miércoles, 6 de abril de 2016

"Cuando la suerte que es grela"...

En el contexto del fútbol, la "suerte" suele constituir una noción difusa y hasta engañosa. En rigor de verdad, el "azar" o la "liga" futbolística, suele ser utilizada como la primera excusa a mano, a la hora la justificar públicamente, las buenas intenciones no debidamente llevadas a cabo.

Sin embargo, en partidos como el del último martes, entre el Deportivo Morón y Flandria, la consabida "suerte" adquiere ribetes de determinante indeseable e imponderable incalificable, ante un desarrollo que debió claramente inclinarse para el lado del Galllito y que, por mera obra del "azar" ausente o adverso, terminó por incidir en un cero a cero absolutamente mentiroso e injusto, para los merecimientos exhibidos por uno y otro.

Porque el equipo de Walter Otta hizo absolutamente todo para ganar el partido, salvo el gol que le hubiese deparado esa alegría en lo efectivo, siendo ampliamente superior a su adversario, en especial, durante el primer tiempo, donde sólo la injerencia inoportuna de los palos y el travesaño, en favor del "Canario", más algunas buenas intervenciones de Leonardo Griffo, arquero de Flandria, y una falla garrafal del arbitraje vergonzoso de Carlos Stoklas, privarían a Morón de un triunfo ampliamente merecido, incluso, por un par de tantos de diferencia.

Con la presión alta acostumbrada, que tan buenos dividendos le redituara ante Talleres de Remedios de Escalada, durante su anterior presentación en el Nuevo Francisco Urbano, un Morón necesitado de triunfo, tras su visita con derrota a Vicente López, bien temprano en el partido, a los seis minutos de iniciado el encuentro, avisaría de sus intenciones y ambiciones ofensivas, primero con un remate furibundo de Cristian Yassogna en el palo, y más tarde, con el travesaño que le negaría la apertura a Javier Rossi.

Dominador absoluto de las acciones, podría decirse que prácticamente a placer o voluntad, el renovado buen juego del Gallo se centraría en otra actuación sobresaliente de ese talento inagotable, llamado Rodrigo Díaz, bien secundado por otro buen partido de Emmanuel Giménez (jugador de otra categoría, no nos cansaremos de decirlo), más el correcto acompañamiento de Cristian Lillo por la banda izquierda (ingresado en reemplazo de Damián Toledo), y el esperado regreso de Nicolás Minici que, además de clausurar su banda, demuestra siempre la sana intención de ir para adelante, con criterio, acierto y decisión ofensiva.

Mientras Morón "apretaba" a su rival contra su área, e intentaba generar el desequilibrio a partir del juego asociado y criterioso, con el "Rengo" Díaz como estandarte, el visitante sólo opondría una resistencia férrea y escalonada, bien cerca de su última línea, tanto es así que su primera llegada hasta los confines de Milton Alvarez, recién habría de producirse a seis minutos para el final del primer tiempo, con un remate de Camacho, desde afuera del área, controlado sin contratiempos por el "uno" del Gallo.

En el complemento, y quizá como consecuencia del desgaste y la búsqueda infructuosa de los primeros '45, al regreso de los vestuarios a Morón le costaría varios minutos poder hacer pie en el terreno, permitiéndole a Flandria salir del asedio constante del primer tiempo, para manejar un poco el balón, aunque sin generarle acciones de riesgo a una mejorada defensa del Gallito.

A partir de los '20 del segundo tiempo, y cuando el conjunto de Otta retomó las "riendas" del encuentro, una jugada determinada terminaría por sentenciar la "suerte" esquiva de un Morón, sin "liga" y de "culo" para la "taba": ante una acción de inobjetable penal, en que Gerardo Martínez fuera "tumbado" a centímetros del arco, y en franca ocasión de gol, un impresentable Carlos Stoklas desestimaría la infracción, al tiempo de potenciar su absurdo error, penando con amonestación, lo que él considerara como simulación, para expulsar a Gerardo Martínez por doble amarilla.

A pesar de ello, y con más amor propio que fútbol y "piernas", un Morón cansado y en inferioridad numérica volvería a procurar una victoria largamente justificada durante todo el cotejo, generando otras tres o cuatro acciones manifiestas de gol, dilapidadas una a una, entre la falta de puntería de los delanteros, las oportunas intervenciones de Griffo y esa cuota de "fortuna", ausente sin aviso en el Nuevo Francisco Urbano.

Con el pitazo final de Stoklas, el Gallo pagaría demasiado caro sus buenas intenciones sin potencia ofensiva y al mismo tiempo, un "Canario" tan avaro como utilitario, habría de volverse con demasiado "premio" para Jáuregui.

De naturaleza difusa, muchas veces, y hasta fuente inagotable de las mayores excusas, otras tantas, esta vez la "suerte", esa "aliada" ausente desde hace 26 años, volvió a darnos la espalda para convertir un triunfo amplio y merecido, en un empate cero a cero y mal avenido.

Esto es Morón..., y ya estamos (mal) acostumbrados a la ausencia de "fortuna".


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.



                         Foto: exclusiva, Osvaldo Abades (h).

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