Los cambios no "paridos" desde el propio convencimiento, resultan invariablemente, nada más que mera "cosmética", y esa es, precisamente, una de la mayores falencias que ha repetido este cuerpo técnico del Gallo, que esperó dieciseis fechas de campeonato para "animarse" a jugar de arranque con dos delanteros definidos, para volver al esquema tradicional que tan magros resultados ha exhibido, en el afán mezquino y contraproducente de "cuidar" el mínimo guiño positivo del destino.
Es que debimos aguardar diecinueve días, tras la suspensión reiterada del futbol argentino, como consecuencia de dos de las semanas más trágicas de su historia, dentro de los campos de juego, para encontrarnos nuevamente con el mismo equipo que "dejamos" el pasado once de mayo, en el "Tres de Febrero", esto es, un conjunto con escasa vocación ofensiva y ambiciones recortadas desde el propio banco de suplentes, capaz de jugarse todo a un "pleno" en '90, y apostando siempre a riesgo, ante la certeza de un Morón carente de ideas, juego y oportunidades y que, al mismo tiempo, siempre será capaz de "regalar" la desconcentración necesaria, como para que el rival de turno facture de la ventaja y la capitalice en su beneficio.
Como en tantas otras tardes, a lo largo del paupérrimo derrotero del actual campeonato, el Deportivo Morón jugó nuevamente para el olvido y, si bien ni siquiera habría de merecer el punto que se llevó de Agronomía, pudo y hasta debió ganar injustamente el encuentro, de no mediar una vez más el amarretismo dogmático de su cuerpo técnico, que volvería a equivocarse fatalmente en sus decisiones tácticas, condicionando con sus desaciertos, el desarrollo definitivo de un cotejo que pretendió "cerrar" demasiado pronto, "jugando" con el "fuego incandescente" de un equipo incapaz de brindar seguridades suficientes y permanentes.
Porque hasta el golazo de Cristian Lillo, a poco menos de cinco minutos para el cierre del primer tiempo, tras una contra rápida, una habilitación magistral de Santiago de Ossa y una "vaselina" formidable en la definición, el Gallo no había hecho mérito alguno como para ponerse en ventaja, tanto es así que la figura excluyente del encuentro hasta ese momento (y que habría de prolongarse hasta el epílogo del mismo), no sería otro que Sebastián Darío Peratta, factor determinante para conjurar las mejores ocasiones del "Cartero" y, en definitiva, para mantener el arco en cero y la providencial ventaja inicial, al cabo de la etapa.
Con las falencias de costumbre, es decir, la permeabilidad en defensa, el escaso juego en el medio y la nula profundidad en ataque (con dos llegadas en '90, incluida la del gol, ambas en los '45 iniciales), en aquella primera parte, a la confirmación del regreso a escena del mejor Peratta, habría que sumarle la solidez habitual de Emiliano Mayola y, en especial, la presentación en sociedad, por vez primera desde el arranque, de un juvenil Santiago de Ossa que consolidó en '45, el potencial y las condiciones evidenciadas a cuenta gotas, en los partidos previos, no precisamente por decisión propia, sino por la ortodoxia de sistemas tácticos que, hasta esta tarde, sólo le habían permitido mostrarse por apenas un puñado de minutos oficiales.
Por desgracia, y cuando muchos de nosotros, a pesar de las escasas razones futbolísticas esgrimidas en cancha, comenzábamos a fantasear con la posibilidad cierta del primer triunfo fuera de casa, a partir de la velocidad y habilidad del propio De Ossa y de la profundidad de Leonel Altobelli, para comandar alguna otra réplica que clausurara el resultado; la órden de Blas Armando Giunta se dirigiría en sentido exactamente contrario, excluyendo del partido al joven punta colombiano, para apostar al ingreso de un inexpresivo Gerardo Martínez.
Cambio que modificaría drástica y definitivamente el rumbo y destino del partido, en la fría de tarde de Agronomía, no tanto por el mal partido de Gerardo, sino más bien por la decisión de privar a la ofensiva del Gallo, de la única cuota de desequilibrio en ataque, capaz de hacer diferencia y acompañar a nuestro ya conocido "Llanero Solitario". Porque, vale la aclaración..., iban "apenas" veinte minutos del segundo tiempo.
Del otro lado, Eduardo Pizzo terminaría de sentenciar la suerte del encuentro, con la salida de Pablo Vacaría y el ingreso de Javier Vatter, a la sazón el responsable del merecido empate de Comunicaciones y el hombre más inquietante dentro y fuera del área visitante.
Y como afirmábamos al comienzo de la presente, respecto de aquellos cambios que resultan únicamente "cosmética", cuando no "paren" desde la convicción más profunda, el técnico del Deportivo Morón, embelesado por un triunfo cercano y factible, pero al mismo tiempo inmerecido y sin valores ni méritos destacables, propiciaría una vez más, desde la usina errática de sus mezquinas decisiones tácticas, el retroceso innecesario de un equipo que esperaría a su rival, exageradamente cerca del arco de Sebastián Peratta y, lo que resulta aún peor, demasiado confiado en una solvencia defensiva que jamás tuvo, por lo menos en esta temporada.
Así las cosas, a menos de diez para el final, y al mismo tiempo que desde el banco, se decidía el ingreso de un quinto defensor, con el ingreso de Cristian Broggi, la película tantas veces vista habría de repetirse, tal vez como castigo al amarretismo como concepto, cuando ante un nuevo desborde por las bandas, en este caso, por la izquierda del retornado Ariel Otermín, el balón habría de viajar por aire y sin escalas, hasta la cabeza goleadora de Javier Vatter, quien tendría el suficiente tiempo y espacio de colocar el envío bien lejos del arquero, dadas las ventajas alarmantes dispensadas (una vez más) por la marca inexistente de Rodrigo Lemos.
Empate largamente justificado, por un Comunicaciones sin ideas, aunque ordenado y ambicioso, tanto es así que hasta continuó buscando y mereciendo el triunfo aún en inferioridad numérica, durante los últimos minutos de partido, a partir de la acertada doble amarilla para su lateral derecho, Cristian Varela, responsable de simular un penal que jamás sucedió.
Luego de diecinueve días de "ausencia" obligada, por la tragedia reiterada que viviera el fútbol argentino, el Morón de Blas Giunta volvió al "ruedo" oficial ante el "Cartero", en Agronomía, evidenciando las razones que justifican su triste recorrido: la falta de convicción dentro de la cancha, indubitablemente originada en la ausencia de ambición, más allá de la línea de cal. Y hasta en la alarmante falta de decisión, entre la dirigencia del Gallo, si decidimos posar nuestra mirada, un poco más allá del propio terreno de juego.
Repetidos "pecados" de mezquindad, que nos alejan cada vez más, no sólo de la lucha por un campeonato, sino fundamentalmente, de nuestra historia compartida y nuestros sueños postergados.
No queda otra que "bancar".
Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.
Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).
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