miércoles, 6 de febrero de 2013

Buen punto, mal partido. A veces las estadísticas tienen sentido…

A veces las estadísticas tienen sustento, ya no como verdades reveladas, pero sí en tanto señales de alerta para la demarcación de tendencias o secuencias repetidas. Y es en este contexto, tanto para adoradores como detractores del número frío y fuera de juego de la matemática aplicada, que la previa de Estudiantes de Buenos Aires y el Deportivo Morón habría de señalar algunas líneas de tiempo que, más tarde trasladadas al terreno del “Ciudad de Caseros”, hallarían su correlato en tácticas futboleras y hasta en estados de ánimo.

Así las cosas, más allá de la performance inicial evidenciada por ambos en 2013 (dos triunfos para el Gallo, una por paliza en “Copa Argentina” y otra trabajosa en el torneo local, contra una derrota inesperada del “Pincha”, ante Tristán Suárez, en su única presentación por la “B” Metro), el local llegaba como el conjunto de mayor solidez numérica en su “fortaleza” de Caseros, a partir de una importante racha de nueve partidos sin perder en condición de local, con siete victorias consecutivas (y una sola caída en todo el semestre, ante Defensores de Belgrano por 3 a 1), hasta el cotejo del martes último frente al Gallito.

Por el contrario, el Deportivo Morón hace tiempo que sufre horrores cada vez que le toca salir del Francisco Urbano, con una estadística reciente de seis cotejos acumulados sin sumar de a tres (tres igualdades y la misma cantidad de traspiés), y tan solo un par de triunfos, en la fecha 2 ante San Telmo (3 a 1) y en la décima jornada frente a Colegiales y por 2-1. Al margen de registrar en condición de visita, algunas de las derrotas más dolorosas y preocupantes del primer semestre del actual torneo, no tanto por el resultado final reflejado en la “chapa” del encuentro, sinó porque constituyeron las profundidades abisales de la irregularidad de rendimiento que caracterizara el Gallo de junio a diciembre de 2012. En este sentido, las derrotas con Villa Dálmine, Chacarita (tras el “reencuentro” luego de catorce años), Témperley y Almagro sirven para graficar claramente los abismos individuales y colectivos por los que supo transitar un plantel, cuyos antecedentes y riqueza técnica debieron marcar desde el a priori, una diferencia de jerarquía con algunos rivales que sólo pudo plasmar en el Urbano, las veces que efectivamente hubo de lograrlo.

Y es precisamente aquí, donde la arbitrariedad antojadiza de las estadísticas comienza a reconocer su correlato en las cuestiones tácticas de un encuentro de fútbol, cuando un equipo como el Morón del “Gato” Norberto Salvador Daniele decide salir a esperar en su campo al “potente” (por lo menos en los números) dueño de casa, cediéndole casi desde el arranque del cotejo, terreno, balón e iniciativa, para intentar aguantarlo y neutralizarlo en su propia mitad del campo, a la espera de hilvanar una contra tan rápida como letal, confiando en las bondades de una de las ofensivas más temibles del torneo y, por lo tanto, potencialmente capaz de resolver por sí sola cualquier cotejo, por “chivo” que resultase y por supuesto, absolutamente prescindente de cualquier mínima referencia a eventuales nociones de búsquedas y merecimientos.

Tan sorprendidos como nosotros, ante la desusada rareza en la mezquindad táctica de un equipo de Daniele y frente a la novedad de un Deportivo Morón que privilegió resignar protagonismo para privilegiar el orden defensivo en su última línea, el “Pincha” de Fabián Nardozza no tuvo más remedio que salir a proponer, quizá mucho más de lo que cualquier equipo de Nardozza pretende y está acostumbrado, para luego de diez minutos iniciales de estudio y asentamiento en el terreno, disponer del dominio del balón casi a voluntad, aunque con una llamativa ausencia de ideas, salvo que la pelota se detuviera en los pies de Pablo Ruiz, el habilidoso volante zurdo de los de Caseros, a la sazón la figura de un aburrido primer tiempo.

Y sin embargo, por ese alto poder de fuego que el Gallo ostenta de tres cuartos en adelante, la visita dispondría de la mejor ocasión del primer tiempo, sobre la media hora del mismo, cuando una corrida vertical del Dante Zúñiga finalizaría con una soberbio remate desde lejos que, sólo la brillante intervención de Martín Ríos, impediría que el resultado fuese aún más injusto, para con un Estudiantes que carente de ideas, constituyó el único equipo en cancha durante ese primer período y en definitiva, el único que intentó ganar el partido, asumiendo el rol de protagonista que la visita increíblemente se dejara olvidado, quién sabe en algún rincón de la concentración en Open Door.

Pero cuando la etapa se extinguía entre la intrascendencia local y el temor de la visita, más allá de alguna revolcada de Alejandro Migliardi, Guillermo Santana, joven lateral por derecha del “Pincha” (otro de interesante rendimiento), sorprendería a todos con una escalada por su andarivel que, con la complicidad de una defensa relajada y permeable, le permitiría trepar hasta el área chica y con un par de buenos amagues mediante, redondear un golazo de otro partido, para sobre los ’44 darle la ventaja buscada y merecida al conjunto de Caseros.

A esta altura, en el entretiempo, ya varios nos preguntábamos si estábamos asistiendo a un desagradable “deja vu” colectivo de las peores tardes del equipo, durante el semestre pasado, pero con el agravante de una propuesta (o mejor dicho, su ausencia) llamativamente mezquina y futbolísticamente apocada, y en consecuencia, más propia de un técnico como Oscar “Cachín” Blanco –por citar sólo un ejemplo familiar-, que de un Norberto Salvador Daniele, que hasta ha resignado ascensos (en su cuota-parte, desde lo táctico, claro está) por no transigir jamás la generosa propuesta de atacar siempre, para comenzar a revolearla a la tribuna y dar la instrucción de tirarse al piso para ganar algunos segundos de tiempo.

De regreso a la tarde de Caseros y ya en el complemento, el Gallo debió adelantarse en el terreno, más por necesidad numérica que por convicción, demostrando tan sólo con eso que el partido estaba mucho más cercano de los que aparentaba en el primer tiempo, al generar en un par de minutos un mano a mano mal resuelto por Damián Akerman y, fundamentalmente, un retroceso táctico en el local que, con el mero atisbo de un Morón protagonista y en procura del empate, lo llenó de dudas desde el propio arranque.

Claro que la visita tampoco derrochaba ideas ofensivas, más allá del peso específico de sus individualidades, imprecisas e inconexas en la jornada del martes, y para colmo comenzaría a sufrir cada contra de los locales que, entre los ’15 y los ’25 de la segunda parte se encargarían de dilapidar un par de oportunidades inmejorables para cerrar el resultado, con motivos repartidos entre la ineficacia de sus delanteros y algunas acertadas intervenciones de “Chiche” Migliardi (a la larga determinantes para mantener con vida al Gallito hasta el cierre del cotejo), ante el retorno de un desorden y vulnerabilidad defensivos, que por conocidos y reiterados no dejan de preocuparnos y hasta a veces asombrarnos.

Pero cuando el partido parecía encaminarse a una derrota previsible, y como frente a San Telmo, una semana atrás, el “viejo lobo” que tiene el Gallito sentado en el banco, volvería a acertar con un cambio, en esta oportunidad a partir de la salida de Mariano Messera y el ingreso de Ramón Darío Abila. Sencillamente porque “Wanchope” le otorgaría al equipo la presencia física en el área, que hasta el momento no había tenido, con el plus de sacrificio y empuje que ya es marca registrada en el morocho cordobés, sin por ello resignar la cuota de fútbol que el equipo jamás tuvo, porque la actuación de Messera resultó nuevamente muy pobre.

Porque como en la previa del segundo tanto frente al “Candombero”, por exclusivo mérito de Abila y quizá un “efecto contagio” que su prodigalidad provoca, “Wanchope” generaría un desequilibro sobre la banda derecha del ataque, para enviar un preciso centro al segundo palo del área chica de Martín Ríos, que hallaría el frentazo goleador, (casi sobre la línea de sentencia del arco local), de un Mariano Matías Martínez que sin repetir actuaciones anteriores, se ha mostrado muy recuperado con relación a su pálida versión de 2012, tanto es así que alcanzó su tercer gol en el campeonato y el cuarto en el presente semestre, erigiéndose hasta la fecha en el máximo artillero del Gallito en lo que va de 2013.

Y hasta lo pudo haber ganado la visita, de haber tenido un poco más de resto y bastante más de ambición, en los minutos siguientes a la acción del empate, cuando el local acusaba aún el golpe y se mostraba tan confuso como permeable. Y hasta la pudo perder definitivamente el Gallo, si otra vez Alejandro Migliardi no se hubiese calzado la “pilcha” de héroe en los minutos finales, sosteniendo con un par de salvadas providenciales, una unidad que para entonces ya asomaba como buen negocio.

Un empate que, pitazo final mediante, sin dudas que constituiría un BUEN punto, en un MAL partido del equipo, reeditando las dudas y las performances fallidas de un conjunto que asoma desconocido cuando abandona el Urbano, único reducto donde se manifiesta ambicioso, vertical e insaciable en materia ofensiva.

Pero que, en contraposición, demuestra lo peor de su repertorio más allá del Oeste, con actuaciones individuales y colectivas para el olvido, pero fundamentalmente decepcionantes desde la propuesta futbolística y anímica. Quizá sea un proceso que demande algún tiempo, para lograr consolidar un equipo equilibrado dentro y fuera de casa, y que seguro de sus fuerzas, comience a cosechas buenos resultados, sin importar el rival ni la condición de local o visitante. Ocurre que si ese eventual y paulatino proceso de cambio se prolonga en el tiempo, lo más probable es que en el camino, tengamos que despedirnos definitivamente del sueño inicial del ascenso directo.

Y será que las estadísticas no son verdad revelada, pero sí que marcan tendencias, porque Estudiantes desde el martes prolongó su racha en Caseros, a nada menos que diez encuentros sin derrotas, mientras que el Gallito aumentó la suya a siete cotejos sin alegrías lejos de casa.

La importancia relativa de la matemática aplicada, sin dudas. Pero que, en el caso de Morón, encuentra su correlato en el plano futbolístico, y que hasta hoy lo aleja cada vez más de la cima, pero fundamentalmente, lo emparenta cada vez menos con un conjunto de punta y serio aspirante al título, capaz de ganar afuera o adentro, los partidos decisivos que cimentan el camino al éxito. Veremos qué ocurre en el futuro más próximo, porque el tren del campeonato no habrá de esperarnos por mucho más tiempo.

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