el complemento y
cuando el vendaval en el “José Manuel Moreno” se tornaba cada minuto más
difícil de controlar; puesto que a la luz del resultado final en el Parque y de
la dolorosa derrota en el Nuevo Francisco Urbano, una semana más tarde y ante
el “Cuervo” de Pilar, habría de diezmar y lastimar fatalmente a una defensa de
Morón que venía consolidada y compacta, constituyendo el punto más alto de
rendimiento del equipo y en algunos cotejos, hasta supliendo la anemia ofensiva
de un Gallo que añora y sufre por su goleador histórico y la falta de
alternativas en ataque.
En consecuencia, aquello que se insinuara en Merlo Sur y que
en ese momento pudo atribuírselo a la complejidad de armar y reconstruir dos
veces en pleno juego, a una última línea lacerada por las decisiones arbitrales
de Gonzalo López Aldazábal, el último martes, y frente al recientemente
ascendido Fénix, se expondrían con indisimulable crudeza, las verdaderas
razones de cinco goles en dos cotejos y un punto sobre los últimos seis, además
de la pérdida del invicto en el nuevo estadio, de la posibilidad de acceder en
soledad a la cima del torneo y, lo más importante por estos tiempos, alejarse
de Defensores de Belgrano y recortar a la mínima expresión las diferencias de
coeficiente con Flandria, Barracas Central y Tristán Suárez, dentro de nuestra
primigenia y prioritaria lucha por zafar del descenso: que, aún con mejores y
peores actuaciones, incluso dentro de un mismo encuentro, para esta línea de
tres en el fondo que platea Mario Grana, Emiliano Mayola resulta un jugador
importante y, sobre todo, que para esa misma zaga y con idéntico dibujo
táctico, Ariel Berón constituye una pieza vital e insustituible para este
Morón, por lo que juega y por la confianza que reporta a sus compañeros, así
como el relevo, velocidad y balance que le otorga a toda la línea.
Por desgracia, y frente a Fénix, los reemplazos no
estuvieron a la altura de los requerimientos mínimos, con una floja actuación
de Matías Villavicencio y un preocupante rendimiento de Gonzalo Juárez, quien
más allá del gol a favor, para el momentáneo descuento, se mostró inseguro,
errático, y fundamentalmente lento, como cuando debió rechazar de cabeza un
centro en el área chica y, al dejarla pasar inexplicablemente, permitió que
Martínez Vargas se hiciera fácilmente de la pelota (por detrás del propio
zaguero del Gallo) para ajusticiar solito y sólo a un indefenso “Chiche”
Migliardi; o ante cada mano a mano, en especial en velocidad, martirizado en el
primer tiempo por Marcos Riquelme y en el complemento por Nicolás Martínez
Vargas, autor de los dos primeros goles de un “Cuervo”, que seguramente se
anotó el triunfo más resonante de su humilde historia.
En términos generales y durante el primer tiempo, el
Deportivo Morón que saltó al campo de juego ante Fénix, pareció un pesadillesco
deja vù de aquél equipo sin alma, irresoluto y timorato de los nefastos tres
primeros cotejos de este mismo torneo, tanto es así que jamás hallaría la
pelota en mitad del campo y como consecuencia lógica, no ejecutaría ni un solo
disparo al arco, de un Sebastián Hernández, golero visitante, tan irritante con
sus actitudes al hacer tiempo, como inseguro y permeable cuando, recién en el
segundo tiempo, el Gallo recuperaría la memoria para apretar al “Cuervo” bien
cerquita de su arquero.
Con un atildado y sorprendente juego asociado, la visita
tomaría las riendas del cotejo desde el primer minuto de partido, ante un Morón
que no conseguía hacer pie en el campo de juego, y no precisamente porque
estuviese blando por las últimas lluvias. Sólo el despliegue acostumbrado de Martín
Granero, alguna escapada de Gastón Sánchez (hasta que una patada
descalificadora lo marginara del encuentro, no sancionada con expulsión por un
incalificable Ignacio Lupani) o de Mariano Barbieri, aunque más preocupado por
bajar a dar una mano en defensa, que proyectarse con decisión en ofensiva;
intentaban ganar el control de las acciones, en procura de acompañar al más
claro del Gallo por aclamación y, por ende, a la única figura que aportaría un
inexpresivo Morón, en especial durante aquellos primeros ’45: Dante Zúñiga,
quien desde su regreso de la lesión, ha vuelto a erigirse en el principal motor
alternativo de fútbol, cuando como el último martes, el talento de Gerardo
Martínez permanece apagado, sin descuidar su enorme prodigalidad y timming, a
la hora de quitar y dar el primer pase.
Si bien es de subrayar la asombrosa efectividad de la
ofensiva visitante, con dos goles en dos incursiones ofensivas (con la
colaboración inestimable de la última línea local), la visita se retiraría a
vestuarios con un dos a cero justo, aunque exagerado en los números, y el Gallo
en inexplicable deuda, aunque con la sensación que, de retomar el control e
imponer condiciones desde lo anímico, y a pesar de las adversas cifras
parciales, el partido se hallaba allí, a tiro de la hazaña.
Y bien que la hazaña estuvo a punto de producirse, a partir
de un Morón que recuperaría la memoria, pero fundamentalmente la actitud de
fechas pasadas, abalanzándose con fiereza y decisión sobre la (ahora visible)
endeble última línea visitante, para generar una presión asfixiante sobre el
arco rival que, en sólo quince minutos, podría haber torcido el resultado a
favor del Gallito, con el descuento de Gonzalo Juárez y con no menos de cuatro
o cinco opciones clarísimas de gol, no concretadas en ese lapso, por
deficiencias en la definición o la “buena estrella” de un arquero rival, que
ahogó providencialmente unas cuantas situaciones a centímetros de la línea de
meta, más por obra del azar que de atajadas antológicas o merituables.
Con el correr de los minutos y cuando el cansancio del
local, le aflojaría la “soga al cuello” al visitante, que por varios momentos
parecía dispuesto a abandonar o solicitar la finalización anticipada del
encuentro, otra ráfaga rápida y furiosa de Morón le daría el desahogo del
empate tan deseado, nada menos que en los pies de un Ezequiel Cérica, quien por
fin podría quitarse la “mufa” de tanto gol malogrado, para el delirio de todo
el Oeste y la ilusión por una quimera del triunfo, que ahora estaba al alcance
de la mano, y con diez minutos por delante.
Sin embargo, y cuando todo hacía presagiar el final más
esperado, para el regreso más feliz a casa, en una contra luego de mucho
tiempo, un Fénix agazapado y tan efectivo como afortunado, hallaría un nuevo
desnivel, esta vez el definitivo, a cinco del final del partido, en una pelota
que nadie pudo sacar del área chica, y que se había iniciado en el enésimo mano
a mano perdido por Gonzalo Juárez, ante cualquier futbolista que lo encarara en
la personal, vestido con camiseta de rosa.
De allí y hasta el final, a pesar de la voluntad y la
actitud encomiable y destacable de todos y el plus de claridad que aportaron el
referido Dante Zúñiga (aún golpeado y agotado) y el “Pelado” Esteban González,
desde su ingreso en el entretiempo, no habría de quedarle ninguna a Damián
Akerman que, más allá de “esa maldita costilla”, fisurada ante Los Andes, en la
primera fecha, no ha contado con una sola posibilidad clara de gol, en todo el
actual torneo, a excepción de un remate que le contuviera Elías Gómez, a poco
de comenzado el cotejo en que Morón cosechara sus primeros tres puntos, ante
Barracas Central y en el propio Nuevo Francisco Urbano, en el marco de la
cuarta jornada de esta misma temporada de la “B” Metro.
En definitiva, si bien el golpe asestado por Fénix, habría
de resultar tan doloroso como insospechado, la defensa titular del Gallo habrá
de regresar frente al “Gasolero”, para intentar recuperar la solidez perdida en
el último partido y medio. Por lo demás, si bien puede resultar preocupante la
actuación del equipo en el comienzo ante el “Cuervo”, a quien le obsequiara
nada menos que un tiempo entero, no resulta menos cierto que este mismo equipo
necesitó de sólo quince minutos de descanso para recuperar la memoria y retomar
la actitud que lo ha llevado a los primeros puestos, y a torcer una impresión
en los primeros tres encuentros, que en algún momento, asomó como irremontable.
Si de los golpes duros se aprende, pues este seguramente ha
sido una de ellos. Lo que tranquiliza, más allá de la decepción por un
resultado, es que el equipo está vivo y ya ha dado sobradas muestras de trocar
imágenes adversas y silbidos, por aplausos y rendimientos convincentes. Si este
Morón lo hizo una vez, lo podrá volver a hacer una y mil veces. Tengamos fe y
paciencia.
(*) Párrafo aparte y marginal en la presente nota, con destino a un puñado de "Amigos Gallos" plateístas: es hora de ser más inteligentes que nunca, no estamos en condiciones de regalar nada o conceder ventaja alguna, deportiva o extra deportiva, y eso implica no correr el más mínimo riesgo de jugar un partido de local, a puertas cerradas... Y si algunos continúan arrojando objetos al campo y a los rivales, vamos camino a una sanción (evitable) de esa índole. Desde nuestro humilde lugar, los llamamos a la reflexión, y los convocamos a que recuperen la mesura y la templanza, por el bien de la institución, en éste, su trance deportivo más difícil y traumático de los últimos trece años. Colaboremos todos, desde nuestro lugar, para que Morón zafe del descenso, regrese el Nacional y sea cada vez más grande..., y para ello es imprescindible modificar actitudes que hoy, lejos de sumar, restan y mucho. Gracias.
Club Deportivo Morón, "el Gallito" (Blog y Facebook).
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