Esto significa, en términos mundanos, que quienes dirigen
los destinos de terceros, por su rol o posición de privilegio, y determinan,
deciden o articulan las políticas, entre dos o tres actores sociales, reunidos
entre cuatro paredes, invariablemente terminarán por gobernar para unos pocos,
en detrimento de unos cuantos.
Así las cosas y en vísperas de un nuevo proceso eleccionario
en el Deportivo Morón, con fecha prevista para el venidero domingo 8 de junio
del corriente, resulta interesante subrayar algunos puntos, con relación a la
conformación de la lista oficialista, que procurará la reelección del actual
presidente de la institución, Diego Spina; a la sazón, la única alternativa
puesta a consideración de los socios habilitados para sufragar, en la jornada
referida, en ausencia (hasta el momento y una vez vencido el plazo máximo para la oficialización de listas de candidatos) de otras propuestas de cambio u oposición a la
continuidad del mandato aún vigente.
En primer término, no debe pasarse por alto que, para el auténtico
fortalecimiento de la democracia interna de nuestro club, jamás resultará
benéfico ni auspicioso la falta de alternativas electorales a la lista
oficialista, dado que, en este contexto, lo que debiera constituir un acto
eleccionario para la renovación de autoridades, habría de convertirse en un
mero plebiscito de la gestión preexistente, anclado seguramente en una
legalidad incontrastable, aunque con una legitimidad relativa, dada la
imposibilidad de contraponerla en las urnas, con otras propuestas diferentes.
Al mismo tiempo, y con relación a la conformación de la
única lista, de cara a la elección del próximo 8JN, debemos concluir que una
vez más y en coincidencia con el sesgo que caracterizara a la gestión de Diego
Spina, en los últimos dos años, las “formas” han resultado prescindentes y
anecdóticas, por imperio de los intereses, las necesidades y las urgencias
personales y sectoriales.
En efecto, a caballo de una imprescindible renovación
dirigencial, avalada por una amplísima mayoría de la masa societaria y con un
consenso abrumador dentro del “Mundo Morón”, a nuestro criterio, el oficialismo
una vez más ha pecado de provocar los cambios “de prepo”, y sin el debido
proceso de “selección natural”, para arbitraria e inconsultamente, borrar de un
“plumazo” a los dirigentes históricos del Gallo; equidistantes de valoraciones
personales, otrora fundamentales desde el propio “spinismo”, para la
construcción de una lista de unidad, hasta hace sólo dos años, en tanto condición
sine qua non para el desembarco y salvataje institucional, por parte de los
enviados del ejecutivo comunal.
Para que quede claro, puesto que nunca falta el “desorientado”
que malinterpreta nuestras palabras, desde este espacio no se pretende defensa
alguna de una camada de dirigentes que hace rato debiera haber dado un paso al
costado, en observancia al factor generacional y los años en la función dentro
del club, con diferentes grados de desgaste y hasta desprestigio (en algunos
casos particulares) entre los socios y simpatizantes, a raíz de la repetición
durante años, de los mismos errores en materia deportiva, que devinieran en más
de dos décadas de fracasos futbolísticos; lo cual no habilita ni convalida, sin
embargo, en ningún caso y de modo alguno, el “ninguneo”, el destrato y la flagrante
falta de respeto a la que resultaran expuestos.
Por lo general, en las instituciones serias de nuestro
medio, donde las clases dirigenciales han sabido situarse a la altura de los
acontecimientos y urgencias del momento, a fin de garantizar la armonía interna
y en definitiva, el destino de grandeza del club que dicen amar y cuentan con
el honor de representar, esta clase de necesaria renovación directiva hubo de
generarse de manera natural, progresiva y no traumática, validando los aciertos
de los antecesores y corrigiendo los vicios y metodologías erráticas; en la
búsqueda de una sinergia oportuna y virtuosa entre la experiencia en retroceso
y el empuje de las nuevas generaciones y tendencias modernas y superadoras.
Claro que, para acceder a ese estadío de madurez esperable
en cualquier clase dirigente, es menester previamente, contar con un alto grado
de grandeza de los salientes, y un modo de conducción abierta a los consensos
entre quienes los sucedan en el tiempo; algo que en nuestro caso brilla por su
ausencia, tras la evidencia irrefutable de dos décadas sin alternancia ni pasos
al costado, y una actualidad signada por la falta de autocrítica, los
personalismos extremos y una metodología de conducción autocrática y
ensimismada.
Un caso testigo de las consecuencias nefastas que originan
estos cambios bruscos, “de prepo” y sin transición alguna en el seno de las
cúpulas dirigenciales, sin dudas que lo constituye el Club Atlético
Independiente, que tras años de frustraciones y de desmanejos financieros,
impulsara el triunfo electoral de la “Agrupación Independiente Místico”, a
través de Javier Cantero; una “cara nueva”, proba y sin máculas en el “Mundo
Rojo”, aunque carente de experiencia alguna en la gestión directiva, y en
definitiva, emergente coyuntural de una mayoritaria y genuina expresión de
hastío y descontento societario, una vez concluida no sin escándalo, la
vergonzosa presidencia de Comparada, de inocultables vínculos con “Bebote”
Alvarez y la barra brava, socios y al mismo tiempo empleados de su comisión
directiva.
Repasada su azarosa génesis, demás resulta ahondar en su
apogeo y posterior debacle, que hoy ha defenestrado la otrora figura incólume
de Cantero, y hasta ha posicionado al propio “Bebote”, como candidateable a la
presidencia de un Independiente sin rumbo institucional, hundido económicamente
y en lo deportivo, en el momento más vergonzante de su rica historia.
Por todo ello, en este instante, recordamos otra frase, que
quizá clarifique algunos de los puntos que hemos querido subrayar, con vistas a
nuestro 8JN: “el camino del infierno se halla empedrado de buenas intenciones”.
Proverbio más bíblico y menos político, lo que intenta es
advertir sobre los peligros de exponer a una clase dirigente emergente, de
comprobada idoneidad, sobrados méritos y mejor futuro, así como de reconocida
probidad y amor incondicional por el Gallo, a quedar rehenes de una construcción
de poder que poco tiene que ver con la institución, su gente y su historia; y
tal vez mucho, con intereses sectoriales y ambiciones personalísimas, en la
consecución de objetivos de otra índole, absolutamente ajenos a nuestro
maravilloso club y sus destinos de indubitable grandeza.
En definitiva, ojalá algún día,
este proceso de "renovación de prepo" e inconsulto, como todo en la
actual gestión de Diego Spina, se complemente con una segunda e indispensable
etapa, donde sólo perduren los mejores y, fundamentalmente, los de verdadero e
inequívoco ADN del Deportivo Morón.
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