martes, 31 de mayo de 2016

Del infierno a la esperanza..., sin escalas.

En la foto alusiva, del abrazo bien apretado de los jugadores de Morón, luego del gol del trabajoso triunfo del Gallo, frente a Acassuso en el "Ciudad de Vicente López", por obra de una gran diagonal y mejor definición desde afuera del área, de Junior Leandro Mendieta, una de las figuras del partido, se sintetizan muchas sensaciones y emociones, pero fundamentalmente, constituye el símbolo exacto de un plantel que supo sobreponerse a infinidad de contratiempos en los últimos seis meses, y en definitiva, que logró hacerse fuerte en la adversidad límite del caos institucional y mafioso, para vencer al chantaje de los violentos y al amedrentamiento delictivo, de aquellos simples delincuentes travestidos de socios e hinchas.

Porque este plantel y cuerpo técnico, que jamás supieron lo que es cobrar un mes de sueldo entero, en una sola "cuota" y en efectivo, debió sufrir el miércoles pasado la última frontera de la irracionalidad humana, poniendo en juego la vida y la integridad física de todos sus integrantes, a merced de un club decididamente a la deriva y coptado por los violentos, aquellos que todo el mundo conoce y reconoce a diario, transitando por sus pasillos, como si se tratara de sus legítimos dueños, salvo a la hora de responder a las requisitorias judiciales y las declaraciones públicas a los medios.  

Pues bien, esos mismos muchachos, hartos de andar hartos de escuchar promesas dirigenciales vacías, salieron este lunes nuevamente a la cancha, con toda esa carga de temor y cansancio moral a cuestas, para demostrar una vez, como la han hecho tantas veces a lo largo de este semestre, que los une y potencia una fortaleza individual y de conjunto admirables, la misma que los mantiene "vivos" en la pelea de fondo por el campeonato, a pesar de todo lo que les ha tocado vivir, por imperio de una entereza única en su tipo, propia de los hombres ejemplares y los grandes grupos, y del respeto a sí mismos, a sus afectos y a cada una de aquellas almas que, con idéntico escudo sobre el pecho, valoran y aplauden su esfuerzo, más allá del resultado final que les depare el destino venidero.

Por eso Morón salió decidido a ganar el partido en Vicente López, como lo ha hecho desde el comienzo de temporada, en todas las canchas que ha transitado, con variada fortuna futbolera, gracias a la propuesta generosa de Walter Otta, quien además ha demostrado tener una cuota de humildad importante, para reveer sobre la marcha y pese a sus convicciones, aspectos de juego que pudieran resultar contraproducentes para la consecución exitosa del objeto supremo de grupo.

Dentro de un primer tiempo donde se prestarían la pelota, y los pocos encuentros virtuosos se agotarían lejos de los arcos, el Gallo intentaría asumir el rol de protagonista, tal cual sabe hacerlo y se siente cómodo de esa manera, aunque se toparía con su falta de fútbol (habría de sentirse la ausencia de Rodrigo Díaz, y la consecuente soledad creativa de Gerardo Martínez), así como con la carencia de profundidad ofensiva, con Javier Rossi aguardando en el banco, más allá de las buenas intenciones de Javier Pérez y el muy buen partido de Junior Mendieta, quien más tarde hallaría el premio merecido.

Al cabo de esos primeros '45, con una muy clara del propio Javier Pérez, desviada apenas por encima del travesaño de Julio Salvá, y una etapa más que tranquila para Milton Alvarez, en el complemento se impondría la lógica de la necesidad numérica y, en ese mismo instante, el momento emotivo y esperado del regreso del "Bicho" Rossi, en la lluviosa tarde de lunes de Vicente López, con la "18" en la espalda, para terminar de sintetizar el triunfo de la razón sobre la sinrazón y del fútbol sobre la violencia.

En ese segundo tiempo, el Gallo se jugaría el resto, en procura del triunfo que lo mantuviera con chances en la lucha por el ascenso, generando cuatro o cinco situaciones claras de gol, que comenzarían a inclinar la balanza de los merecimientos en favor de la visita, aunque, al mismo tiempo, a exponerse a la contra de un Acassuso que jugaría el encuentro, como si se tratase de la final de la Champions, cuando en definitiva se tratara de un cotejo para cumplir con el calendario.

Con un muy buen partido de la defensa, en especial de Juan Ferreira (que prolongara su buena producción del último martes, frente a Colegiales, con el plus extra de la peligrosidad de sus laterales-centros al "corazón" del área), y principalmente de Cristian Broggi, de impecable segundo tiempo, sumados al talento y sacrificio de Emmanuel Giménez y el desequilibrio de Junior Mendieta, a falta de seis para el final del partido y cuando la victoria necesaria parecía alejarse, de un quite fantástico de Broggi, Giménez iniciaría el circuito ofensivo con destino a Gerardo, que picando el balón dejaría en el camino a su marca y al mismo tiempo habilitaría a Mendieta, quien con una gran diagonal se haría el espacio suficiente para sacar un derechazo potente y bajo, que se "colaría" pegado al palo derecho de Salvá, para el uno a cero parcial, justificado y festejado de todo el Pueblo de Morón.

Con tiempo para sufrir de más, fiel a la costumbre de tantos años a esta parte, con el pitazo final de un horrendo arbitraje de Gastón Meineri, el Deportivo Morón se alzaría con una victoria tan justificada como trabajada, para quedar a tiro del "milagro", con cuatro de distancia respecto de Flandria, con seis unidades en juego, si es que la crisis e intervención escandalosa de la AFA, permitirán el desenlace normal de los torneos de ascenso.

Ganó Morón y esta vez sí es lo importante, porque afortunadamente y gracias a este plantel y cuerpo técnico de "gladiadores", pudimos volver a hablar sencillamente de fútbol.

Y nos devolvieron la esperanza del triunfo..., del necesario triunfo de los hombres y mujeres de bien, por sobre los cobardes y los matones a punta de pistola. 

PORQUE ESTO ES MORON, CARAJO!!.


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.




                                        Foto: gentileza, Vanesa Insfran.



                                     Foto: exclusiva, Osvaldo Abades (h).


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