miércoles, 12 de agosto de 2015

"Del amor y otros demonios"..., una reflexión sobre la pasión que nos une.

En la vida de cualquier individuo, sin dudas que existen muchos y variados tipos de amores. En efecto, el amor filial remite tal vez al primer amor y a uno de los más duraderos en el tiempo, ya que identifica el amor de un padre a su hijo y viceversa.

Asimismo, el amor fraternal se emparenta con uno de los amores quizá más nobles, como lo es aquél que se manifiesta entre hermanos, ya sean biológicos o del "corazón". De igual modo, el amor parental es el que nos acerca a los afectos familiares más entrañables, dentro del cual, tanto el paternal como el maternal, ocupan lugares destacados y de privilegio en nuestras vidas, en especial, durante los primeros años de existencia.

Más allá en el tiempo, todos hemos siquiera alguna vez, experimentado esas clases de amores relacionados con nuestra vida adulta, como el amor sensual y el amor romántico, los cuales muchas veces han de conducir al amor conyugal, y en varias otras ocasiones, también al amor extra-matrimonial o "pirata" y, eventualmente, a la separación de bienes y al divorcio vincular.

Sin embargo, dentro de este pequeño universo de amores humanos mal reseñados y sin rigor científico alguno, existe sin dudas otra clase de amor, tal vez aún no debidamente analizado por la psicología moderna, como lo constituye el amor incondicional a una camiseta, un club y unos colores.

Y es que, en este sentido, quién no ha sido culpable a lo largo de los años, de algún acto de renunciamiento, olvido, negligencia, abandono, desamor, engaño y hasta traición, en muchos de los tipos de amores reseñados anteriormente, con la única salvedad de ese otro amor aún no estudiado debidamente por la ciencia moderna, que en los hechos, constituye el más fiel de todos ellos, y del mismo modo, el más duradero e inalterable en y a pesar del tiempo.

En efecto, y por citar sólo un ejemplo, no habría amor posible de naturaleza e índole alguna, capaz de soportar más de veinticinco años sin "alegrías", y sin embargo, en el caso particular de este amor por una camiseta, un club y unos colores, esa relación amorosa sin par, no sólo que resulta la única en condiciones de resistirlo sin engaños ni renuncio alguno, sino que además, lejos de esmerilar o desgastar dicho amor, lo afirma, profundiza y potencia de manera exponencial, generando un vínculo excepcional, aunque los sinsabores perdurasen hasta el fin de los días, en coincidencia con nuestro último suspiro vital.

Tanto es así, que en materia conyugal, un matrimonio de estas características extraordinarias, hasta podría ser invalidado de manera legal, en la propia justicia, invocando causales de disolución marital efectivas, devenidas de la falta evidente de consumación del vínculo elemental entre esposos. Por el contrario, dentro de este amor sin igual, ni pasible de análisis cientificista posible, cualquiera de nosotros ha sido capaz de consumar ese amor, desde mucho tiempo antes de cualquier alegría circunstancial, en el marco de un "metejón" a primera vista e irracional, nacido de las propias "tripas" y atesorado en el refugio más recóndito y entrañable del mismísimo corazón humano.

Y es que, en materia de "amores", quién más, quién menos..., todos hemos sido capaces, alguna vez en nuestras vidas, de generar desamores, engaños y hasta traiciones, salvo cuando se trata de ese sentimiento excepcional e inalterable, que sin ninguna duda, a la luz de los hechos, máxime durante los últimos veinticinco años de existencia, constituye el único de los "verdaderos" amores, capaz de mantenerse incondicional y fiel, sin importar los sinsabores, las lágrimas e incluso los desengaños y frustraciones repetidas.

Porque "amores", a lo largo de nuestras vidas, podrán existir muchos y de las más diversas naturalezas y variadas formas, aunque solo uno, tal vez el menos atendido por la ciencia moderna, será el único que resista al tiempo, los fracasos compartidos y hasta a nosotros mismos: el sentimiento más puro y noble que exista, nacido del desprendimiento y el desinterés absoluto y colectivo.

Y ese amor genuino y eterno, en nuestro caso, tiene la forma de un Gallo. Y ese amor inconmensurable y de por vida, lleva los colores rojo y blanco.

El Deportivo Morón, señores..., de los más grandes amores de nuestras vidas.

Por más que "vengan degollando" y aunque nunca salgas campeón..., "yo te quiero, che Morón"... "A vos te sigo, vos sos mi vida".


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.

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