miércoles, 15 de julio de 2015

"El Oeste es todo mío...".

Y Morón llegaba a Casanova con la obligación de ganar uno de esos partidos que, si bien en opinión de muchos aún no constituye un auténtico clásico, sí y sin dudas resulta muy esperado por el público de ambas márgenes de la Avenida Don Bosco, dado el altísimo nivel de rivalidad distrital, con múltiples episodios de violencia entre sus parcialidades y encuentros emblemáticos a lo largo de su historia.

Al mismo tiempo, el Gallo volvía a un "Fragata Presidente Sarmiento", despoblado en sus tribunas por esos caprichos incomprensibles de los burócratas de la seguridad deportiva, al influjo de un antecedente reciente y agradable, de un 4-3 de película en el cotejo de la primera rueda, en el Nuevo Francisco Urbano, con una actuación inolvidable de Gerardo Martínez (hoy siguiéndolo por internet, desde su nuevo destino futbolístico en Ecuador), y un partido para el aplauso y también para el infarto, con '70 de antología y otros veinte minutos finales, dignos de un thriller de suspenso.

Y entre esos vaivenes que han caracterizado la temporada de un equipo tan irregular como el propio torneo, este martes por la tarde, el once de Blas Armando Giunta mostraría una de las mejores versiones ofrecidas hasta el momento, dada la peculiaridad de un encuentro "distinto", de esos que por antecedentes y rivalidad de los antagonistas, es capaz de "sepultarte" o "resucitarte", de acuerdo a la suerte final del resultado, y al mismo tiempo, la complejidad de un escenario siempre difícil (aún sin público) y de un rival peligroso, más allá de su actualidad en baja y la opacidad de una campaña que, como en el caso del Gallo, refiere sabor a poco por nombres propios y obligaciones históricas.

Sin embargo, el elenco de Giunta saltaría al campo de juego del "Fragata Sarmiento", exhibiendo una autoridad pocas veces consumada en el presente torneo, con especial hincapié en un primer tiempo de lo mejor del 2015, en el cual se adueñaría por completo del trámite del encuentro, le robaría la tenencia del balón a los hermanos Díaz y por si fuera poco, clausuraría todos los caminos a un Almirante vertical por definición e impronta de un "Loco" y un "Rengo".

Así las cosas, durante aquellos primeros '45, el Deportivo Morón superaría al local en todas las facetas del juego, con una practicidad y solidaridad encomiables, y un interesante rendimiento colectivo, con especial énfasis en una última línea siempre concentrada y sin sobresaltos, un mediocampo dominante y lúcido a la hora del primer pase y una ofensiva punzante, fundamentalmente a partir de otro partido para el recuadro, del "tapado" de este equipo: Junior Leandro Mendieta.

Por ello, y tras algunas aproximaciones paulatinamente peligrosas para el arco de Bruno Centeno, a nadie habría de sorprender que el Gallo se pusiera finalmente en ventaja, sobre los '38 del primer tiempo, a partir de un penal bien sancionado por Gastón Meineri, en perjuicio de Leonel Altobelli, que el retornado Jonatan Páez habría de transformar en el primer grito de la tarde, tras ejecutarlo con potencia, convicción y autoridad, tal como lo requieren este tipo de ocasiones, en este tipo de partidos, sin espacios para la duda e inclusive las sutilezas.

Luego de la apertura del marcador, y lejos de cederle la iniciativa a la "Fragata", para intentar sacar provecho de su necesidad y hasta desesperación, el equipo de Blas Giunta no cejaría en su búsqueda, pudiéndose retirar al entretiempo con algún gol más, de haber estado un poco más "fino" en la última "puntada" ofensiva.

En el complemento, no sabemos si a consecuencia de una recomendación técnica o, sencillamente, por un repliegue instintivo de los jugadores dentro de la cancha, el Gallo le cedería la iniciativa al "Deportivo Hermanos Díaz", quienes comenzarían a manejar el balón, en particular, el movedizo Román, quien además acertaría con el cambio táctico de sector, para desplazarse en los segundos '45, puesto que sobre la izquierda y en el mano a mano con Ariel Otermín, hallaría más facilidades que por el carril derecho, donde en el primer tiempo, fuera neutralizado en el cara a cara con Cristian Broggi.

Y de tanto ir, por obligación y el retroceso de líneas de la visita, Almirante hallaría demasiado pronto un injusto empate, luego de una buena combinación entre los "Díaz", que finalizaría con un remate del "Loco" Román, seco y preciso, desde el borde del área grande, que sorprendería por repentización a los defensores del Gallito y haría estéril el esfuerzo de Carlos Morel, que hasta allí había tenido una tarde más que tranquila, como toda la última línea de Morón.

En esta ocasión, sin responsabilidades visibles achacables a la defensa, al momento del gol, sino más bien que consecuencia directa de la virtudes del pateador, durante los minutos posteriores al inmerecido empate local, el Gallo habría de desdibujarse un poco y abandonar por un rato, el libreto táctico que tan buen resultado le había dado hasta el momento, en especial durante el primer tiempo.

Con el veloz Junior Mendieta ya sin tanto aire, y un Federico Dominguez de buen primer tiempo, pero al límite de sus posibilidades físicas, visiblemente disminuido por una rodilla que minutos más tarde lo sacaría del campo, en dicho lapso del segundo tiempo, la defensa del Gallo jugaría el mejor de sus partidos, en lo particular y colectivo, al mismo tiempo de agigantarse la figura de un Morel que, al igual que ocurriese frente a la UAI Urquiza, el último jueves 9 de julio, habría de aparecer con eficacia cada vez que fuese requerido, trocando en sólo 180 minutos globales (entre ambos cotejos), miradas de desconfianza por atajadas importantes y una seguridad inapelable.

Sin embargo, y a caballo de un gran partido del doble cinco visitante, con otra tarea para el destaque, tanto de Jonatan Páez como de Cristian Lillo, en el rendimiento individual como en su complemento táctico, a partir de los '20 del segundo tiempo, el Deportivo Morón habría de ajustar los desacoples y retomar el control del encuentro, especialmente a partir de la expulsión de Walter Díaz, recientemente ingresado en el equipo de Ricardo Kuzemka, producto de una artera y descalificadora agresión sin pelota, en perjuicio de Federico Domínguez.

Once contra diez, y sabiéndose superior a Almirante, el Gallo iría en búsqueda de la diferencia que tanto había merecido en el juego, consiguiéndola sobre los '29, en los pies de Cristian Lillo (sin dudas, el "hombre de los goles importantes"), tras capitalizar un desborde por izquierda y posterior asistencia, de un Santiago de Ossa que volvería a ingresar con acierto desde el banco.

De allí y hasta el final, y consecuencia directa de la permisividad de un Gastón Meineri que no falló en las decisiones importantes (el penal a Altobelli y el gol bien anulado a Víctor Meza, a instancias de su juez asistente), pero que permitió pegar demasiado y, en el caso puntual de Román Díaz, que el "Loco" desnaturalice el desarrollo del juego, en virtud de sus actitudes muchas veces reprobables, el local intentaría llegar al empate heroico con pelotas paradas, encontrándose siempre con la sólida respuesta de una defensa concentrada y bien parada, y de un Morel seguro y siempre atento.

Con el pitazo final y más allá de algún enojo en los jugadores de la "Fragata", más propios de la impotencia, que de alguna clase de reclamo puntual, el equipo de Blas Giunta habría de alzarse con tres puntos fundamentales y esperados por su gente, propios de esos partidos "especiales" que "sepultan" o "resucitan", de acuerdo a la suerte del resultado final.

Morón ganó en Casanova con absoluta justicia y autoridad, en la producción colectiva más convincente de la temporada, porque con varias labores individuales para subrayar, sin dudas que la "figura" excluyente de la tarde, no fue otra que el mismo equipo.

Ojalá sea el comienzo del despegue definitivo, y de la adquisición de una identidad, un equilibrio y una regularidad jamás conseguidas en 24 fechas.

Mientras tanto, y eso sí es seguro..., el "Oeste es todo mío".

¿Te quedó claro?...


Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.


                         Foto: gentileza, Osvaldo Abades (h).

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