Y así un día, casi sin aviso como llegó, también casi sin aviso se nos fue. Y con el sacrificio que nos costó conseguirlo y en especial, con lo mucho que lo esperamos..., aún así, habría de irse el verano. ¿Que se trata sólo de un fenómeno climatológico estacional, que regresará en apenas ocho meses?..., ¿Que por qué nos ponemos así, si el otoño, el invierno y la primavera también tienen lo suyo y en última instancia, es sólo cuestión de paciencia y un poco de lógica espera?..., la verdad, se agradece el interés y la molestia, acompañada de sanas recomendaciones, pero no llegamos a comprender a qué se refieren..., ya que en nuestro caso particular y de manera inequivoca, no estamos penando precisamente, por la finalización de la estación de las vacaciones y las bellas mujeres en bikini, sino por la conclusión del “veranito” de resultados que nos regalara tardíamente el Deportivo Morón, tras cinco fechas sin derrotas (con dos triunfos, ambos de local y tres empates), con la caída 1 a 0 en el “Estadio 20 de Octubre”, propiedad de Tristán Suárez y que fuera utilizado por el local de turno, Brown de Adrogué, ante la suspensión del suyo, es decir, el “Lorenzo Arandilla”, en partido válido por la 32° jornada del torneo de la primera “B” Metropolitana, temporada 2011/2012.
En efecto, el Gallito llegaba a territorio “lechero” con la pequeña satisfacción de haber hilvanado la mejor (y única) racha positiva del presente campeonato y, por otro lado, con el karma de cargar con 9 meses de deuda en materia de triunfos fuera del Francisco Urbano, desde aquella lejana y feliz tarde del 3 de junio de 2011, cuando tras derrotar casi en el epílogo 2 a 1 a Defensores de Belgrano, en el “Estadio Juan Pascuale” (tras remontar un resultado adverso, algo tan desusado durante la anterior temporada, como en la actual), obtuviera como premio su clasificación agónica al certamen reducido de la temporada 2010/2011, aunque luego el pasaje resultara más que breve, al ser eliminados por el mismo “Dragón”, escasos días después y en idéntico escenario, tras caer 1-0 con gol postrero de uno de nuestros mayores verdugos de la categoría: Andrés Montenegro.
Ya en el partido del último sábado 24 de marzo, este Morón que sigue padeciendo su prolongado y ensañado “mal de ausencias”, y que resignaba a su mejor defensor por suspensión (Cristian Leandro González, quien por su expulsión ante Barracas Central recibiera dos fechas de castigo) y a su mejor delantero y emblema, Damián Emilio Akerman, resentido en una de las últimas prácticas semanales, de su crónica y persistente molestia en el izquiotibial de pierna izquierda, aunque recuperaba con lo justo y más por la obligación de cubrir una nueva ausencia del goleador histórico, a Leonardo Andrés “Toti” Iglesias, no sólo abandonaría en Ezeiza su frágil y atesorado invicto de cinco cotejos, sino que además lo haría de la peor manera: erigiendo una vez más en figura excluyente, como en otros tantos partidos, a su gran capitán y custodio del arco y la dignidad moronenses, Alejandro Esteban “Chiche” Migliardi, sacando la cara en soledad para evitar una goleada rival justificada largamente en los '90, sin la compañía anímica ni futbolística de sus compañeros que, individualmente y de conjunto, volvieron a mostrar su costado más pálido, similar al de aquella noche de Vicente López, en la que sólo la brillante actuación de Migliardi, nos libraría de una goleada tan humillante en el resultado final, como las diferencias siderales registradas en el desarrollo del juego.
Porque la pobreza futbolística insinuada una semana antes, en el Urbano y ante Barracas Central, que constituyó un retroceso ostensible, en el marco del proceso de mejora continua evidenciado por el equipo, por lo menos desde la victoria ante Defensores de Belgrano hasta nuestros días, habría de profundizarse ante el “Tricolor” de Adrogué, que muy tempranamente se adueñó del terreno y el balón para monopolizarlos durante los '90 de juego, borrando a un Morón desdibujado por completo, que volvió a ser el de sus peores tardes: con graves falencias y desacoples defensivos, un mediocampo ausente sin aviso o directamente inexistente y una ofensiva estática, previsible e inexpresiva..., pero fundamentalmente y en términos de conjunto, a un equipo nuevamente sin alma ni ambición, que se acordó de ser audaz y profundo demasiado tarde, y que aún así contaría con alguna que otra posibilidad clara de igualar el encuentro..., algo que, de haberse concretado exitosamente, hubiese sido lo más ajeno al resultado y a la justicia que se hubiera tenido registro.
En especial durante el primer tiempo, donde los dirigidos por Pablo Vicó se apoderaron del balón y generaron varias situaciones netas de gol que, o bien por las salvadas providenciales de un capitán “Chiche” que merece sobradamente el bronce, o bien por la mala puntería de los delanteros y volantes locales, en particular de un errático Martín Fabbro, no pudieron arribar al entretiempo con la ventaja, aunque sea mínima, que debieron marcar ante una visita que en contadas ocasiones pudo siquiera cruzar la mitad del campo y que generara una sola ocasión para marcar, bien iniciada pero mal resuelta por un excesivamente individual Gastón Ada, que el día que aprenda a jugar en equipo y regule su velocidad en función del derrotero de la pelota, quizá pueda convertirse en un delantero desequilibrante. Mientras tanto, sólo los gustos/caprichos del cuerpo técnico pueden dejarlo '70 minutos en cancha, en desmedro de un Gustavo Britos que, en menos de diez minutos y con una sola jugada individual en ataque, demostró ser mucho más punzante y vertical que la intrascendencia del homónimo de “Tinker Bell”.
Y sin embargo, recién a los '25 de la etapa complementaria el “Tricolor” de Adrogué conseguiría la merecida ventaja, a partir del ingreso de un viejo conocido de la casa, Pablo Casado, quien ejercería la función de lanzador (un rol que en el Gallo se extraña y mucho), para el cabezazo goleador de Andrés Guzmán, el centrodelantero rival, reemplazante de un lesionado Gastón Grecco (otro que nos tiene alquilados).
De allí y hasta el final, por primera vez en todo el encuentro, el Gallito colocaría sus hombres en terreno contrario y desnudaría tarde, muy tarde, la vulnerabilidad de la extrema defensa local, al punto de hallarse casi sin proponérselo y mucho menos merecerlo, a tiro del empate, a partir de una corrida de Gustavo Britos que dejaría a Ariel Otermín en el camino, para cruzarla al poste más lejano de un Mattinella ya vencido, que sólo respiraría aliviado, una vez que el balón se perdiera a centímetros del caño derecho de su arco. Lo que hubiese sido un premio merecido para el atrevimiento y decisión del “Melli”, el único capaz de “salirse de libreto”, pero claramente injusto para con el desarrollo del juego, los merecimientos de uno y otro, y las ambiciones de los locales, en contraposición a la mezquindad de la visita.
Y así un día, casi sin aviso como llegó, también casi sin aviso se nos fue. Y con el sacrificio que nos costó conseguirlo y en especial, con lo mucho que lo esperamos..., aún así, habría de irse el verano. ¿Que se trata sólo de un fenómeno climatológico estacional, que regresará en apenas ocho meses?..., ¿Que por qué nos ponemos así, si el otoño, el invierno y la primavera también tienen lo suyo y en última instancia, es sólo cuestión de paciencia y un poco de lógica espera?..., la verdad, se agradece el interés y la molestia, acompañada de sanas recomendaciones, pero no llegamos a comprender a qué se refieren..., ya que en nuestro caso particular y de manera inequivoca, no estamos penando precisamente, por la finalización de la estación de las vacaciones y las bellas mujeres en bikini, sino por la conclusión del “veranito” de resultados que nos regalara tardíamente el Deportivo Morón, tras cinco fechas sin derrotas (con dos triunfos, ambos de local y tres empates).
Y lo que es más grave, nuestro mejor “verano” se iría de la peor manera, y de la mano del regreso de nuestra faceta más pálida y deshilachada..., aquella de nuestras tardes más vergonzantes, donde un equipo sin alma, ni entrega, ni empuje, ni decisión, ni ambición, ni mucho menos fútbol..., dejaba sólo en manos de “Chiche” Migliardi, la posibilidad de un empate milagroso, de una derrota por la mínima y a la sazón negocio, o de una goleada para la estadística más dolorosa, en el contexto de otro capítulo triste y deslucido, de esta obra de terror por episodios que es la actual temporada 2011/2012 de la “B” Metro, para esta versión rápidamente olvidable del Deportivo Morón.
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