miércoles, 31 de octubre de 2012

Bienvenidos al tren (del sueño "Nacional")

Y luego de varios intentos fallidos, finalmente el Gallo pudo abordar uno de los tantos trenes de la "alegría", que este generoso y mediocre torneo de la "B" Metro ha sabido despachar fecha tras fecha, con destino a la cima de un campeonato irregular y que amenaza con consagrar al conjunto que apenas logre despegarse de la medianía general..., o lo que es lo mismo: el menos peor.

Así las cosas, el Deportivo Morón llegaba al cotejo de la noche del martes,  en el regreso y despedida definitiva de Central Córdoba de Rosario del Francisco Urbano, con las alforjas llenas de dudas recurrentes e urgencias repetidas, tras la derrota agónica frente al débil Almagro en Villa Raffo, y las consecuentes ratificaciones públicas o tácitas de continuidad en los caminos, los proyectos y sus ejecutores principales (léase, cuerpo técnico).

Con el único cambio de Lucas Rodríguez Pagano por la lesión de Lionel Coudannes y el obligado movimiento táctico de Dante Zúñiga hacia el círculo central, más la ratificación de Ramón Abila, a pesar de los goles desperdiciados (y más tarde, padecidos en el resultado final) en la jornada pasada y la novedad de la inclusión entre los relevos del juvenil Matías Orihuela, el Gallo comenzó el encuentro como la mayoría de los disputados en el Urbano, ejerciendo el protagonismo con ambición y la búsqueda de sociedades y generando lo mejor de su juego y las mejores chances, a partir de una presión asfixiante.

Y de esta manera llegaría a la apertura del marcador, sobre los '23, cuando tras  una habilitación un tanto imperfecta de Claudio Martín Cabrera, Damián Akerman (¿quién otro, sinó?...) supiera corregir la trayectoria para anticipar en el mano a mano a Juan Cruz Leguizamón, el "rastafari" arquero visitante.

Lástima que Morón no logra sacar diferencias y ampliarlas o al menos mantenerlas, cuando más lo merece y justifica, puesto que en una réplica aislada en este partido, pero repetida hasta el hartazgo en muchos de los anteriores, una pelota en profundidad y en cortada de la ofensiva rosarina, ante una zagua central del Gallo tan estática como en línea, dejaría increíblemente cara a cara a "Chiche" Migliardi con un remate furibundo del Nicolás De Bruno (el enganche y valor más destacado del "Charrúa"), generando una tapada formidable del "estoico" uno del Gallito,  no acompañada por sus compañeros de defensa para reventar el rebote al córner, pasividad que permitiría el cabeza goleador de Héctor Alvarez para un inmerecido empate de Central Córdoba, a los '33.

Ya en el complemento y con el paso de los minutos, Morón volvería a mostrar su peor rostro, cuando entre el agotamiento de varias piernas y el nerviosismo colectivo, potenciados por la impaciencia que proviene del afuera, hacen que las ideas se eclipsen y los caminos erráticos se reiteren, mientras el equipo es alcanzado por el desorden, la desconfianza en las propias virtudes y  en definitiva, un estado de descontrol y confusión táctica, que torna peligroso a cualquier rival ordenado, sereno y atento para la contra.

Y ese fue, precisamente, "Córdoba", que lejos de constituir un elenco lujoso y vistoso, se halla mucho más cerca de un conjunto compacto, abnegado y solidario y que, de haber tenido mayor contundencia, en los últimos '25 de partido, se podría haber llevado de vuelta a " Rosagasario", tres puntos impensados durante los primeros '45.

Porque la visita tuvo sus chances y estuvo cerca, diferencia no cristalizada en el resultado, para fortuna del Gallo, gracias a la impericia de sus delanteros, alguna intervención oportuna de Migliardi y hasta un despeje providencial del debutante Orihuela.

Del lado del Gallo, cada vez resulta más evidente que el problema de la DEFENSA y sus flaquezas, se halla paradójicamente en el MEDIO, y en particular por las bandas, más allá de altos y bajos en los rendimientos individuales defensivos, con Juan Martín Cadelago entre los primeros y un irreconocible Cristian González, entre los segundos.

Y decimos esto porque ni Martín Cabrera por derecha, ni mucho menos Lucas Rodríguez Pagano por el sector opuesto, generan alternativas ofensivas ni solidaridad en la última línea. Resulta insoslayable el bajo nivel de ambos volantes que no aportan soluciones por sus carriles, ni trepando por sorpresa para generar desequilibrio en ataque, ni retrocediendo con rapidez para dar una mano en defensa, o cuanto menos ocupar el espacio y acompañar la proyección sucesiva de sus rivales.

Menos mal que el Deportivo Morón tiene al AS de espadas en el área rival, que si le dejan o le queda una sola, simplifica el partido más "chivo" con la prepotencia de sus goles: corría el minuto '41 del complemento y parecía que, en el mejor de los casos, este manojo de nervios, llamado Morón, en el mejor de los casos no iría a perder el encuentro, en la última bola, como frente a Flandria o Almagro... Hasta que de un centro sin convicción, enviado por Cabrera, Gustavo Britos (que había reenplazado a un irresoluto "Wanchope" Abila), con generosidad le baja de cabeza el balón a Damián Akerman (cuando el "Melli" bien podría haber buscado el cabezazo franco al arco), para por el vértice opuesto volver a anticipar a Leguizamón, esta vez por arriba, para su gol 110 con la del Gallo, el decimocuarto en la temporada y, fundamentalmente, el 2 a 1 y delirio en el Urbano.

Para volver al triunfo, tras dos partidos sin halagos y subirse de una vez al tren de las oportunidades de liderazgo, dentro de un torneo cuya irregularidad y mediocridad, permite que este Morón endeble y conflictuado, se sitúe a tres unidades de la cima y se permita de pleno derecho soñar. 

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