Y decimos esto porque anoche, precisamente en el mejor
partido desde la llegada de Salvador Pasini a la dirección técnica del Gallo,
por rara paradoja, Morón cayó injustamente frente a Témperley, por 2 a 1, en el partido postergado
de la 32º fecha de la “B” Metro; tal vez pagando costoso tributo a los graves errores
en defensa y la falta de profundidad en ofensiva, pero al mismo tiempo, a una
suerte que le fuese tan amigable en otras tardes o noches (como en Ezeiza, o en
nuestro estadio, frente a Colegiales y Atlanta), que invariablemente debía
resultarnos esquiva, más tarde que temprano, para equilibrar vaya uno a saber
qué balanza universal entre lo justo y lo injusto de la vida aplicada a lo
futbolístico.
En efecto, sin llegar a ser un “dechado de virtudes”, ni
nada semejante, frente al “Gasolero”, el Morón del “Tano” Pasini redondearía su
mejor imagen y producción de los últimos seis encuentros, justificando del minuto
cero al noventa, los merecimientos de al menos un empate, ante un rival que
pese a su ubicación en la tabla y la categoría de los jugadores que integran su
plantel, resultaría el más amarrete y egoísta para con el espectáculo y el
mismísimo fútbol.
De entrada nomás, el Gallo plantearía la misma receta que le
diera tan buenos y rápidos resultados en Ingeniero Maschwitz, a partir de una
acertada presión en el medio, para salir rápido por las bandas, a través de Gastón
Sánchez por derecha y el incansable Mariano Barbieri por el carril opuesto, sin
lugar a dudas el mejor sector del campo para generar pequeñas sociedades
futboleras, con las subidas de Matías Orihuela y los solidarios retrocesos de
Mariano Martínez.
Cierto es que, la ofensiva de Morón no repetiría la
asombrosa contundencia exhibida en el “Estadio Armenia”, ni los sólidos
defensores del “Celeste” se asemejarían a la permeable última línea del
conjunto de la colectividad Armenia. Para colmo de males, y cuando el Gallo
comenzaba lentamente a imponer su juego y arrinconar al equipo de Ricardo Rezza,
contra el arco de Federico Crivelli, Juan Cruz Leguizamón dejaría en evidencia
que es humano y que como todos, en especial los arqueros, resultan susceptibles
de vivenciar alguna que otra noche “negra”.
Así las cosas, y en su primera aproximación medianamente
seria al arco del Deportivo Morón, la visita se toparía con una sucesión de
dudas y “regalos” tan irresistibles, en el área menor del Gallo, que no tendría
más opción que aceptar las “generosidades” ajenas para convertir la inesperada
apertura del marcador: tras un centro largo y casi de compromiso enviado por
Leonardo Di Lorenzo, para el siempre complicado Luis López, que entre las
indecisión de Emiliano Mayola y Ariel Otermín, a la hora del rechazo de cabeza
y un Leguizamón atornillado al piso, resultaría “ganancia de pescador” para
Gastón Corado, a la sazón la “pesadilla Celeste” para la última línea de Morón.
Y si con el cero a cero, el “Gasolero” había resultado
cauteloso y avaro desde lo futbolístico, con la mínima a su favor y de la
azarosa forma conseguida, los del Sur se replegarían bien cerca de su arquero
(quien mantuviera un contrapunto con la parcialidad local, desde el
calentamiento previo), apostando a la seguridad de sus centrales, en particular
del “Tonga” Gastón Aguirre, para convertir por momentos a su última línea, en
un auténtico frontón.
Claro que Morón facilitaría la labor de contención de
Témperley, al equivocar siempre los caminos y no hallar jamás la profundidad
necesaria, como para poner cara a cara a uno de sus delanteros, con el buen
arquero de la visita, quien debería ser informado por Pablo Dóvalo, a raíz de
sus actitudes provocadoras para con la cabecera popular local.
Ya en el complemento, Salvador Pasini debería prescindir de
Mariano Martínez, quien pareciera estar “alquilado” a la hora de los golpes y
las lesiones (en esta ocasión con un corte en su cabeza, tras un choque con
Leonel Barrios), para intentar con el ingreso de Pablo Vacaría, un mayor
acompañamiento en ofensiva, para un Damián Akerman vuelto a lidiar solo con los
defensores rivales.
Sin embargo, y a pesar de la referida falta de profundidad
en el arco contrario, el mayor problema que evidenciaría el Gallo, en la
desapacible noche del Nuevo Francisco Urbano (según parece, frente al
“Gasolero”, si no es con llovizna, lluvia o aguacero, no vale…), volvería a
situarse en su defensa, que a poco de iniciado el complemento, reiteraría
fallas garrafales para permitir el segundo tanto de la visita, en idéntica cantidad
de incursiones ofensivas; nuevamente a través del “siete Celeste”, Gastón Corado,
con la complicidad de nuestra permeable última línea y la salida desacertada y
extemporánea de Juan Cruz Leguizamón, en su noche “negra”. (¿Alguien, en su
sano juicio, sería capaz de “caerle” al rosarino, luego de las actuaciones
consagratorias y decisivas que ha tenido hasta la fecha, más allá de su
responsabilidad ineludible en ambos goles?..., creemos sinceramente que no).
Con el 0-2 a
cuestas, tan falso en el desarrollo del cotejo, como “moneda de tres pesos”, y
con Gerardo Martínez en cancha (en lugar de Gastón Sánchez), para colaborar con
un recuperado Dante Zúñiga en la generación de juego, el Gallo no se
desmoronaría, máxime tras el golazo de tiro libre de Damián Akerman, sólo un
par de minutos más tarde; para procurarle mayor justicia al resultado y a la
noche inolvidable (una más…, y van?...) de nuestro goleador histórico y jugador
insignia de la última década, al convertir su gol 136 con la camiseta del Deportivo
Morón, y que a partir del miércoles 30 de abril de 2014, lo tendrá además como
el futbolista récord en cantidad de presencias, con nada menos que 309 partidos,
aventajando al recordado paraguayo, Enrique Omar “Coco” Cuenca Zaldívar.
Pese al envión anímico del descuento, el Gallo debería
hacerle paulatino frente a otro adversario silente y complejo, como lo fuera el
cansancio del maratón de encuentros acumulados, que en conjunción con la falta
de ideas propias y el cerrojo defensivo implementado sin pudores por el equipo
de Rezza (de haber podido, hubiesen colocado hasta el bus que los transportara
hasta el Oeste, con tal reforzar el propio arco), derivarían en el
desdibujamiento de un encuentro que jamás brilló, pero cuanto menos resultara
entretenido.
Sin demasiadas chances claras para alcanzar la hazaña, este
Morón de Salvador Pasini agotaría sus reducidos recursos con vergüenza, actitud
y sacrificio, mereciendo sin dudas algo más de suerte, ante un rival pragmático
y amarrete, aunque contundente, que supo sacar ventajas de los horrores
defensivos del Gallo, alzándose con un premio quizá excesivo, en comparación con
su mezquina propuesta futbolística.
Pero es que el fútbol tiene estas cosas, y no por nada lo
han bautizado, entre tantos otros términos, a lo largo de los años, acuñados
por relatores, comentaristas, periodistas gráficos y hasta escritores, como “la
dinámica de lo impensado”.
Y es que en su mejor partido, desde la llegada del “Tano”
Pasini a la dirección técnica, el Gallo vería truncarse su triunfal racha de
cinco victorias consecutivas, quizá como contrapartida necesaria o alguna clase
de “vuelto” divino, a tanta fortuna dispensada (y disfrutada) en alguna de las
contiendas anteriores.
Desde lo numérico, sólo restan seis unidades para
desentenderse por completo e independientemente de terceros, de ese compañero
de viaje tan indeseado como lo ha sido el promedio, durante esta extensa y por
momentos tortuosa temporada. De aquí en adelante, restan cuatro finales y Morón
seguramente dará batalla hasta el final del torneo, con tal de subirse al tren
del Reducido, en la ilusión del anhelado (y demorado) retorno a la “B”
Nacional, tras prolongada espera.
Esta vez no hubo milagro, pero desde ya que el crédito
continúa abierto. En lugar del séptimo, descansó al sexto (partido).
“San Salvador” Pasini,
Bendito tú eres…
Entre todos los técnicos,
Morón es contigo…
HAGAN LIO.
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