Y una noche, sin previo aviso, volvió el gran goleador y,
bajo su influjo, se abrieron los arcos del Nuevo Francisco Urbano, para el
delirio del Pueblo del Gallo, que pudo comprobar con regocijo y satisfacción,
el reencuentro con el gol de su ídolo máximo.
En la noche del martes, el Deportivo Morón se alzó con un
triunfo tan holgado como importante, por varios factores: el retorno al
liderazgo del torneo, en compañía de Defensores de Belgrano, Platense y Atlanta;
el acortar distancias con Flandria y Barracas Central en los promedios, ahora a
sólo cinco unidades de diferencia y lo dicho, el demorado y ansiado retorno de
Damián Emilio Akerman, que tras una larga sequía, con problemas físicos
incluidos, pudo descargar toda su bronca y alegría contenida, en un enorme
grito de gol que le llenara la boca, de frente a la gente que lo venera e
idolatra.
Sin embargo, en una noche evidentemente mágica, por la
vuelta del máximo artillero histórico del Gallito, el once de Mario Darío Grana
pudo disfrutar (y hacer disfrutar a su hinchada) de un triunfo sin sobresaltos
sólo en el marcador, dada la contundencia inusitada de este equipo -por lo
menos hasta esta fecha-, dado que en el trámite del cotejo habría de sufrirlo
en varios pasajes, pero que a fuerza de corazón, algo de fútbol y por
prepotencia de goles, pudo torcer a su favor para redondear una actuación
convincente en lo general, con algunas dudas a corregir en extrema defensa.
De entrada, la visita tendría dos chances clarísimas para
abrir el marcador, merced a las dos “torres” que podría en cancha el entrenador
del conjunto de la colectividad, Eduardo González, para intentar forzar el
desarrollo y resultado, a partir de la victoria en una batalla planteada en las
“alturas”.
Así las cosas, tanto Leonardo Ramos como Juan Manuel
Caspary, con sus exuberantes portes, no exentos de habilidades con los pies,
complicarían muchísimo a la última línea de un Morón, que volvería a evidenciar
problemas en dicha zona del campo del juego, propiciando transformar el área de
“Chiche” Migliardi en un “teatro de operaciones” a la medida de las dimensiones
de los puntas visitantes, que lograban poner en aprietos a la línea de tres del
Gallo, con algo de altura en Emiliano Mayola, y capacidad de salto en Ariel
Otermín, pero un baja estatura en su joven líbero, Ariel Berón, quien la
pasaría realmente mal durante buena parte del cotejo.
Ante esto, el Gallito proponía una contención en el
mediocampo, con Martín Granero (nuevamente de gran partido, constituyendo lo
más parejo del equipo, hasta aquí) como único volante central, con Dante Zúñiga
corrido hacia el carril izquierdo, y un Gerardo Martínez como primera opción de
pase, con responsabilidades de marca, para luego habilitar a Esteban González,
unos metros más adelante, como enlace con los delanteros, Mariano Martínez y
Damián Akerman.
Y sabido es que, en este esquema, cuando las urgencias de
los resultados obligan al entrenador a “poner toda la carne al asador”, con
ambos enganches en cancha, y Zúñiga para remontar el carril zurdo, Granero debe
desdoblarse más que nunca y el neuquino de Cutral Có pierde eficacia fuera de
su ámbito natural, que no es otro que el círculo central, supliéndolo con la
prodigalidad y la actitud ya conocidas, además de su buen pie y criterio a la
hora del manejo de la pelota y los espacios.
En este punto, debemos detenernos en un acierto destacable
de Mario Grana, como lo fuera el cambio de lateral de Mariano Barbieri, quien
por derecha (con el “Polaco” Gastón Sánchez en el banco de los suplentes),
exhibiría una actuación realmente de excepción, erigiéndose en la figura del
equipo y del encuentro, a partir de su gran tarea en ofensiva y su solidaridad
y contracción a la marca, a la hora del retroceso, colaborando permanentemente
con los defensores, en especial con Ariel Otermín, cuando al rubio central, de
correcto partido, se le complicaba lidiar con alguno de los “grandotes”, más la
llegada de volantes rápidos y peligrosos en la visita, como un movedizo e interesante
Nahuel Peralta.
Por si fuera poco, esta actuación francamente consagratoria,
donde consumara todo lo amagado en varias fechas y concretado las condiciones
que todos sabemos que tiene generosamente, y que hemos sufrido en el pasado
reciente, vistiendo la camiseta amarilla del “Canario” de Jáuregui, Mariano
Barbieri habría de “ponerle el moño” con la concreción de un gol decididamente
“maradoneano”, donde partiendo desde el sector derecho, tras recuperar una de
las tantas pelotas capturadas en mitad del terreno, enfilara con decisión y una
habilidad en velocidad asombrosa, para tras un “slalom” donde dejara desairados
a cuatro rivales, ingresar al área por el vértice izquierdo, para definir
magistralmente ante Marcos Jara, con una
remate potente y esquinado. Tras semejante obra, pocas veces vista por el
Oeste, no había más alternativa que aplaudir de pie, hasta que las palmas de las
manos dijesen basta.
Tras los primeros ’45, el dos a cero con el que el local se
iría a los vestuarios, reflejaba poco más que la enorme contundencia de un
Morón, que lejos de vencer y por dos goles de diferencia, debería haber estado
agradecido con un empate parcial, ya que más allá de ambos goles en sendas
llegadas, la visita había generado no menos de cuatro o cinco ocasiones claras
de gol, sumado a un actitud de mayor presencia en campo ajeno y dominio del
balón.
Sin embargo, como los goles no se merecen, sino que se
hacen, en el complemento, el Gallo siguió pasando algún que otro sofocón en su
insegura última línea, aunque controlados casi por completo, en su tercer
intento franco al arco, donde esta vez sería Dante Martín Zúñiga quien se
regalaría (y nos obsequiaría a todos los presentes) otro golazo de antología,
cuando tras capturar una buena habilitación de Mariano Martínez, en el borde
del área, despacharía un misil de “cachetada”, que iría a colgarse del ángulo
más lejano del palo izquierdo de Jara; para delirio de la multitud presente en
el Nuevo Francisco Urbano y premio más que merecido a tantos intentos anteriores
sin fortuna, del neuquino, que esta vez podría debutar en la red con la casaca
del Gallo y de qué forma.
De allí y hasta el final, Mario Grana mandaría a la cancha a
Matías Villavicencio, para reforzar la defensa con una línea de cuatro (donde
volvería a destacarse Emiliano Mayola, en especial, durante el primer tiempo) y
a Ezequiel Cérica y Mariano Messera, quien a segundos de su ingreso estuviese a
punto de convertir el cuarto tanto, en lugar de Mariano Martínez, Gerardo
Martínez y Esteban González .El primero de ellos de flojo encuentro, pero con
el destaque de haber sido el autor de dos pases gol, con especial atención en
la corrida y desborde para el festejado tanto de Akerman; mientras Gerardo
alternaría malas y buenas, en una noche de impresiones, y el “Pelado”
redondearía una correcta actuación, con momentos de lucidez y talento, mientras
le durase el aire en pulmones y cerebro.
En definitiva, en una noche de ensueño, por el regreso del
ídolo máximo y los goles “maradoneanos”, el Gallo terminaría concretando en la
red, un triunfo apretado en el desarrollo del encuentro, pero que lo sube a la
cima del torneo, lo saca de la zona del descenso y acorta distancias con sus
principales objetivos, en la tabla de los promedios, para mirar al futuro con mayor
tranquilidad y entusiasmo, donde puede no sobrarle demasiado, pero seguro
tampoco es menos que nadie.
Y es precisamente allí, donde se basa el sueño y la ilusión
de todo un Pueblo. La próxima escala, será en Caseros, para medir la verdadera
dimensión de este momento, y cambiar por ambición, el amarretismo evidenciado
fuera del Oeste. Asignatura pendiente, oportunidad en ciernes… Y a seguir
luchando.