Y una tarde, una de cualquier otra y sin previo aviso, el Gallo recuperó la sonrisa, aquella que había archivado, no por decisión propia, hacia fines de diciembre del año pasado. Y el Francisco Urbano volvió a vestirse de fiesta, como en sus mejores y más afortunadas jornadas, permitiendo un desahogo plural y compartido, entre protagonistas y espectadores, tan necesario para retemplar el golpeado espíritu de conjunto, como imprescindible para la actual y tortuosa sumatoria de puntos.
Así las cosas, debimos esperar hasta la tercera fecha de la segunda rueda (la número 24, en rigor estadístico), para festejar por primera vez en el 2012 y luego de dos derrotas consecutivas, tan duras como inesperadas. En una de las tardes más agobiantes del actual verano y ante un Defensores de Belgrano con tantos huecos futbolísticos como nosotros, Morón supo sobreponerse al rival, en primera instancia, a la tempranera derrota parcial, en segundo término (algo que no sucedía desde la última fecha del torneo regular 2010/11, cuando ante el propio “Dragón”, y a domicilio, supo dar vuelta el resultado para ingresar al Reducido, precisamente ante el mismo rival y en el mismo escenario), pero fundamentalmente a sus propios fantasmas y a su peor y más encarnizado enemigo: el mismo Deportivo Morón.
Y esto no significa que el 3-2 final, a favor de este Morón, modelo 2012, haya sido la resultante de una actuación sobresaliente individual y colectiva, como para esperanzarnos en una recuperación casi milagrosa, que en poco tiempo nos sitúe en la lucha por los puestos de vanguardia, haciéndonos olvidar por completo de la amenaza de las tablas de la promoción y el descenso. Para nada. Ni siquiera constituyó la mejor performance en lo que va del actual torneo 2011/12, puesto que los triunfos ante Brown de Adrogué y Colegiales, por la importancia relativa de los contrincantes y la goleada ante Tristán Suárez, por el acertado rendimiento de conjunto, seguramente se hallan por encima de lo demostrado el último sábado 4 de febrero.
Sin embargo, en lo anímico, el triunfo ante el equipo de Rodolfo “Fito” Della Pica adquiere una importancia de final ganada, y así lo comprendieron los protagonistas, tanto dentro como fuera de los límites del campo de juego, en una festejo final ya reseñado, más propio de un equipo que alcanzó la cima de las posiciones, que de uno que apenas obtuvo su sexta alegría en la temporada.
En lo futbolístico, la suma de a tres le reportó al cuerpo técnico del Gallo, no sólo un poco de tranquilidad y su primera victoria del año, sinó también algunos aciertos tácticos y otras tantas certezas. En principio, el necesario y aclamado reemplazo de Julián Luciano Bogao, sustituído por Hernán Bruno, surtió los efectos previsibles: el “Gringo”, a pesar de jugar con el perfil cambiado, como stopper por izquierda, le brindó la velocidad, el despliegue y el timming para la marca, en especial en los cierres hacia los costados, que Bogao evidentemente no tiene ni creemos que tendrá algún día. Al mismo tiempo, la presencia de Bruno, significó un mayor equilibrio de la zaga central y en especial, un aporte inestimable a la hasta entonces solitaria causa de Juan Pablo Rochi, en su intento por darle seguridad y estabilidad a la banda izquierda de la defensa del Gallo. Porque, sin descollar, pero mostrando la prodigalidad y el sacrificio de siempre, Rochi sumo agregar además, el ida y vuelta al que nos tenía acostumbrados y que, la extrema permeabilidad en la marca de Julián Bogao, lo retenía dentro de los límites de su propia mitad del campo.
Solucionadas en gran parte, las graves dificultades evidenciadas por la franja izquierda, ante Almagro y Témperley, el problema se trasladó casi instantáneamente al sector derecho, donde entre Cristian “el Mono” Bustos y las proyecciones de Iván Nadal, complicaron sistemáticamente a un inseguro Sebastián Antonio Pérez. Menos mal, en este punto, que el “Bustos” de Morón, o sea Mauro, levantó de tal manera su pobre rendimiento personal a la fecha, que no sólo se erigió en la rueda de auxilio en la contención, que pedía a gritos la banda diestra, sinó que le adosó la profundidad y llegada por sorpresa que había despuntado en algunos pocos partidos, a principios de temporada, con un par de goles incluidos.
Aún dando ventajas, en especial de alto y en pelotas paradas, pero con claros signos de mejora en la defensa (donde quedara claro, asimismo, que Cristian Sebastián González, líbero en la línea de tres, se tranquiliza y potencia en sus virtudes, cuando sus compañeros de zaga lo acompañan en lo virtuoso), en el medio pudo observarse un crecimiento en el rendimiento, no sólo de Mauro Bustos, sino también de Manuel Rodas. En efecto, y a partir de una indisimulable mejora en su puesta a punto física, (evidenciada aún más, en presencia de un calor más que agobiante) el experimentado volante central ganó más de lo que perdió y volvió a demostrar algo del tiempismo para la marca, que en más de una ocasión sufriéramos como rival, pero que desde su llegara a Morón brillara por su ausencia. En el caso de Cristian Oscar Ortíz, lo del “Pelado” sólo fue la voluntad y algo de buena pegada desde afuera del área (de un remate suyo, que reventara el travesaño de Leonardo Griffo, llegaría el gol de Bustos, el segundo del Gallo, tomando el rebote ante la sorprendente pasividad de los defensores visitantes). Voluntad potenciada por un mejora física, también constatable en su caso, pero que parece certificar que lo de Ortíz de agota en eso: voluntad, sacrificio y muy poco más.
En materia ofensiva, pareció justificarse nuestra buena primera impresión, en el caso de la “Torre”, Leonardo Andrés Iglesias, quien convirtiera su primer tanto (el primero del Gallito, el del empate) con la casaca del Deportivo Morón. Activo, generoso en el despliegue y solidario en la contención (tanto es así que terminó jugando de zaguero, cuando se moría el partido y “Defe” apretaba por la igualdad en tres), el “Toti” volvió a demostrar que es un jugador de jerarquía para la categoría, ganando cuanto le tiraron de arriba y pivoteando de abajo, replegándose hasta el mediocampo, de ser necesario, para bancar la marca, habilitar a los costados y picar en profundiad para intentar terminar la jugada. Y dejó la sensación que, con el correr de los minutos y el conocimiento mutuo, podría erigirse en un compadre de importancia para Damián Akerman, alternando entre ambos, el ir tanto por afuera como por adentro de las preocupadas defensas adversarias. Algo para mejorar?..., sí, su exceso de temperamento, puesto que recibió tres amarillas en otros tantos encuentros y ante Defensores de Belgrano, se peleó con media defensa visitante y caminó por la cornisa de la expulsión.
Del gran “Damián” podemos decir que está pasando por un momento paradójico y contrastante, puesto que si bien volvió a convertir como ante el “Gasolero” (el tercero de Morón, el sexto en la temporada y el 94 de nuestro máximo artillero histórico), también volvió a malograr un penal y en el epílogo de la etapa inicial, exactamente como frente a Almagro, salvo que esta vez sólo la mala fortuna, que hiciera que la pelota reventara contra el travesaño del arco que da a la tribuna local, y no la intuición y el acierto de Griffo (tal el caso de Bruno Centeno, golero del “Tricolor”), puede alegarse como la razón para que el “guerrero cordobés” no lograra disminuir aún más su cuenta regresiva, en la búsqueda de su conquista centenaria con la casaca del Gallo.
Un Akerman, sin embargo, mucho más solidario, participativo y partícipe en la gestación de las maniobras ofensivas, con destacadas y trascendentes intervenciones como lanzador, tirándose a los costados, como en el primer gol del Gallito y en la jugada de inicio del tercero, definida por él mismo, tras un buen disparo de Gerardo Martínez, que no pudo controlar Leonardo Griffo. Un Gerardo, ya que lo nombramos, que a caballo de esa mejoría física general y ostensible, pareciera haber ganado “millas” para ser el enganche titular, aún con sus empecinamientos y vaivenes, por sobre un Sergio Viturro que sigue sin conformar, por su liviandad y escasa determinación en el juego.
Párrafo aparte para un siempre monumental Alejandro Esteban Migliardi (empiezan a escasear los adjetivos, para definir la inmensidad de la figura del gran "Capitán Chiche"), ya no para evitar una derrota por cifras catastróficas, sino para consolidar una victoria imperiosa, a partir de atajadas antológicas y para el recuerdo, como el mano a mano que le contuviera al "Burrito Ariel Arnaldo Ortega, adivinándole la intención de remate al ex River (de buen segundo tiempo), en plena área chica, cuando el partido se moría y peligraban los merecidos tres puntos.
Párrafo aparte para un siempre monumental Alejandro Esteban Migliardi (empiezan a escasear los adjetivos, para definir la inmensidad de la figura del gran "Capitán Chiche"), ya no para evitar una derrota por cifras catastróficas, sino para consolidar una victoria imperiosa, a partir de atajadas antológicas y para el recuerdo, como el mano a mano que le contuviera al "Burrito Ariel Arnaldo Ortega, adivinándole la intención de remate al ex River (de buen segundo tiempo), en plena área chica, cuando el partido se moría y peligraban los merecidos tres puntos.
En resúmen, Morón volvió a ganar porque encontró en un par de acertadas decisiones tácticas, la llave para compensar la franja izquierda de su defensa, aunque ahora deberá preocuparse y mucho por la derecha. Y porque en virtud del destacable trabajo del “profe” Adrián Vaccarini y una necesaria y exigente pretemporada, hoy el Gallo tiene el aire suficiente para correr los 94 minutos que dure cualquier encuentro, y jugarle de igual a igual, al adversario que enfrente, por lo menos desde lo físico.
Porque si bien no mostró un nivel de excelencia, ni jugó el mejor partido de la temporada, sin dudas se alzó con un triunfo justificado (y que no debió terminar con sufrimiento), que dadas las circunstancias y el delicado momento que atraviesa, constituyó la victoria más trascendente de los últimos tiempos.
Por eso se festejó así, como si se hubiese accedido con los tres puntos, a la cima del torneo, a pesar de significar tan solo la sexta alegría en 23 fechas disputadas. Porque se festejó como lo que fue: una auténtica final.
Y de ese modo, una tarde Morón recuperó la sonrisa, y el Urbano volvió a vestirse de fiesta. Ojalá se mantenga y profundice, dentro de los límites propios de nuestras evidentes limitaciones, y no haya sido sólo una golondrina solitaria, que fiel a la sabiduría popular, no logre nunca hacer verano.
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