Al cabo de 38 capítulos de este interminable torneo de la “B” Metro, temporada 2011/2012, que ya se asemeja a la peor de nuestras pesadillas futbolísticas, por lo menos desde la traumática vivencia de cualquier hincha del Gallo, los comentarios post-partidos se tornan tan redundantes y previsibles, por la repetición de horrores determinantes y la alarmante ausencia de cualquier tipo de mérito o virtud propia, que fecha a fecha conducen al mismo escenario de derrota tras derrota, y por lo tanto, al empeoramiento progresivo, preocupante y sin remedio de un paupérrimo equipo, inmerso en un peligroso coqueteo con la posibilidad inimaginada de una reválida para mantener la categoría, que podríamos tomarnos un descanso intelectual y “refritar” cualquier análisis anterior ya publicado, sin el más mínimo temor a una desactualización témporo-espacial.
O lo que es igual, pero en términos más simples, que tras 38 jornadas de la peor campaña de los últimos 30 años, como mínimo, este vergonzoso conjunto (salvaguardando las excepciones consabidas de Migliardi, González y Akerman, entre los habituales titulares), que lamentablemente ha “des”vestido la casaca del Gallito durante el presente campeonato, no ha podido jamás evolucionar positivamente en ningún aspecto del juego, ni en lo individual ni en lo colectivo, lo que nos ha conducido necesaria y penosamente a este momento sin precedentes recientes, por la reiteración agotadora e irritante de los mismos papelones conceptuales, tácticos y técnicos de un cúmulo de absurdos y confusiones llamado Deportivo Morón e identificado con sus colores y divisas, pero que nada tienen que ver con su historia, su tradición y su prestigio. Y por lo cual, este comentario o el posterior a la derrota con Platense en Vicente López, por la jornada 25°, bien podrían ser el mismo, sin miedo alguno a la inexactitud o la equivocación.
Desde lo estadístico, Morón frente a Sportivo Italiano, sin dudas que volvió a perder uno de esos partidos que debía ganar o cuanto menos empatar, como hace siete días ante San Telmo en el Urbano, acrecentando la racha negativa actual a ocho cotejos sin ganar, con tres igualdades (Deportivo Armenio, Barracas Central y Flandria) y cinco derrotas (Brown de Adrogué, Estudiantes de Buenos Aires, Los Andes, San Telmo y Sportivo Italiano), cosechando nada más que tres de los últimos veinticuatro puntos en juego. Asimismo, lejos de casa, el Gallo ya acumula diecinueve encuentros sin sumar de a tres (con doce caídas y siete empates), desde aquella lejana tarde de viernes del 3 de junio de 2011, cuando venciera por 2 a 1 a Defensores de Belgrano, en el “Juan Pascuale”, con goles de Diego Alfonso Barrios Suárez y Damián Emilio Akerman, para a falta de quince minutos del final de dicho cotejo, dar vuelta el resultado e ingresar agónicamente al Reducido de la temporada 2010/2011. Es decir, en términos temporales, han pasado ya diez meses y veinticinco días.
Desde lo futbolístico, el Morón confuso y timorato de siempre salió a terreno “Azzurro”, sabiendo desde el vestuario de la nueva victoria del “Candombero”, sobre la hora y ante el líder, Sarmiento de Junín, lo que obligaba aún más a ambos contendientes a obtener una victoria, puesto que sumía en promoción al “Accia” y achicaba la brecha entre el Gallo y “Telmo” a la mínima expresión de los tres puntos. Frente a ello, el local asumió de entrada el control territorial de las acciones, aunque sin generarle peligro a una visita que insistía con una línea de tres cuasi suicida y un mediocampo propio del “mundo del revés” o del absurdo que lo caracteriza, con Gerardo Daniel Martínez en función de doble cinco y Mauro Bustos como enganche. Conclusión esperable: el centro del campo fue todo del “Tano”, ante un Gallito sin recuperación en el medio, ni mucho menos ideas en la generación de juego y en defensa, evidenciando los mismos huecos y las mismas desantenciones que le costaran tantos puntos a lo largo del torneo.
En ese contexto y con la única virtud de contar con algún que otro intérprete capaz de usufructuar las mencionadas y repetidas ventajas, un más que mediocre equipo conducido por el “Beto” Pascutti, y en el marco de un partido chato en el que no pasaba nada de nada, en sólo cuatro minutos, entre los 26 y los 30 de la primera etapa, supo sacar provecho primero de una pelota en cortada, para dejar cara a cara con Migliardi a Gustavo Britos, para el uno a cero, y luego darle dos chances inéditas de remate dentro del área chica, a Cristian Rami, para el segundo, sin que ninguna camiseta roja y blanca pudiera ganar un anticipo o por lo menos rechazar con acierto.
A partir de allí y hasta el final de los primeros '45, se vería lo peor de lo malo mostrado hasta ese momento por el visitante en el campo, con un equipo aniquilado anímicamente, sin idea ni patrón de juego visiblemente definido, regalado en extrema defensa, ausente en el mediocampo y por demás liviano en ofensiva, con jugadores que deambulaban como zombies por el terreno, sin órden táctico ni función precisa, como intentando encontrar recién ahora su “lugar en el mundo” (Mauro Bustos, Hernán Franco Lillo, etc), mientras otros se empecinaban en la individual y abusaban una vez más de gambetas tan innecesarias como improductivas (Gerardo Daniel Martínez y Gastón Ada).
Ya en el segundo tiempo, y desde el vamos, quedaría en evidencia que el descontrol también se ha apoderado de un cuerpo técnico lógicamente confundido, cuando habiendo ingresado Leonardo Andrés Iglesias por Mauro Bustos y Sergio Ariel Viturro en lugar de Sebastián Antonio Pérez, sólo tres minutos más tarde debería agotar su último cambio, al resentirse Gastón Ada de una contractura por la que debió haberse quedado en vestuarios. Tanto es así que, Murphy mediante, Juan Pablo Rochi terminaría el partido como delantero, no por la necesidad de sumar gente en ataque en búsqueda del empate, sino por hallarse visiblemente lastimado en el posterior de una de sus piernas, y por lo tanto impedido por completo de cumplir sus funciones habituales de marcador o carrilero por el sector izquierdo.
Para colmo de males, entre la irresponsabilidad del “Toti” Iglesias y la actuación deplorable de un árbitro impresentable como Carlos Horacio Stoklas (en algunos pasajes parecía dirigir las acciones desde la contigua Autopista Ricchieri), el Gallo se quedaría con diez hombres y a merced de un Italiano que entre su falta de convicción para rematar el partido y una nueva demostración de temple y jerarquía, tanto del capitán y emblema de este equipo sin fútbol ni alma (Alejandro Esteban “Chiche” Migliardi), como del mejor defensor por escándalo, dentro de la peor defensa de todos los tiempos (Cristian Leandro González), y que además resultan siempre los abanderados del coraje, jamás acompañados por un grupo de compañeros incapaces de contagiarse siquiera en el esfuerzo, mantendrían con vida hasta el final a Deportivo Morón, como sucediera en varios otros cotejos de la presente temporada.
Y sin embargo en este lapso del encuentro, sin lugar a dudas el más complicado para la visita, el Gallo mostraría su mejor rostro, por lo menos desde la actitud y la vergüenza deportiva, tanto es así que llegaría al descuento a través de su figura, Cristian González, quien además contaría con dos opciones más para convertir, de no mediar sendas atajadas monumentales de un inagotable Albano Anconetani. Porque con nueve hombres, por la expulsión de Leonardo Iglesias y la lesión en cancha de Juan Pablo Rochi, Morón finalizaría el cotejo acorralando a su temeroso rival contra su arco, pudiendo incluso haber empatado, de no ser por las salvadas provindenciales ya referidas de Anconetani y alguna otra chance en los pies de un errático Damián Akerman y hasta de Hernán Gonzalo Bruno, en tiempo de descuento.
En definitva y con el 1-2 ya consumado, la pregunta más inquietante que subyace, pensando en lo que resta desde lo matemático, porque resulta más que evidente que desde lo futbolístico no existe milagro posible a cinco fechas de la conclusión de esta triste historia, es ¿con qué versión de Morón nos encontraremos en las próximas y decisivas jornadas, es decir, si con el desangelado y resignado equipo de la primera etapa o por el contrario, con el avasallante y corajudo de los segundos '45?.
Puesto que, de aquella simple respuesta, bien podría estar la enorme diferencia entre jugar una riesgosa e impensada promoción con Villa Dálmine o la UAI Urquiza o bien salvarse de todo y lo antes posible, reuniendo en la cancha los puntos necesarios, para no tener que padecer hasta la fecha 42°, un campeonato de la “B” Metro que ya hemos padecido con creces y que hoy se asemeja a una verdadera película de terror, aún con final abierto.