Corría el minuto '90 en el Urbano, cuando Ignacio Lupani, árbitro del
encuentro en la noche del lunes, adicionaba cuatro de descuento en un partido
que, a priori de los accesibles, lo ganaba con lo justo al "Canario", con un
hombre menos desde hacía veinte minutos y aguantándolo con lo justo y
menos.
Habiendo regalado totalmente terreno de juego y pelota en favor de la
búsqueda desesperada de Flandria, Morón apostaba a sobrellevar aquél descuento
bien apretado contra su propio arco, ya desistiendo por completo de cualquier
intento de cierre definitivo del encuentro por la vía de la réplica rápida y con
espacios.
Sin embargo y restando sólo dos minutos de los cuatro adicionados, un
descuido inexplicable de la última línea del Gallo dejaría cara a cara a Walter
Cuevas con Alejandro Esteban Migliardi, para que por imperio de la necesidad y
la tozudez en ofensiva, de tanto ir e ir casi hasta el borde del área grande
local, el limitado conjunto de Jáuregui conseguía una igualdad tan agónica como
merecida, para ponerle aún más hielo a una noche de primavera por demás
gélida.
Empate de similar factura y concepción al segundo gol de Brown de Adrogué,
de una semana antes, con un balón que circula de derecha a izquierda del área
grande del Gallito, por la vía del cabezazo y ante el estatismo incomprensible
de los zagueros locales, quienes parecían extasiados observando la producción de
la jugada previa y por lo tanto imposibilitados de reaccionar para poner en
práctica alguna clase de anticipo o rechazo salvador.
Y como en un ring de boxeo y luego de sacar del medio y volver a perder la
pelota, un Flandria envalentonado y conciente que su rival estaba de pie en la
cancha, aunque definitivamente groggy y entregado, sesenta segundos más tarde
conecta la segunda mano consecutiva para consumar un previsible nocaut, a partir
de una corrida por izquierda de Mariano Barbieri que, con la colaboración
inestimable del ingresado Alejandro David Espinoza, tuvo tiempo de frenar,
perfilarse y encontrar el hueco justo para meter un derechazo ubicado e
inapelable, para el delirio de un banco de suplentes de la visita que, junto a
la heroica primera victoria en el campeonato, conseguía algo de oxígeno para su
DT, Ariel Ercoli, con las valijas aguardando en la puerta sólo un par de minutos
antes.
Precisamente "antes" hubo un partido de los más comunes y ordinarios que
pudieran verse, con un Morón exactamente igual a la pobre versión que viene
demostrando desde hace cuatro o cinco fechas, inconexo, sin juego colectivo y
con varias individualidades muy por debajo del nivel esperado, y por lo tanto
presa fácil del fútbol elemental del último del torneo, tan limitado como
inteligente para tomar protagonismo en el barullo y la desprolijidad
reinante.
Y aún así, en ausencia escandalosa de juego asociado, el derroche de
nombres diseminados sin demasiado orden en el terreno del Urbano, hizo que el
Gallo de todas maneras pudiese acercar algo de peligro al arco de un inseguro
golero visitante y hasta de reponerse tras la desventaje inicial, producto de un
soberbio tiro libre ejecutado por Walter Bravo (en la primera chance seria
generada por la visita), a partir de un oportuno empate antes del cierre de la
primera etapa, tras un frentazo goleador de Ariel Otermín y del desnivel a
favor, a los diez del complemento, obra una vez más de Damián Emilio Akerman, al
capitalizar el rebote en un defensor tras un remate sin convicción de un
desconocido Claudio Martín Cabrera, para anotar el transitorio 2-1, el noveno
gol en ocho cotejos en la actual temporada y el 105 de su inacabable cosecha con
la camiseta del Deportivo Morón.
De lo que nunca podría reponerse el equipo es de una nueva y evitable
expulsión (la cuarta en ocho encuentros), en esta caso a cargo de Martín Rodrigo
Granero, al llegar a destiempo y con los tapones hacia adelante sobre la
humanidad de un delantero "Canario", sobre los '25 del complemento.
Y si Morón jamás pudo superar en el juego a este más que humilde conjunto
de Jáuregui, estando once contra once, con uno menos, lenta y progresivamente
fue desbordado por todos lados con el correr de los minutos, cediéndole balón,
iniciativa y campo de juego al elenco visitante, para elegir refugiarse cada
segundo más cerca de "Chiche" Migliardi.
Sabido es que, para esperar al rival tan cerca de la última línea, es
menester cuanto menos contar con una defensa sólida y concentrada. Y en este
punto y quizá también en la noche impensada del lunes último, haya quedado en
evidencia la relativa significancia de una de las mayores discusiones y de los
debates más virulentos y que más divisoria de opiniones haya determinado sobre
la oportunidad y conveniencia de los planteos tácticos sostenidos por el "Gato"
Norberto Salvador Daniele, como lo es su ya tradicional línea de tres en el
fondo. Porque en rigor de verdad y frente a la débil oposición de Flandria, este
errático Morón hizo agua (y mucha), tanto con línea de tres como con cuatro en
el fondo, a partir del ingreso de Espinoza.
En definitiva y tras el duro golpe de "nocaut" sufrido frente al "Canario",
en los últimos sesenta segundos previos al campanazo final, cuerpo técnico y
jugadores del Gallito deberán replantearse muchas cosas y modificar aún muchas
más, para que el brillante funcionamiento de las primeras tres jornadas no haya
resultado un mero espejismo.
Ojalá esa imagen de conjunto y aquél funcionamiento que invitaba sin dudas
a la ilusión, constituya el punto de partida de la urgente e imperiosa
recuperación de un plantel de enorme potencialidad, pero que indudablemente ha
extraviado el rumbo futbolístico para, a caballo de aquellas primeras
performances puedan reestablecerse los óptimos niveles individuales perdidos y,
como consecuencia, acceder a la conformación del equipo que a la fecha jamás
pudo consolidarse, con la necesaria identidad y mística como para pelear un
torneo tan largo y complejo como la B Metro, con posibilidades ciertas de
triunfo y ascenso.
Porque, por ahora, plantel sobra y generosamente en nombres propios y
potencialidades..., pero EQUIPO falta y se torna cada vez más
preocupante.
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