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Foto: gentileza, Eduardo Fabián Acuña |
Y Morón ya nos tiene acostumbrados a este tipo de situaciones indeseadas
e inconvenientes, donde toda la expectativa previa, generada por
diversos motivos ocasionales, termina por extinguirse inexorablemente,
con el correr del partido y la escasísima respuesta de los
protagonistas, dentro del rectángulo de juego.
En
este caso, la gran expectación preliminar estuvo dada, no por el andar
lujoso y contundente del equipo, sino más bien por la posibilidad de
volver a verlo in situ, en el Nuevo Francisco Urbano, tras una ausencia
prolongada de cuatro meses, entre el último receso invernal y la
posterior sanción disciplinaria impuesta a nuestro estadio, en virtud de
los incidentes de mayo último, cuando el plantel anterior se debatía (o
mejor dicho, sólo un puñado de sus integrantes y cuerpo técnico), entre
sus enormes limitaciones y la angustia de un descenso que constituyó
una "Espada de Damocles", durante toda la pasada temporada.
En
efecto, y con la posibilidad del retorno del público del Gallo a su
casa (o por lo menos, parte del mismo, ya que las autoridades de la
seguridad deportiva jurisdiccional restringieron el ingreso únicamente a
los socios, y más tarde la policía se encargaría de vedar aún más la
asistencia, entre los propios asociados, ante su inaudita negativa de
correr al turno noche, un cotejo que a las 15.30 de un lunes laborable,
restringiría los deseos de muchos socios, rehenes por horario de
impostergables obligaciones laborales), sumado en lo futbolístico, al
regreso también al triunfo en la jornada precedente, cuando el Gallo
derrotara a Comunicaciones en Agronomía, dando además alguna
manifestación de vida, entre lo poco y malo demostrado hasta el último
miércoles.
Sin embargo, este Morón que a los
golpes, y a lo largo de los últimos años, nos ha acostumbrado al trueque
amargo del deseo por la decepción, habría de demostrar en poco más de
'30 minutos, que si hubo una mejora futbolera en el "Alfredo Ramos", la
misma parece haber sido la manifestación precipitada de una primavera
que, por lo visto este lunes frente a Platense, no parece coincidir con
el advenimiento permanente y duradero de una estación que arribara para
quedarse.
Por el contrario, de operarse alguna
mejora temporaria, en este equipo del "Tano" Pasini, más bien se asemeja
a aquellas que sobrevienen en los pacientes críticos, internados en
cuidados intensivos, como clásica antesala de un desenlace funesto.
Con
la novedad extra de la repetición del mismo once, por primera vez en el
presente Torneo de la Primera "B", "Osvaldo Guerra", el Deportivo Morón
recibía a un complicado rival, por lo menos desde lo estadístico,
aunque circunstancialmente accesible (tal vez como nunca en la
historia), en virtud de la crisis futbolística por la que atraviesa el
"Calamar", de flojísima campaña en la Zona "B" y un rendimiento tan
paupérrimo que determinara en las últimas semanas, tanto el alejamiento
de su entrenador, Sebastián "Gallego" Méndez, como la renuncia
indeclinable de su presidente, Pedro Vilariño.
No
obstante, este Morón que también se especializa en revivir "muertos",
le otorgaría a los de Vicente López la alternativa inmejorable de
quitarse el respirador artificial, para comenzar a respirar por medios
propios, con la receta simple de un equipo limitado y de escasas
virtudes, aunque conocedor de sus limitaciones y, fundamentalmente,
exhibiendo las ganas y la voluntad encomiables de aquél que lucha por
salir del coma.
Por el lado del Gallo, y como
ocurriese en otros encuentros de este mismo certamen, la presión inicial
ejercida por los dirigidos por Salvador Pasini, sólo duraría unos pocos
minutos, a partir de un par de desbordes de Guillermo Suárez por
derecha y las buenas intenciones de Nicolás González, por la banda
opuesta.
Por desgracia, la movilidad inicial de
Suárez y el atrevimiento de González se apagarían demasiado pronto en
el partido, al tiempo que el superpoblado mediocampo de la visita se
iría apoderando del desarrollo, merced a los correctos rendimientos de
Dante Zúñiga y Emiliano Giannunzio.
En este
punto, y del mismo modo que sucediera también en la mayoría de los
encuentros anteriores, la ausencia de generación y volumen de juego en
el medio, determinaría el inexorable aislamiento de los delanteros de
punta del Gallito, quienes se veían obligados a bajar demasiado para
tomar contacto con el balón, al tiempo de verse sistemáticamente
compelidos a chocar una y otra vez contra los sólidos defensores
rivales, ante el recurso repetido del pelotazo frontal y dividido, como
única herramienta esgrimida de conexión entre las diferentes líneas.
Asimismo,
a la alarmante falta de ideas ofensivas, los volantes centrales locales
tampoco se ofrecerían como alternativa de emergencia ante la crisis,
sin criterio a la hora de manejar la pelota, ni timming para superar al
doble cinco del "Calamar".
Ni siquiera desde
la bandas, Morón lograría generar algo de desequilibrio, con dos
laterales rápidos, aunque de poco criterio en ataque, y dos zagueros
correctos, pero que luego se irían desdibujando con el correr del
encuentro, al igual que el resto de sus compañeros.
En
este contexto y por si fuera poco, cerca de la media hora y cuando
recién comenzaba a evidenciarse la preeminencia de la visita, en su
primera incursión seria sobre el área del Gallito, terminaría con un
zapatazo inapelable de Walter Ortíz, para que Platense se llevara al
entretiempo un triunfo parcial, por el que había hecho realmente poco,
aunque con mayores ideas y mejores armas que un nervioso e inconexo
Morón.
Porque, si bien es cierto que el Gallo
manejó el balón durante gran parte del primer tiempo, como más tarde lo
haría también durante el complemento, con las urgencias lógicas de la
búsqueda del empate, dicho predominio y protagonismo habría de resultar
absoluta y definitivamente estéril, puesto que en '45 no lograría
generar UNA SOLA situación concreta de gol.
En
el segundo tiempo, el rendimiento individual y colectivo del equipo,
lejos de mejorar, habría de empeorar (los ingresos de Gerardo y Mariano
Martínez, esta vez no marcarían diferencia alguna), agudizado por el
nerviosismo in crescente en varios de sus protagonistas, que hubo de
cobrarse a su peor víctima en Emiliano Mayola, quien resultaría
expulsado por doble amarilla, como emergente nominal de un conjunto sin
ideas, desesperado y absolutamente impotente.
Claro
está que, este Morón hasta aquí acostumbrado a jugar sin gente, debió
afrontar (y de la peor manera, abajo en el resultado), la prueba de
fuego y de carácter de ir en búsqueda de su suerte, ante la presión de
un Nuevo Francisco Urbano a menos de la mitad de su capacidad ocupada de
costumbre, lo que justificaría varias dudas iniciales, sobre la
posibilidad de respuesta de este equipo, a cancha llena, en cotejos tan
pobres como el de la víspera, ante Almagro o Barracas Central.
Con
tan sólo un par de chances netas en el complemento, como un intento
desde afuera de Cristian Yassogna (una vez más, de lo poquito
rescatable) y el remate desde la media luna, a cargo de un nervioso e
impreciso Cristian Lillo, que obligaría a la única acción lucida del
arquero visitante, el inoxidable Claudio Flores, el Gallo resignaría
tres puntos vitales ante un rival tan pobre, que jamás habría de
inquietarlo de contragolpe, en todo el segundo tiempo.
Y
es que Morón nos tiene acostumbrados a este tipo de golpes, en los que
el deseo del inicio, se ve muchas veces trocado por la decepción del
final.
Lo cierto es que el Gallo perdió y
volvió a mostrar su peor imagen, la del desconcierto colectivo, la falta
de ideas y la ausencia de premisas claras de juego.
Habrá
que revertir mucho y en demasiado poco tiempo, porque en un torneo
corto como el presente, el tren de las oportunidades puede pasar una
sola vez, si es que al cabo lo hace.
Y la verdad incontrastable es que hoy, estamos lejísimo de poder aspirar seriamente a algo (llamado ascenso).
Entre el deseo y la decepción, así andamos..., de cachetazo en cachetazo.
RECEN POR MI (otra vez...).
Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.