En efecto, para sostener tales santificaciones, hubo de comprobarse
previamente, que ambos fallecidos Papas, fueron capaces de realizar
comprobables milagros, imposibles de desmentir tanto por la ciencia como por
alguna falsa o encontrada creencia.
Para ello, hubieron de resultar fundamentales los relatos de
los propios protagonistas o beneficiarios de los milagros, a través de cuyos
testimonios pudo acreditarse sin espacio para la mínima duda razonable, la
existencia de intervenciones divinas, más allá de cualquier clase de
entendimiento mundano o razonamiento humano.
Así las cosas, mucho más cerca de todos nosotros, más
precisamente por el Oeste, miles de fieles han comenzado a acopiar relatos de
particulares como documentación escrita o audiovisual, que resulten capaces de
traspasar los límites de la lógica científica y elemental, para que aquello que
no fuese posible explicar desde la ciencia, sea contemplada y contenida por la
fe de la creencia.
De otro modo, cómo seríamos capaces de explicar
fehacientemente, que un conjunto de almas desangeladas, entregadas anímicamente
y sin el más mínimo atisbo de humana rebeldía, a partir de la intervención
“divina” de “San Salvador” Pasini, hayan sido capaces de volver a creer en sus
fortalezas y de revertir, prácticamente de la noche a la mañana, un cuadro tan
complejo para la ciencia como para la creencia, que lo conducía lenta e
invariablemente por los caminos oscuros y tortuosos del bíblico pasaje y
posterior “descenso”, a los siete avernos del mismísimo Dante.
Asimismo, quién sería capaz de interpretar, sin recurrir a
la evidencia trascendente de un auténtico “milagro”, que aquél mismo
conglomerado de desangeladas almas humanas, revirtieran un 5 de 30 inapelable y
decisivo para con sus aspiraciones de redención alguna, por una racha
“milagrosa” de 15 sobre 15, para liberarse de las pesadillas dantescas y
comenzar a ilusionarse con un “ascenso” casi divino, desde el advenimiento
providencial de “San Salvador” Antonio Aurelio, un inequívoco enviado desde el
propio cielo.
Por ello, de los miles de fieles que se acercaron las
últimas fechas al “templo” de Hipólito Yrigoyen, donde el bien no triunfaba
sobre las fuerzas del mal, nada menos que desde el 8 de diciembre de 2013,
muchos hubieron de peregrinar durante varios kilómetros, cargando sobre sus
espaldas la cruz compartida de un pasado reciente de sinsabores e ilusiones
rotas, y pese a las prohibiciones de leyes paganas restrictivas para con la fe
inquebrantable de nuestra sufrida y gloriosa grey (católica apostólica del
Gallo), presenciar una vez más y en suelo ajeno, la puesta en marcha de esta auténtica
cadena de milagros, puestos al servicio de nuestra única religión, conocida en
el cielo y en la tierra como el Deportivo Morón.
Porque el Gallo volvió a ganar, esta vez en Ingeniero
Maschwitz e hilvanó de este maravilloso
modo, una seguidilla impensada de cinco triunfos consecutivos, para comenzar a
olvidarse casi por completo del “infierno tan temido” de los promedios, y al
mismo tiempo, volver a transitar por “el boulevar de los sueños rotos”, del
ingreso al Reducido como antesala del anhelado abandono de la “B” Metro.
Porque sin jugar bien, pero sustentado en un eficacia y
contundencia admirables, este Morón de “San Salvador” Pasini lo definió en sólo
quince minutos y luego se dedicó a esperar, a un rival que le manejó el balón
de allí y hasta el final del encuentro, pero que sin embargo rara vez pudo
acercarle verdadero peligro, con los puntos altos de Ariel Otermín, (el más
parejo y seguro, dentro de una dubitativa defensa), el primer tiempo de un
Gastón Sánchez más parecido al de los primeros encuentros, y el complemento de
Gerardo Martínez, otro que parece retemplado desde la llegada del “Salvador, el
milagroso”.
Y fundamentalmente, la certeza de un recuperado Damián Akerman,
que convirtió otra vez de a pares y lleva 12 goles en la campaña (seis en cinco
partidos, desde la llegada de “San Salvador”), y 135 con la camiseta que mejor
le sienta y que, desde ayer, también lo tiene como el máximo exponente en
cantidad de presencias, aún en compañía del “Coco” Enrique Omar Cuenca
Zaldívar, a quien podrá superar este próximo miércoles, cuando vuelva a
calzarse la “nueve” que le pertenece desde hace ya más de una década, para
recibir a Témperley, casualmente una de sus “víctimas” predilectas.
En definitiva y en el marco de la misma jornada, que será
recordada como el “día de los cuatro Papas”, fecha en que la
Santa Sede procediera a santificar, tanto a
Juan Pablo II como a Juan XXIII, ante las evidencias irrefutables de los
milagros operados por ambos, entre nosotros, más precisamente por el Oeste, los
feligreses del Deportivo Morón comienzan a recopilar testimonios y
documentación suficiente, como para solicitar en breve, la santificación de
aquél que sería el primer santo argentino (y del Gallo): “San Salvador” Antonio
Aurelio Pasini.
¿De qué otra forma, acaso pudiera explicarse, tanto desde la
ciencia como desde la propia creencia, este verdadero “milagro” futbolístico?...
Dios te salve, Pasini
Lleno eres de gracia
Morón es contigo…
HAGAN LIO.
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