sábado, 30 de abril de 2016

Sabor a nada.

Morón empató en el final ante Estudiantes y desperdició una oportunidad para pelear el título. Sin fútbol ni ideas, rescató un empate en la última jugada.  La semana próxima recibiremos a San Telmo en un duelo que resultará decisivo.

En la gélida tarde de viernes, Morón tenía la chance de decir presente en la lucha por el torneo. Lejos en la tabla, con la gente alejada de las tribunas (por la costumbre de días y horarios ridículos) y ante un rival pobre, todo parecía listo para ratificar lo hecho ante Fénix la semana pasada. El inicio del encuentro lo vio protagonista, con Díaz como eje creativo y Giménez como el motor del medio. A los 5’, Toledo remató y Pucheta desvió al tiro de esquina en gran manera.

La posesión y posición eran de Morón. Como viene sucediendo Martínez estaba más atrasado y Díaz sobre la banda izquierda. Su rival, quien estoico aguantaba (y aguantó) en defensa, encontró a los 20’ un premio excesivo: un centro desde la izquierda encontró a Pellegrino sólo, tras HORROR defensivo, para definir sin problemas ante Alvarez. Desde ese momento el mundo se le vino abajo a Morón. Se refugió en pelotazos, propuso un fútbol sin sorpresa y jamás abasteció a Rossi.

El ingreso del juvenil Pardo resultó trascendental en un equipo previsible. Ubicado en la banda derecha fue quien generó una rebeldía y un dejo de entusiasmo en medio de la desazón. La tonta expulsión de Maraschi en el visitante no modificó en absoluto la tónica del juego. El local tan sólo llegó al arco rival a partir de dos cabezazos de Mayola y Jerez. Cuando el partido moría, una mano en el área lo resucitó. Penal. Expulsión. Gol de Giménez. Final del partido. Sabor a nada.

Morón nuevamente no dijo presente en una cita importante. La “limosna” que representó el empate ante Estudiantes sembró demasiadas dudas. ¿Sirve jugar siempre con “dos enganches”?, ¿Por qué a Morón le llegan poco y le convierten fácil?, ¿Se terminaron las oportunidades?. Más que responder a estas preguntas, mejor preferimos atenernos a la ilusión. Sí, la misma de siempre. La ilusión que nos condena hace largo rato.



Matías Andrés Colinas.



                                  Foto: exclusiva, Osvaldo Abades (h).

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