En una semana atípica, extremadamente politizada y surcada por los dimes y diretes de la interna casera del Deportivo Morón, en la lluviosa noche del lunes, en el Urbano, el equipo del “Gato” Norberto Salvador Daniele nos obligó gratamente a volver a hablar de fútbol y nada más que de fútbol, con una ráfaga histórica de '30 a pura contundencia y muy buen juego asociado, en la cual trituró a un General Lamadrid que tardó un tiempo completo en hacer pie en el campo de juego, despertándose a tiempo de lo que podría haber sido una goleada antológica, tras el 5-0 en favor del Gallito, al término de los primeros '45.
Mientras todo el Mundo Morón se hallaba más pendiente de las promesas de unidad política, reflotadas ante la iniciativa del ejecutivo comunal, de auspiciar una lista única consagrada en Asamblea de socios, encabezada por un hombre de confianza del intendente, a cambio de solventar los gastos que demande el salvataje económico-institucional del Deportivo Morón, como medida de resguardo (dicho sea de paso) de la cristalización sin sobresaltos de la mayor obra de infraestructura física fogoneada por el gobernante “Nuevo Encuentro”, desde el sabbatellismo hasta nuestros días, encarnada en el traslado del Francisco Urbano, desde su actual emplazamiento hacia los terrenos de la ex “Textil Castelar” (reclamo histórico de buena parte del comercio céntrico del Partido, que vivió y se enriqueció a espaldas y denostando al club más importante y de mayor arraigo de Morón), el Gallo salía a la cancha para enfrentar a un rival directo en la lucha por zafar del descenso y la promoción, y que encima venía en racha, con 3 victorias y 2 empates, en lo que a priori se presumía como un enfrentamiento duro, parejo y áspero (máxime las adversas condiciones climáticas), entre dos conjuntos necesitados de puntos y con virtudes y carencias similares, puesto que no por casualidad se hallan lejos de los puestos de vanguardia.
Pero como la gran mayoría de los cotejos de esta primera “B” Metropolitana, signada por la medianía y el emparejamiento hacia abajo, quien suele convertir primero gana finalmente los partidos, en una suerte de reverdecer futbolístico, en las categorías de ascenso, de aquél antiguo axioma, nacido de la sabiduría popular y llegado hasta nuestros días por la tradición oral, que afirma que “quien pega primero, pega dos veces”. Pues, en la noche del lunes último, en el Urbano y frente a General Lamadrid, el Gallo pegó primero y luego pegaría cuatro veces más, antes de arribar a la media hora del primer tiempo.
A los '8, un Cristian Leandro González cada vez más imprescindible en la marca y criteriosamente ofensivo a la hora de irse al ataque, aprovechó un anticipo defensivo, corrió sin marcas hasta tres cuartos del “Carcelero” (amagando pícaramente a dar un pase hacia los costados, que jamás sucedería) y sacó un zapatazo seco y a media altura, desde lejos, que con el terreno rápido y mojado generó el efecto esperado por el ejecutante: previo pique afortunado a centímetros de las manos del arquero visitante, Alejandro Granero, no pudo ser controlada en su viaje al fondo del arco, para festejo de un Urbano que se acomodaba bajo una lluvia copiosa y persistente.
Con la desventaja tempranera, los de Devoto acusarían mucho más la lesión que comenzaba a evidenciar su golero titular, que la propia apertura del marcador. Así las cosas, un poco más tarde y sobre el primer cuarto de hora, un inspirado Sergio Ariel Viturro (jugó por lejos el mejor partido desde que llegó al Deportivo Morón y demostró, en cierta forma, cómo y por qué ascendió con Nueva Chicago a primera división, desempeñándose con acierto en la máxima categoría del fútbol argento, aunque su trayectoria más reciente nos remita a Sacachispas y Defensores Unidos de Zárate), tuvo la chance del segundo, tras una brillante jugada colectiva, ahogada (y nunca mejor aplicado el término, en pleno aguacero desatado) parcialmente por el arquero visitante, cuyo rebote sería capitalizado por el “Melli” Gustavo Britos, para que en el Oeste se pellizcaran y revolearan paraguas, pilotos o banderas devenidas en improvisados impermeables.
Para esa altura, ya habia abandonado el campo de juego, Damián Emilio Akerman, quien al intentar correr un pase en profundidad volvería a resentirse de su izquiotibial izquierdo, el mismo que lo marginó frente a Villa San Carlos y lo mantuvo en duda hasta minutos antes del comienzo del encuentro ante el “Carcelero”. Al mismo tiempo, desde el otro banco de suplentes también se pedía el cambio, para un Granero que a pesar de su disminución física y sus inequívocas muestras de dolor, parecía no querer salir del terreno..., y sólo minutos más tarde comprenderíamos el por qué de su comportamiento elusivo para abandonar el campo de juego.
Pasado en limpio, con un cambio por lado, con el marcador 2 a 0 para el Gallito y a escasos '21 del comienzo del encuentro, Morón encontraría su tercera conquista, tras un centro desde la izquierda impulsado por el “Enano”, Juan Pablo Rochi que, el recién ingresado arquero suplente de la visita, Fernando Pérez Orué, introduciría involuntariamente dentro de su arco. Gol de Rochi, el primero con la casaca del Gallo (que agradeció con plegaria al cielo incluída), que en los vestuarios el siempre desacertado arbitro del cotejo, Gonzalo López Aldazábal, lo consideraría autogol del juvenil y desafortunado guardametas (???) de la visita. Y eso que la noche recién estaba comenzando para el sustituto de Granero, de manos tan firmes como el flan de huevo.
Ya que sólo dos minutos después y cuando el Urbano era una fiesta bajo el agua, un Viturro golpeado y “en llamas”, a pesar del temporal, habilitó al ingresado Gastón Ada (reemplazante de Damián Akerman) que definió sobre el cuerpo del golero, con un sombrerito de empeine derecho, en una definición exquisita, para el 4-0 del Gallito en '23. A esa altura, lo único ”General “ que mostraba Lamadrid en el terrero, era la confusión, y la extrema endeblez defensiva, ya que cada ataque de Morón era medio gol y la última línea “Carcelera” un auténtico “colador”.
Por eso no extrañó que antes de la media hora de juego y tras otra buena acción colectiva, un Gallo furioso y contundente anotara el quinto, otra vez en los pies de Gustavo Britos, quien consiguiera su primer doblete goleador con la camiseta del Deportivo Morón. Para entonces, varios en el estadio se amargaban por la tempranera salida por lesión, de nuestro goleador histórico, quien seguramente en condiciones físicas óptimas, hubiese podido alcanzar su marca centenaria de goles, tan sólo con este partido.
Iban '30 del primer tiempo y Morón goleaba 5 a 0, se floreaba y era más ambicioso, puesto que Sergio Viturro tuvo el sexto, que con los justo se lo negaran sobre la línea del arco visitante. Del otro lado, un recién ingresado arquero sustituto de Lamadrid, había recibido tres goles con sólo diez minutos en cancha (!!) y la pregunta del millón era cuántos goles más convertiría un Gallo contundente y demoledor.
Sin embargo, en ese momento terminaría el encuentro para el Deportivo Morón, ya que bajaría (lógicamente) la intensidad de juego y le daría un respiro a un elenco visitante que, con dos ex Morón en cancha (primero Fernando Smarggiassi, y luego Diego Rízzoli, aquél que llegara la temporada pasada de una liga regional de Italia, para ni siquiera integrar el banco de los suplentes), tenía más ganas de terminar el partido y volverse a Devoto, que de retornar tras el entretiempo.
Porque definitivamente el segundo tiempo estuvo de más, con un Morón tan ganador y seguro de una superioridad abrumadora que se desconcentró, y permitió primero el adelantamiento de Lamadrid (en especial, a partir del fútbol que ganó con el ingreso de Pablo Mannara) y después dos descuentos (a los '18 y '40 de la etapa complementaria), al tiempo que demostraba síntomas claros de agotamiento fisico, en especial en su línea media, tanto es así que ambos goles se generarían a partir de sendas pelotas perdidas, en el centro del campo, por un Manuel Rodas que llegaría a la quinta tarjeta amarilla.
Ya sin lluvia, casi en el final del partido, el Gallo tuvo su única posibilidad clara del complemento, con un tiro libre ejecutado por Gerardo Daniel Martínez que, sólo por centímetros no le diera a Morón cifras definitivas en la chapa del resultado, más propias del tenis que del fútbol actual de ascenso.
Porque el pasado lunes, fuimos todos al Urbano más pendientes de lo que viene ocurriendo fuera del Urbano, que de la estimulante cosecha de puntos que evidencia el equipo (siete de los últimos nueve), con una seguidilla de tres sobre tres de local (Defensores de Belgrano, el líder Sarmiento y ahora General Lamadrid), a partir de una mejora ostensible en el rendimiento individual y colectivo, que sólo necesitaría de un triunfo fuera de casa para consolidar el ánimo y la levantada en el rendimiento y las tablas de posiciones y del tan temido descenso.
Y porque en sólo '30, en medio del aguacero, este equipo se reinvidicó con la gente y consigo mismo, con una ráfaga “rápida y furiosa” que, además de hacernos olvidar de la política interna para concentarnos en el juego, nos permite tener esperanzas futbolísticas y avizorar un futuro inmediato no tan negro, como la noche que el Gallo hizo cinco y pudieron ser seis, ocho o diez, si el físico hubiese aguantado otro rato, para el “carnaval” desatado por la gente y rociado desde el cielo.
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