miércoles, 13 de febrero de 2013

Tan cerca y a la vez tan lejos: El contraste de los números con la realidad de juego.

Hace exactamente una semana nos referíamos a los problemas y complejos que enfrenta el Deportivo Morón, a la hora de jugar fuera de casa y, como contrapartida, lo cómodo que se siente en Brown y La Roche. También hablábamos de la injusticia de la unidad conseguida en Caseros, ante un Estudiantes de Buenos Aires, por momentos ampliamente superior, pero que en definitiva y a partir de una victoria posterior frente a Villa Dálmine, en la jornada siguiente, adquiría un significativo valor, aunque perdurase el sabor amargo de otra actuación colectiva para el olvido.

Pues bien, llegó el turno de recibir en el Urbano, al “Violeta” de Campana y, leyes de Murphy mediante, toda la ausencia de justicia derivada de la igualdad en el “Ciudad de Caseros”, habría de tomarse rápida revancha en nuestro estadio, con una derrota final por la mínima que, merecimientos de por medio, debió haber sido cuanto menos un piadoso empate. Si embargo se perdió, algo que no ocurría en casa, desde aquella lejana e increíble derrota frente a Flandria, con dos goles del “Canario”, para darlo vuelta casi en el final del encuentro. Lo único que no se modificó, en comparación con el empate de hace exactamente una semana, es lo mal que volvió a jugar el equipo, esta vez ante su gente y en el escenario que mejor le sienta, por lo menos en atención a los números de su rendimiento. El Gallo volvió a cometer errores infantiles en el fondo, no logró imponerse ni generar juego en el mediocampo y, consecuentemente, esporádicamente pudo arrimar peligro a la valla del ex Chicago, Agustín Gómez, paradójicamente y a pesar del triunfo final del “Violeta”, la figura excluyente de la noche del Oeste.

Con dos cambios nominales y una variante posicional, el Gallito pretendía acercarse, en la calurosa noche de carnaval en el Francisco Urbano, a un Atlanta que como único líder deja mucho que desear, razón fundamental para que este Morón y sus inexplicables vaivenes aún conserve el sueño matemático de pelear bien arriba, aunque hoy se halle fuera de todo y su juego se empecine en devolvernos a la realidad de un ascenso de complicado a milagroso.

Con el ingreso de Lucas Omar Rodríguez Pagano por Juan Martín Cadelago y la sustitución de Ramón Darío Abila en lugar de Mariano Messera, lo que determinaría el retroceso de Mariano Matías Martínez, para cumplimentar un función cercana al enganche o cuanto menos a un media punta, el Gallito intentaría salir como cada vez que lo hace cuando juega en casa, asumiendo el protagonismo absoluto desde el arranque e intentando presionar y ahogar contra su extrema defensa al rival de turno. Sin embargo, del otro lado se toparía con un Villa Dálmine que, si bien lejos del conjunto lujoso de la “paliza” futbolística sufrida en Campana, es sin dudas uno de los equipos que mejor tratan el balón en la categoría, a partir de los dos Pérez (Raúl, alias el “Dudy”, y su homónimo, aunque sin parentesco sanguíneo, Renzo), el “pelado” Esteban González y la peligrosidad ofensiva de Damián Salvatierra.

Pero así como se trata de uno de los mejores conjuntos de la “B” Metro, en el rubro “tratamiento del esférico”, también nos hallamos en presencia de un equipo innecesariamente mezquino y repulsivamente mañoso, todo ello facilitado por el accionar de un Angel Bracco, árbitro del cotejo, que se animó a sacar amarillas ante la utilización de la pérdida deliberada de tiempo, como metodología reiterada hasta el hartazgo en la visita, recién cuando el partido se le escapaba de las menos y el Urbano era una sola queja a gritos, como respuesta al repetido y descalificante accionar de un buen equipo, que no necesita del más puro “Bilardismo”, para intentar ganar con justicia un encuentro.

Del lado del Gallo, que es lo que nos interesa, las presión asfixiante de otras noches, en la climatológicamente agobiante jornada de martes, sólo duraría un suspiro, el mismo tiempo en que Mariano Martínez asumiera con algo de claridad la función asignada, ráfaga de buen augurio que habría de ir agotándose paulatinamente, con el correr de los minutos, a la par de la consolidación y asentamiento en el terreno, de una visita que iría creciendo a la par de las dudas y los nervios del local.

Sin claridad ni generación de juego, el Deportivo Morón volvería a poner en cancha lo peor de su repertorio, a partir de una defensa que no ofrece garantía de seguridad alguna, un medio aquejado por los bajos rendimientos y que no recupera ni anticipa y una delantera aislada e imprecisa, condenada a lucha en desventaja con defensores rivales rústicos, aunque innegablemente efectivos.

Y así se extinguiría la primera parte, con apenas un par de llegadas contabilizadas por el lado del Gallito, consistentes en un remate desde muy lejos, de Cristian Leandro González, que en procura de un mix de rechazo largo y centro casi de compromiso, por muy poco no termina clavando un golazo, que sólo la buena ubicación y repentización de Agustín Gómez pudo evitarlo. Minutos antes, en el único mano a mano de la noche, Damián Emilio Akerman lograría filtrarse entre los centrales de Dálmine, para revolearla a la tribuna a la hora de la errática definición.

De vuelta en el complemento, el “Violeta” se recostaría unos metros más atrás, apostando un pleno a la contra vía Salvatierra o González, siendo éste último factor preponderante de desequilibrio de nuestro última línea, con el mero y remanido recurso táctico de estacionarse sobre la derecha del ataque visitante, para aprovecharse de las falencias en la marca de Pagano y la “espalda” generosa de Dante Martín Zúñiga que, sabido es, juega más hacia el arco de enfrente que lo que retrocede hacia el suyo propio, elemento de desequilibrio colectivo compartido por su compañero, Claudio Martín Cabrera, sobre la banda opuesta.

Y precisamente, en una certera y afortunada contra, la visita hallaría la inmerecida ventaja, a partir de una habilitación larguísima del arquero que, lejos de ser rechazada por los medios o interceptada por los defensas del Gallo, terminaría en los pies de Damián Salvatierra quien, ganándole con llamativa facilidad a ambos centrales y ante la salida de Alejandro Esteban Migliardi, aún con una definición defectuosa le alcanzaría para abrir el marcador, sobre los ´17 del segundo tiempo.

Si Morón no había encontrado jamás los caminos para llegar al desnivel, con el encuentro igualado y la visita se había empecinado en hacer deliberadamente tiempo, con el cotejo en cero, fácil resultará imaginarse lo que significó el resto del cotejo para el Deportivo Morón, debatiéndose en vano con sus limitaciones y falta de ideas ofensivas, ante un Dálmine que de a poco resignaría cualquier posibilidad de liquidar el pleito, sumando cambios en su última línea, mientras su arquero demoraba cada saque de meta como si se tratase de la final del ”Mundial de Clubes”, enfrentando al Barcelona de Messi, Xavi, Iniesta y cía.

Con el cotejo tácticamente perdido desde hacía un largo rato, el “Gato” Daniele apostaría nuevamente a algún golpe de suerte devenido desde el banco de los relevos, aunque en esta oportunidad el “viejo lobo” no contaría con la fortuna de otras fechas, porque de los cambios realizados, sólo Armando René Lezcano le reportaría una mejora detectable, con mayor claridad ofensiva y verticalidad a la hora de atacar, y hasta contaría con una de las chances más nítidas del complemento, cuando un tiro libre magistralmente ejecutado por el “Pipi”, estallaría en el poste derecho de Gómez, cuyo rebote no pudo ser capitalizado por ninguna de las muchas camisetas del Gallo distribuidas en el área de Dálmine.

Cuando el cotejo se extinguía y Morón intentaba sin ideas, Damián volvería a contar con otra ocasión, el segundo grito de gol que no fue, en la noche carnavalesca del Urbano, tras conectar de cabeza un tiro de esquina, increíblemente rechazado por un Agustín Gómez que a esa altura ya se había calzado la “pilcha” de figura de la cancha y héroe popular de Campana.

El pitazo final de Bracco sorprendería a un Deportivo Morón que, sin dudas habría de merecer mejor suerte, pero que a diferencia de la tarde de Caseros, hace exactamente una semana, no contaría con la fortuna o la justeza en el último toque, para salvar cuanto menos un empate, que lo acerque un pasito al mediocre líder de la categoría.

En definitiva, la única razón por la que este Gallo errático y contrastante, aún desde lo matemático puede darse el lujo de seguir soñando con luchar bien arriba, en el marco de un campeonato tan chato que, de seguir así, deberá hallar algún campeón que triunfe por abandono…de los rivales. Lástima que, semana a semana, los desaciertos tácticos y bajísimo nivel individual y colectivo de este equipo, se empecine en devolvernos a la realidad y desanimarnos por completo de cualquier posibilidad cierta de regresar al Nacional.

Mientras, seguiremos esperando por una recuperación definitiva… No queda otra.




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