domingo, 9 de noviembre de 2014

"La ilusión que nos condena".

A sólo dos jornadas para el telón de cierre del Torneo de Primera "B", "Osvaldo Guerra", el Deportivo Morón llegaba a Villa Lynch, con la obligación matemática de recuperarse de la caída frente a Acassuso y traerse los tres puntos ante el difícil "Furgón", para continuar dependiendo de sí mismo en la lucha por clasificar al Reducido, y al mismo tiempo, con la necesidad de redimirse ante su historia reciente, plagada de sinsabores, falsas promesas y desenlaces amargos.

De entrada nomás, el Gallo adoptaría la fisonomía que le imprimiese desde su asunción, Blas Armando Giunta, con una presión alta asfixiante, en la búsqueda que el bien trabajado y atildado UAI Urquiza, no pudiese salir del fondo con comodidad, y que la pelota no le llegase "redonda" a sus medios, la mayoría de buen pie y peligrosos en dirección vertical al área de Sebastian Peratta.

Sin embargo, y como también le ocurriese frente al "Quemero", Morón sólo lograría mantener esa actitud durante los primeros diez o quince minutos del encuentro, para luego ir desdibujándose paulatinamente, en beneficio del "Duddy" Raúl Pérez e Isaac Suárez, quienes comenzarían a tomar contacto más asiduamente con el balón, primero para emparejar las acciones y poco más tarde para pasar a dominar el desarrollo del cotejo.

Para colmo de males, un Gallo que extrañaría horrores a su goleador histórico, Damián Akerman, ausente por lesión en tamaño y decisivo partido, nuevamente carecería de ideas a la hora de generar fútbol, a partir de otra desafortunada tarea de Federico Domínguez, errático en los pases, como en la toma de decisiones ofensivas.

Ante este panorama, la visita recurriría al pelotazo como recurso sistémico para acercarse hasta el arco del heterodoxo Matías Cano, arquero de la UAI Urquiza, quien durante esa primera etapa tendría bastante poco trabajo y mucha menos exigencia, ante la indisimulable falta de profundidad del Gallo.

Así las cosas y al igual que en los últimos encuentros, el abanderado del esfuerzo y de la ambición ofensiva, volvería a provenir desde la última línea defensiva del once de Blas Giunta, siendo nuevamente Rodrigo Lemos el punto más alto del equipo durante ese primer tiempo y el jugador más regular a lo largo de todo el cotejo, además de erigirse en aquél que habría de marcarles a sus compañeros el camino del juego asociado, como argumento de control y posterior desequilibrio.

Con todo, dentro de un parcial chato y deslucido, la última línea del Gallito volvería a ganar en solidez, tanto es así que el único mano a mano que afrontaría Sebastían Peratta, se generaría promediando esa primera etapa, con un ingreso solitario de Ezequiel Vidal, tras habilitación de Raúl Pérez, cuyo remate goleador, para fortuna de Morón, habría de salir cruzado y apenas ancho, sobre el poste derecho y más lejano del " Flaco".

Ya en el complemento, evidentemente hubo de registrarse en zona de vestuarios, un "shampoo y crema de enjuague", marca "Giunta", de innegable eficacia, puesto que desde el arranque del segundo tiempo, la actitud del equipo resultaría absoluta y definitivamente distinta.

En un par de corridas ofensivas, versiones mejoradas de Mariano Martínez y de Leonel Altobelli, comenzarían a preocupar y a desnudar las vulnerabilidades defensivas del local, como anticipo de lo que sucedería minutos más tarde, para definir el encuentro a favor de un Morón, decididamente más ambicioso y de mayor carácter y mejores recursos.

Con el telón de fondo de un Deportivo Morón, otra vez protagonista y dominador de las acciones, Leonel Altobelli (más parecido al de la ida, frente a la misma UAI Urquiza), desbordaría sobre el carril izquierdo y cuando se disponía a quedar cara a cara con el arquero, habrían de cometerle un claro penal, en el único acierto de un lamentable arbitraje de Gonzalo López Aldazábal (una vez más y van??...). Un par de minutos más tarde, sobre los '16 del complemento, una gran ejecución de Mariano Martínez comenzaría a marcar en el resultado, la supremacía que el Gallo ya ejercía en el juego.

Con la ventaja parcial, la visita se retrasaría unos metros y apostaría a sentenciar la contienda, por vía del contraataque, mientras crecía exponencialmente la tarea de los defensores y del doble cinco del Gallito, en especial de un recuperado Damián Toledo.

Pero como el local se había adueñado por necesidad del balón, aunque todos sus intentos ofensivos se neutralizaban en los últimos metros, mediante centros previsibles para el destaque de Emiliano Mayola, Cristian González y del reaparecido Ariel Otermín, en función de lateral zurdo, Blas Giunta optaría por el "enroque" de "Martínez", para que Gerardo tenga el balón en el medio y comande las contras del Gallo (en lugar de un cansado, Mariano).

Y este talento único, pero indescifrable e impredecible, llamado Gerardo Daniel Martínez, en esta ocasión (clave, por cierto), habría de desempolvar sus mejores galas de "príncipe", como frente a Platense, para en '25 minutos en cancha desarrollar un fútbol de "galera y bastón", como seguramente rara vez se haya visto por el "Monumental de Villa Lynch".

Y si hasta estuviese a punto de convertir un gol antológico, desde poco menos que la mitad de la cancha, que para evitarlo sería necesario de otro recurso de antología, esta vez a cargo de Matías Cano, para rechazar sobre la línea y de chilena (sí, leyó bien..., de "chilena"!!), cuando la trayectoria milimétrica de aire, ya había superado el rango de acción de los brazos del arquero, y fuese necesario que pusiera en práctica, una tan impensada como efectiva in extremis "pirueta" con sus piernas, para malograr lo que merecía ser un golazo y pedía constituirse en el segundo tanto del Gallo.

Sin puntería ni aire para la estocada final en un par de contragolpes, de allí y hasta el pitazo final, Morón controlaría las acciones en el medio y en defensa no soportaría sobresaltos de envergadura, alzándose con tres puntos decisivos, en un reducto difícil y ante un rival no menos "chivo", quedando a las puertas de la clasificación a un petit torneo por un ascenso, como no ocurría desde hace cuatro años.

Morón debía visitar a la UAI Urquiza en Villa Lynch, con la obligación de ir en búsqueda de mucho más que los tres puntos, para seguir dependiendo de sí mismo, desde lo matemático, así como redimirse en lo histórico, de este "karma" no tan reciente de frustraciones, heridas mal avenidas y finales para el olvido.

Y hoy, con su parte de la tarea cumplida, se halla a sólo un paso de su propio destino, en esta compartida "ilusión que nos condena", llamado "Reducido".

Y..., una vez adentro..., quién te dice!!.


Gustavo Adrián Requelme
@elgallogustavo.

                                 Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).

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