domingo, 1 de abril de 2012

Demasiado Estudiantes para tan poco Morón...

Bien parece que de a poco nos vamos acostumbrando a que nos pasen por arriba. Primero fue Platense, nada menos, que en '45 mereció hacernos seis y si no los hizo fue por obra exclusiva de Alejandro “Chiche” Migliardi, quien incluso resultó el responsable de mantenernos milagrosamente en partido hasta el mismo cierre del mismo. Luego fue el sábado último, donde nuevamente el “uno” y capitán del Gallito, a puro reflejo y revuelco, en complicidad con la ausencia de puntería de los delanteros y volantes de Brown de Adrogué, evitaron que el “Tricolor” dirigido por el clon de Don Ramón (Pablo Vicó) arribara al entretiempo con la ventaja de dos o tres goles que merecía, y que sin embargo recién promediando la segunda se materializaría y por la mínima, dejándonos con vida y esperanza nuevamente hasta el minuto '90, cuando la supremacía evidenciada por el local durante todo el juego, fuera tan contundente y abrumadora como inexistente la capacidad de reacción del Gallo, por lo menos hasta el minuto '30 del segundo tiempo. Sin embargo, nada resultaría comparable a los '45 iniciales del cotejo del último sábado, en el Francisco Urbano, donde un Estudiantes de Buenos Aires de muy buen pie y afiatado, lisa y llanamente nos borrara de la cancha, en una primera etapa a puro lujo y efectidad del “Pincha” de Caseros, que dominara total y absolutamente campo, pelota, acciones de juego y por supuesto, situaciones de gol, que fueron finalmente dos por imperio de ese monstruo sagrado que tenemos en el arco, llamado Migliardi, que realmente emociona verlo debatirse en soledad contra las virtudes ajenas y los innumerables defectos propios, que hacen que el balón regrese sistémicamente a sus manos, una y otra vez hasta vulnerar su sostenida y casi heroica resistencia.

Pasa que este Deportivo Morón, versión 2011/2012, por momentos da vergüenza propia y verdadera pena, al verse superado en múltiples oportunidades, por no decir en cada cotejo, futbolística, conceptual, táctica, anímica, y hasta físicamente, en lo indivual tanto como en lo colectivo, por casi todos los rivales de la categoría a los que le tocó enfrentar, haya ganado, perdido o empatado al cabo del encuentro y si tuvo que perder, lo haya soportado por goleada o por la mínima diferencia. Morón ha sido superado con claridad en muchísimos pasajes de esos mismos cotejos y en algunos hasta resultó vapuleado por sus rivales de turno, quienes si no supieron plasmar cabalmente dicha superioridad en los números y varios de ellos debieron sufrir hasta el pitazo final para alzarse con una victoria que jamás se supuso en duda, desde lo visto en el campo de juego, ha sido sólo por incapacidad y hasta “canchereadas” ajenas, propias de aquellos que al sentirse tan superiores y controladores de las acciones, deciden relajarse y “sacar el pie del acelerador”, tanto como por algo de vergüenza deportiva, voluntad, y mucho de Migliardi, Akerman y González, en cuotas parte suficientes como para que el marcador no resulte el fiel reflejo de las diferencias siderales evidenciadas en el terreno y, de paso, mantenernos casi siempre con la esperanza intacta en un empate, más propio de la imprevisibilidad ilógica del fútbol, que de mejoras en el rendimiento y mucho menos merecimientos verdaderos.

Y tal vez el “Pincha” haya sido la exacerbación de esta tendencia, con una superioridad en cada línea que, si bien ya no sorprende, no deja por ello de apenar y entristecer. Porque lo del Deportivo Morón ya roza la humillación nuestra de cada jornada que, por méritos de unos pocos actores propios y de la clemencia e indolencias ajenas, no terminan lastimando tanto en el resultado como sí en el desarrollo del juego. Morón es simpre menos que su rival, a Morón siempre se lo nota impotente. El Gallo siempre resulta un expectador de lujo del buen fútbol o las virtudes de conjunto de sus ocasionales rivales, y logra emparejar las acciones, en tanto y en cuanto sus oponentes se lo permiten, por desconcentración, exceso de confianza o sencillamente desidia. Pero por una u otra razones, el Gallo casi nunca logra imponer condiciones, ni erigirse en protagonista, asumiendo con resignación desde el vestuario su históricamente injusto rol de simple partenaire de turno, con la única virtud de saberse mantener siempre cerca en el marcador, a partir de “Chiche”, y con la perseverancia y paciencia de un ave de rapiña que aguarda “su” momento, es decir, cuando el que está enfrente se confía y baja los brazos, para intentar sacar algún rédito. Y sabido es que el Gallo no es un ave que viva de la rapiña, sino de imponer condiciones, máxime en gallinero propio.

Pero en este caso el que nos “pisó” fue Estudiantes, que nos borró por completo del Urbano durante no menos de '35, en los cuales nos convirtió dos verdaderos golazos, de excelente factura individual y de conjunto (más allá de las ventajas u horrores defensivos, marca registrada de este equipo y gentileza habitual en cada compromiso) y pudo haber concretado un par más, de no mediar nuevamente la figura excluyente del mejor arquero de la categoría que, por injusta paradoja del destino e impericia de sus compañeros de defensa, registra una de las vallas más vencidas del campeonato.

Porque quizá en este punto y en una primera lectura, en especial al calor del epílogo reciente de un partido lejísimo en el desarrollo, aunque cercano en el resultado, y que hasta pudo empatarse tras el descuento de Damián Akerman (para concretar su gol 96 con la casaca del Gallo, el octavo en la presente y escuálida temporada y el décimo que le convierte a los de Caseros, sin lugar a dudas su “víctima” predilecta en materia goleadora), cualquiera estaría tentado de preguntarse por qué el Deportivo Morón debió esperar hasta estar dos tantos abajo para reaccionar y tomar cierto protagonismo en el partido?. Sin embargo, un análisis posterior, mucho más frío y tal vez con mayor ajuste a la realidad, nos indicaría seguramente un diagnóstico muy distinto: Morón no despertó tarde y se acordó de ganar con el score 0-2, el Gallo comenzó lentamente a adquirir protagonismo en la misma medida que su rival se lo cedía, confiado en su supremacía apabullante y la certeza de controlar las acciones y los tiempos de manera tal que, cuando se lo propusiese, sería capaz de ampliar el marcador, sin importar lo que el Deportivo Morón intentase hacer o pudiera oponerle.

Y es allí, precisamente, en ese “pecado” de soberbia y de negligencia que cometiera el visitante, desde donde el local habría de aferrarse para con algo de empuje, mucho de vergüenza y casi nada de fútbol, comenzara a llegarle con desorden pero también con peligro al arco contrario, ante la pasividad de un Estudiantes que quizá comenzaba a administrar energías para su nuevo compromiso del próximo martes, o tal vez se sintiera tan a gusto con el desarrollo del juego y tan dominador de las acciones, que inconscientemente y por mero imperio de los merecimientos, creyó estar goleando también en los números, un cotejo que administraba con holgura pero que en definitva sólo ganaba por 2 a 0.

Y así, de tanto ir, llegaría nomás el descuento. Y así también, casi por inercia y empujado por el público, se estaría a tiro de un empate que, en el reino imprevisible de un fútbol que no sabe de justicia, hubiese resultado demasiado premio para Morón y excesivo castigo para Estudiantes.

Sólo resta aguardar el final de este triste torneo, alcanzar alguna cifra final significativa de puntos (40 como escenario de mínima y 50 como dudoso objetivo de máxima) y seguramente vencer a Nueva Chicago en el Urbano, en la anteúltima fecha, despojados de cualquier peregrina esperanza de clasificación a un reducido, que sólo un verdadero milagro, más “Chiche”, Damián y González podría devenir en una posterior promoción con destino a la “B” Nacional.

Mientras tanto, de aquí y hasta el cierre de temporada, crucemos los dedos para soportar lo menos posible noches como la del último sábado, porque si no es bueno acostumbrarse a perder seguido, resulta decididamente indigno resignarnos a que nos vapuleen de local o visitantes, en cada nuevo compromiso de este cruel campeonato 2011/2012 de la “B” Metropolitana.


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