martes, 28 de noviembre de 2017

Primero hay que saber sufrir...

Y luego de seis fechas de campeonato sin triunfos, con cuatro empates y dos derrotas en fila, o tres si le agregáramos la caída por la semifinal de "Copa Argentina" frente a River Plate, el Deportivo Morón pudo finalmente deshacerse de esa "mochila" de infortunios sucesivos y malos resultados, para volver a sumar de a tres en el momento más crítico del actual Torneo de la Primera "B" Nacional, a escasas dos jornadas del final de la primera rueda, de un certamen acotado para llegar a su fin en mayo próximo, antes de la "Copa del Mundo, Rusia 2018", con el agregado de una competencia que determinará seis descensos por promedios, al cabo de tan sólo 24 encuentros.

Y el Gallo debería sufrir primero, para después poder gozar al fin, con el suspiro aliviado de quien debió exigir hasta la última gota de sudor y de sacrificio individual y colectivo, para suplir con actitud y entrega, los déficit de fútbol que el "mal de ausencias" le generara en los últimos tiempos, con cinco habituales titulares marginados por dolencias musculares o aún más graves (ligamentarias o meniscales y de tratamiento quirúrgico), y otros tres, como Nicolás Martínez, Leandro Guzmán y Nicolás Ramírez, uno "entre algodones" (tanto que debería ser reemplazado en el entretiempo), otro de "alta médica" con la "tinta fresca" de tan reciente, y el restante disponible por un breve lapso de tiempo, para no exigir demasiado y generar un agravamiento en su mejoría. 

Para colmo de males, que recién al final de la historia se confirmarían en "bienes", la noche de lunes en el Nuevo Francisco Urbano asomaría con el mismo sesgo de esquivo destino que habría de atravesar los partidos precedentes con Instituto en el mismo Oeste y Juventud Unida en Gualeguaychú, esto es, con un gol rival en la primera de juego, a los '5 de iniciado el encuentro, cuando ni Morón ni Agropecuario Argentino habían tenido tiempo práctico de acumular algún tiempo de merecimiento, para "picar" en ventaja desde prácticamente la zona de vestuarios.

En efecto, y luego del primer tiro de esquina en favor del "sojero", desde la izquierda del ataque de la visita, Brian Blando, el "9" del equipo de José María Bianco capturaría el rebote en el borde del área grande, para sacar un "bochazo" bombeado y esquinado que, para sorpresa de Milton Alvarez y de todos los presentes, incluido el propio Blando, se convertiría en un golazo inatajable para el "1" del Gallo, sorprendido como sus compañeros y todo el estadio, con ese remate preciso e indescifrable, a media altura sobre su poste zurdo.

Con el uno a cero abajo, y la amarga sensación de "película" repetida, el Deportivo Morón debería revivir la historia reciente del infortunio prematuro, que lo obligaba a "remar" de atrás, como ante Instituto en el mismo escenario, y más reciente en el tiempo, frente a Juventud en Entre Ríos, en una nueva prueba de carácter para un equipo "golpeado" física y emocionalmente, pero que terminaría demostrando, una vez más, que su amor propio es más fuerte y que en las adversidades se convierte en "duro de matar".

Así las cosas, con la obligación a cuestas y el nerviosismo propio de la necesidad imperiosa, el Gallo comenzaría a manejar el trámite del partido, a pesar de la ausencia de sus mejores intérpretes futbolísticos (Rodrigo Díaz y Gerardo Martínez), tanto sea para la generación de jugadas de riesgo o, en su defecto, para la pausa imprescindible o la defensa de la ventaja con el balón bajo la suela, durante el segundo tiempo, una vez revertido el resultado adverso del inicio.

Sobre los '20 del primer tiempo, y luego de una excelente pared entre Maximiliano Paredes (de lo mejor y más parejo de los últimos encuentros) y Emiliano Méndez (otro que se sumaría luego a la lista de "tocados", reemplazado por una molestia en el gemelo diestro), el "Mono" habilitaría a Damián Akerman bien abierto por derecha, para que el goleador histórico, esta noche vestido de "asistidor" ensayara un centro preciso y pase gol al corazón del área, donde Cristan Lillo, el laborioso y silencioso motor de los "goles importantes", la empujara dentro del arco de Germán Salort.

"Exorcizados" los demonios recientes, con el empate de Lillo (el primero desde el golazo de Gerardo, a San Martín de Tucumán, en el mismo Nuevo Francisco Urbano, y el segundo en el torneo con un nombre propio diferente al también "averiado" Javier Rossi), diez minutos más tarde y luego de un centro alto y complicado para la defensa, a cargo de Emmanuel Giménez (con alguna similitud al envío bombeado, por cuartos de final de "Copa Argentina", para el gol del triunfo del "Bicho"), Maximiliano Brito se anticiparía a su marca y a la salida de Salort, para cabecearla al arco desguarnecido, no sin la cuota de dramatismo de una pelota que ingresaría con una parsimonia no apta para el corazón de los hinchas del Gallo.

Inmejorable momento y ocasión, en el caso del uruguayo Brito, para cortar la sequía goleadora y a partir de allí, convertirse en una de las figuras del partido, aguantando cada pelota rechazada desde la zona defensiva, para bajársela a Damián Akerman o a la subida de Guzmán, otro de gran rendimiento, para redondear por lejos lo mejor de su producción personal desde que llegó a Morón, en junio pasado, y que lo asemeja mucho más a aquél delantero implacable del segundo semestre del Brown de Adrogué campeón de la "B" Metro, con Pablo Vicó a la cabeza.

Con el 2 a 1 a base de mucho esfuerzo, voluntad, decisión y sacrificio, pero con poco resto para afrontar lo que quedaba del encuentro, ante un exigente equipo de Carlos Casares, y menos aún con recambio para defenderse con la pelota o procurar definir de contra, en el complemento el Gallo se limitaría a cederle el dominio del balón a la visita que, salvo en los minutos finales del cotejo, y a partir del ingreso de Facundo Parra, generaría algún que otro sofocón a la última línea del Deportivo Morón, entre ellas, un gol del propio ex Independiente, a poco del final, bien invalidado por el juez asistente, por un off side del autor del tanto, a pesar de los reclamos airados de los visitantes, en el momento y al término del partido.

El pitazo final de Bruno Bocca, de muy flojo arbitraje, como todos los que dirigieran a Morón en su regreso al Nacional, desataría la algarabía dentro y fuera del campo de juego, ante la confirmación de un triunfo tan esperado como necesario, para empezar a torcer con resultados, un rumbo que se había complicado por la mala racha futbolística y la seguidilla de "soldados caídos".

Premio a la perseverancia, la actitud, la paciencia y la entrega, el Gallo primero debió sufrir, para después poder gozar.

Enhorabuena. 

11 de 30.


@elgallogustavo.




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