Morón llegaba a la fresca mañana del Nuevo Francisco Urbano, con el aliciente de sus dos victorias en fila, pero fundamentalmente con el envión anímico de la última, conseguida ante su "vecino" histórico de Isidro Casanova, en el propio "Fragata Presidente Sarmiento", con el objetivo de prolongar dicha mini-racha positiva, con un nuevo triunfo frente al siempre difícil Estudiantes de Buenos Aires, máxime desde el arribo a Caseros de Juan Carlos Kopriva, con quien ostentaba un invicto de trece fechas, que lo encumbrara como único escolta de Defensores de Belgrano.
Sin embargo, el partido carecería del "calor" necesario, dentro del campo de juego, para "abrigar" a una parcialidad del Gallo que, sin dudas, fue en búsqueda de bastante más que lo poquito ofrecido en el desparejo "verde césped", entre dos equipos que privilegiaron la previsión de conservar el cero en el arco propio, antes de "arriesgarse" en terreno ajeno a perder vía contra, el punto que otorga la AFA por presentarse en escena; debatiéndose el nudo de la "lucha", por la tenencia del balón y el control de las (pocas) acciones, en el "teatro de operaciones" de un mediocampo que, en el caso del local, volvería a contar con otra buena actuación de Cristian Lillo, aunque habría de resentirse a última hora, por la ausencia obligada de Jonatan Páez, otro de los puntos altos del equipo en los últimos partidos.
Así las cosas, sin sufrir el partido en defensa, ante un "Pincha" peligroso de tres cuartos en adelante, la última línea de Morón ofrecería otra sólida tarea de conjunto, más allá de un puñado de ocasiones en que se lo notara desbordado por las bandas, hasta que se ajustaran las marcas de dos de los "Benítez" de Caseros, Nahuel y fundamentalmente Guillermo (de interesante encuentro) y se controlaran los intentos del generador de juego visitante, Diego Torres, aciertos tácticos e individuales que minimizarían los sobresaltos defensivos, a las pelotas paradas del propio homónimo del cantante, siempre bien controlados por un seguro Carlos Morel.
En el mediocampo, como dijerámos previamente, la "pelea de fondo" resultaría más pareja y hasta favorable en varios pasajes, en unas imaginarias "tarjetas" boxísticas, a los volantes de contención de Estudiantes, quienes prevalecerían levemente a la hora del dominio del balón, a pesar de los esfuerzos de una línea de medios local "remendada", a partir de la salida no planeada y a último momento de Páez y la encomiable tarea de un Federico Domínguez al borde de sus posibilidades físicas, al igual que ante Almirante (máxime, confirmado el desgarro del "Kily" Adrián Peralta), y sin embargo, "empardados" en la lucha por la prodigalidad de Mauro Montenegro y el buen presente de Cristian Lillo.
Pese a ello, y a la solidaridad colectiva y la actitud permanentes, los mayores problemas del equipo de Blas Giunta se manifestarían en los últimos metros de la cancha, donde Junior Mendieta volvería a erigirse en la figura indiscutida de Morón y del partido; lástima que todo lo bueno que genera y obliga a los defensores rivales (a quienes "enloqueciera", como en Casanova), para ganar además infinidad de pelotas paradas en las cercanías del área contraria (por la reiteración de infracciones en su contra), aún no puede ser capitalizado en situaciones manifiestas frente al arco, dado su soledad en ataque, ante un Leonel Altobelli que no conecta "sintonía" futbolística con el veloz y encarador entrerriano, y unos medios del Gallo que, a excepción de Lillo, no resolverían "soltarse" y sumarse como alternativas de descarga ofensiva.
En este contexto general, de tanta precaución defensiva y tan poco atrevimiento en ataque, en ambos equipos, el único "insolente" que habría de salirse de "libreto" para buscar algo más que el punto que asegura la AFA, resultaría precisamente el propio Mendieta, que contaría con la más clara del primer tiempo, sobre la media hora de juego, rematando débil y a las manos del arquero, desde buena posición de "impacto".
En el "desagregado" de los '90, y a pesar de las referidas previsiones de los dos cuerpos técnicos, sería el Gallo quien habría de contar con los mejores opciones, a partir de un par de cabezazos apenas desviados y, fundamentalmente, con la más clara del encuentro, nuevamente en los pies de un Lillo enfocado en frecuentar el área de enfrente, y que reventara el travesaño desde afuera, a menos de quince para el final de un pobre, friccionado y mal jugado cotejo.
Con el "pitazo" de cierre, de un regular Carlos Stoklas (en rigor de verdad, jamás lo hemos visto dirigir para el "bueno"), tanto Morón como el "Pincha" se retirarían conformes con el empate, del lado de la visita por la prolongación del invicto y el mantenimiento de su ubicación expectante, mientras que el caso del Gallo, el punto le permitiría estirar la mini-racha positiva a tres encuentros (dos triunfos y una igualdad), a la vez de permanecer por algunos días más, al menos, en puestos de Reducido.
"Cuando uno no quiere, dos no pueden", advierte un inoxidable precepto boxístico... Pues imaginemos entonces lo que suele ocurrir en materia futbolística, cuando ambos "contendientes" se animan poquito y nada, en '90 de infructuosa "lucha".
Y con un solo "atrevido" como Mendieta, convengamos que no alcanza para pretender quedarse con los tres puntos.
Ojalá Junior "contagie" con su "insolencia" a algunos de sus compañeros, pero fundamentalmente al cuerpo técnico del Deportivo Morón.
Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.
Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).
No hay comentarios:
Publicar un comentario