Y Morón cerró el "Torneo de Transición 2016" de la Primera "B", tal vez de la manera más injusta, por una derrota en la jornada final, en su visita a Barracas Central, que nada tiene que ver con una cuarta posición muy meritoria, en atención a todos los avatares y contratiempos extra futbolísticos que plantel y cuerpo técnico debieran afrontar durante el último semestre.
En otro torneo de "Cenicientas", donde el único premio mayor se lo llevaría el humilde Flandria, conformado para engrosar su promedio y salvarse de un pronto retorno a la "C" y, en su defecto, al cabo de diecinueve fechas de un certamen mediocre y parejo hacia bajo, habría de alzarse con el ascenso a la "B" Nacional, clausurándole el "Griffo" de la ilusión a Atlanta, en su propia casa.
Con el regreso de su "Excursio", luego de largo tiempo, y el descenso de Deportivo Armenio, en la próxima temporada, a disputarse hacia principios de agosto, toda vez que para aquella época aún subsista la AFA o alguna clase de nucleamiento de clubes que la reemplace en los hechos, el Gallo habrá de cambiar los viajes a Ingeniero Maschwitz, para pisar por pimera vez el césped sintético del otro equipo del Bajo, que viene a reeditar viejos clásicos con Defensores de Belgrano.
En el balance de una temporada con demasiados problemas fuera de la cancha, y que sin embargo rindió hasta más de lo esperado en la previa y, de yapa, a poco estuvo de meterse en la pelea por el campeonato hasta la última fecha, el Morón de Walter Otta alternó buenas y malas, pero lo cierto es que se caracterizó por intentar imponer una propuesta generosa e interesante, y hasta desusada para la categoría, donde pretendiera con variado éxito, asumir el rol de protagonista en todos los escenarios, con una clara predisposición y ambición ofensivas, lo que a veces lo llevara a desbalancearse en su última línea.
Con el goleador del campeonato en Javier Rossi (algo que no ocurría desde las épocas de Juan Ramón Corona y antes, de Atilio Romagnoli en la "C", en 1980), el buen torneo de Junior Mendieta, ya rumbo a Lanús, su nuevo club desde diciembre de 2015, y la generación de juego de un doble enganche (Gerardo Martínez y Rodrigo Díaz) que, gustos tácticos al margen, resultara un deleite para el maltratado ojo del hincha del Gallo, y del fútbol de ascenso en general, el Deportivo Morón finalizaría el certamen con una interesante cifra de 26 goles en 19 partidos, igualada por Colegiales (tercero por diferencia de gol) y sólo superada por Atlanta, con 28 tantos, lo que revela el "poder de fuego" que tuviera el equipo, más allá de algunos momentos de "sequía", lógicos en el transcurso de cualquier competencia.
De allí en adelante, o mejor dicho, hacia "atrás", comenzarían los mayores desacoples de conjunto, con un mediocampo que destacaría la figura excluyente de un volante central de otra categoría, como Emmanuel Giménez, no siempre bien secundado por la irregularidad de Damián Toledo (quien pareciera haber pagado caro y prolongado "tributo" a la grave lesión ligamentaria en una de sus rodillas) y un Cristian Yassogna que comenzara con el nivel del campeonato pasado y, de unas cuantas fechas a esta parte, finalizara exhibiendo una imagen alejada de aquél jugador "todo terreno" y abanderado del sacrificio, la prodigalidad y la solidaridad dentro de la cancha.
Padeciendo demasiado, otra vez, en general, la ausencia absoluta de carrileros naturales, algo que se viene arrastrando desde los desatinos en la conformación del plantel, en tiempos de Salvador Pasini, quien con su idea de jugar con tres volantes centrales y ningún externo, condicionara desde entonces la conformación de los planteles futuros, a caballo de una situación económica que impediría grandes erogaciones en épocas de Blas Giunta y en la llegada reciente de Walter Otta.
Ya en campo propio, el arco de Morón estaría muy bien cubierto, con el correcto rendimiento de Milton Alvarez, quien más allá de algún error aislado o falsa actuación, le devolvió al equipo las garantías perdidas bajo los tres palos, desde las mejores épocas de "Chiche" Migliardi, o el primer torneo del "Flaco" Peratta, tras su agridulce regreso al Gallo.
Hasta arribar a la defensa, sin dudas el "talón de Aquiles" de este conjunto, con actuaciones individuales muy desparejas, pero fundamentalmente sin haberse hallado jamás un rendimiento colectivo convincente, claramente reflejado en los diecinueve goles en contra, soportados en igual cantidad de encuentros, cuando en comparación, el campeón Flandria, hubo de recibir tan solo nueve tantos, con Leonardo Griffo en su arco.
Inmejorable lo del capitán Emiliano Mayola, importante lo demostrado por Nicolás Minici hasta su prolongada lesión, con altibajos de Cristian Broggi y Nicolás Gásperi, y un flojo torneo de Juan Gabriel Ferreira, Walter Otta no podría consolidar una última línea que transmitiera solidez, en muchas ocasiones potenciada por la recurrencia en la utilización del "achique", tal vez de discutible conveniencia, en presencia de arbitrajes tan paupérrimos como los que suelen "padecerse" en esta categoría, cada vez más lejos de una Primera "B" en serio, y cada año más cerca de una suerte de Primera "C" "premium" o de "lujo", por la existencia de grandes como Morón, Platense, Atlanta o Almirante.
En definitiva, con la derrota por dos a uno ante Barracas, en el "Claudio 'Chiqui' Tapia", el Gallo finalizaría de una manera injusta, una campeonato que hubiese merecido un cierre diferente, premio a un grupo de jugadores y cuerpo técnico que, pese a las adversidades del afuera, supieron sobreponerse para redondear una campaña destacable y con dignidad y verguenza deportiva, ganarse el respeto de la gente.
Ojalá, el campeonato venidero, con muchas continuidades y pocas incorporaciones (y buenas), logremos darle el adiós definitivo a una categoría que nos deprecia año a año y que, desde hace 16 temporadas, nos mantiene rehenes de una pesadilla en vigilia.
Y que el próximo festejo ya sea el nuestro.
Gustavo Adrián Requelme.
@elgallogustavo.
Foto: gentileza, Vanesa Insfran.
Foto: exclusiva, Osvaldo Abades (h).