domingo, 29 de marzo de 2015

También vale ganar de visitante...

Deportivo Morón perdió su tercer partido consecutivo de visitante, por la mínima, frente a Defensores de Belgrano (condición en la que registra un paupérrimo récord, de un punto sobre doce, producto del agónico empate ante la mediocre UAI Urquiza, en la segunda fecha), confirmando una vez más y por desgracia, los mismos repetidos síntomas que exhibe cada vez que debe por calendario, alejarse del Nuevo Francisco Urbano: una intrascendencia, una liviandad y un amarretismo exacerbado, que sin restarle responsabilidad a los protagonistas dentro del rectángulo de juego, mucho tiene que ver con la obsesión táctica de un sistema que, lejos de consolidarnos en defensa, neutraliza las potencialidades ofensivas demostradas de local.

En efecto, este Morón de Blas Giunta volvió a resignar el protagonismo durante '75, limitándose y contentándose con controlar a un limitado Defensores, que recurre sistemáticamente a la pelota parada, como su principal argumento de ataque, a sabiendas de la generosa altura de sus zagueros centrales (Luciano Goux y Miguel Barbieri), así como de su referencia de área, Lucas Buono, y al mismo tiempo, del usufructuo histórico de las diminutas dimensiones del "Juan Pasquale", que permiten llegar con peligrosidad hasta el propio área grande visitante, desde un saque de arco del mismísimo golero local, el "inoxidable" Albano Anconetani.

Y en este punto, debemos admitir que el Gallo sería efectivo en ese aspecto defensivo, durante el tiempo referido, hasta que sobre los '29 del complemento, y tras un tiro de esquina desde la derecha, el "seis" del "Dragón", el joven Miguel Barbieri, se elevara más que toda la última línea visitante, para con un preciso cabezazo bombeado superar la estirada de Carlos Morel (esta vez, de buen partido y aventando varias dudas), desmoronando en un minuto todas las previsiones preexistentes y, en conclusión, sentenciando en los hechos la suerte de un Morón que, en rigor de verdad, ya estaba echada desde el minuto cero, al igual que cada vez que le toca jugar lejos de casa.

Y es que sólo desde ese preciso instante, a partir del gol del triunfo de Defensores de Belgrano, este Gallo apocado, amarrete y temeroso de Giunta, debería abandonar su cautela exacerbada, para en los últimos quince minutos del encuentro, salir a buscar por OBLIGACION e imperio del resultado adverso, aquello que había concedido y resignado perseguir por DECISION y CONVICCION propias, en los anteriores '75 de juego.

Sin cuota alguna de fútbol, por una versión de Lucas Nanía tan liviana en lo individual, como reflejo de un pálido rendimiento colectivo, y con un Federico Domínguez acotado en lo táctico y más preocupado en marcar las subidas de Fernando Enrique, que en generar el desequilibrio ofensivo que ha demostrado ser capaz de provocar -siempre y cuando parta desde el medio, como doble cinco, y no desde el erróneo cambio de "apretarlo" contra la banda izquierda-, el "Llanero Solitario" Leonel Altobelli se hallaría más sólo que nunca (o que el desaparecido David Carradine, en su interpretación de "Kung Fu"), arreglándoselas, pese a ello y fiel a su generosa costumbre, para desnivelar un par de veces en el primer tiempo (ambas mal definidas por Nanía) y hasta producir una gran media vuelta, cuyo remate posterior se iría muy cerca del poste izquierdo de Anconetani.

Hasta allí se contabilizaría lo mejor (y único) de Morón en esos primeros '45, que en definitiva, y eso es lo más preocupante, resultarían las tres aproximaciones con peligro, generadas a lo largo de todo el partido en el Bajo Núñez, puesto que el Gallo no volvería a pisar el área de Anconetani en el segundo tiempo.

Y es que en el complemento, a caballo de esa falta sensación de control y seguridad que suele muchas veces acompañar al equipo, en varios pasajes de otros tantos partidos, el Deportivo Morón resignaría por completo el protagonismo del cotejo, ante un Defensores que de tanto insistir, sin ideas ni claridad, pero insistir al fin, hallaría su premio de la única forma en que podía imaginar el desequilibrio: pelota parada, centro y cabezazo goleador.

Y si el desnivel definitivo, a falta de quince para el cierre del encuentro, podría justificarse sólo en la búsqueda del local, en ese segundo tiempo, de igual modo debería tomarse como un "castigo" a la cautela desmedida de un Morón, que volvería a hacer de la mezquindad un sistema y hasta un emblema, resignándose una vez más, en suelo ajeno, a convertirse en partenaire de equipos sin relieve ni calidad individual o colectiva, pero que en definitiva, terminan imponiéndose por convicción, insistencia y la colaboración inestimable de alguna desatención defensiva.

Porque, si algún marcador le hubiese sentado mejor y con mayor justicia a tan pobre partido, seguramente hubiera sido el cero a cero, que además de "chapa" final y resultado, habría calificado la mediocridad de ambos equipos, en 90 minutos para un rápido, piadoso y saludable olvido.

Quizá, sea ya tiempo que el cuerpo técnico del Deportivo Morón, advierta que para ser protagonistas del campeonato, resulta menester previo e imprescindible, el procurar ser protagonistas de todos los partidos, de principio a fin, y en todas las canchas.

Aunque, para que ello finalmente ocurra, debería operarse un cambio profundo de mentalidad y actitud que, sin lugar a dudas, tendrá que partir fundamentalmente desde el banco de los suplentes.

Porque, en definitiva, habrá que entender (y convencerse) que también vale ganar de visitante.



Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.


                      Foto de archivo: Prensa, Deportivo Morón.

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