¿Quién hubiese pensado, que los magros rendimientos
individuales y colectivos de las primeras fechas, podían ser trocados al final
de la rueda, por actuaciones contundentes, sólidas y por momentos, hasta
lujosas?.
¿Quién hubiera sido capaz de aventurar, con la preocupación
a cuestas de un solo punto sobre nueve posibles, al cabo de las primeras tres
jornadas, que ese mismo equipo nervioso e impreciso, iba a ser capaz de
finalizar el año con 34 unidades, como único escolta del líder, Atlanta, que
reúne 35?.
¿Quién hubiese podido imaginar, cuando Defensores de
Belgrano recortara la distancia inicial de seis unidades, para superarnos por
primera y única vez en la tabla de los promedios, que este conjunto de Mario
Grana sería capaz de finalizar la primera rueda doce puntos por encima del
propio “Dragón”, y a cinco de Flandria, que al comenzar la temporada nos
aventajaba por nada menos que dieciseis unidades, sin olvidarnos de Barracas
Central, que arrancara catorce arriba del Gallo y hoy los halla igualados en
coeficiente?.
¿Quién diría, en definitiva, que aquél Morón decepcionante
de comienzos de temporada, modificaría su andar de tal modo, al punto de
generar el entusiasmo, la felicidad y la esperanza que despierta en este final
de año, con actuaciones individuales sobresalientes y una solidez de conjunto,
que tranquiliza y, acto seguido, invita a soñar a lo grande?.
Pues este equipo lo hizo posible, redoblando la apuesta del
trabajo, aprendiendo de los errores y confiando en las virtudes futbolísticas
individuales y la fortaleza de un grupo, capaz de canjear críticas por elogios
y puteadas por aplausos, expresándose con determinación y firmeza, sólo
mediante sus pies y siempre dentro del campo de juego.
En efecto, tras la demostración de personalidad y
contundencia, en la primera de las finales ante “Defe”, el Gallo debía
ratificar su rendimiento y consolidar su victorioso presente, nada menos que en
otro partido de “seis puntos”, ante Flandria, en el Nuevo Francisco Urbano y
ante todo su público.
Y este Morón perseverante no defraudaría, sino que por el
contrario, profundizaría la virtudes evidenciadas una semana antes y
minimizaría los pocos errores manifestados en el Bajo Belgrano, para redondear
un 4 a 0
tan elocuente en los números finales como justificado en el juego, ante una
visita que jamás pudo imponer condiciones ni poner en riesgo el triunfo del
Gallo, disminuido en su rendimiento por la solidez granítica de un equipo que
sabe lo que pretende y cómo conseguirlo.
Al igual que ocurriese ante el “Dragón”, el Deportivo Morón
reduciría a la mínima expresión a su rival de turno, asfixiándolo con ambición
hasta alcanzar la tempranera ventaja, para luego administrar el juego y cerrar
sus líneas en el mientras tanto y, finalmente, una vez controlado, maniatado y
frustrado su partenaire, asestarle tantos golpes de nocaut como fuese
necesario, con la paciencia, precisión y voracidad letal de los depredadores
mayores de la naturaleza futbolera.
Con la seguridad habitual, que irradia siempre desde el
arco, el gran capitán “Chiche” Migliardi, el Gallito ha consolidado una línea
de tres en el fondo, de grandes rendimientos personales y mejores ensambles
colectivos, a partir de notables presentes de Ariel Otermín y de Emiliano
Mayola (que, en ambos casos, cuesta creer que sean los mismos de los erráticos
primeros encuentros) y la confirmación del gran momento y la mejor proyección
de Ariel Omar Berón.
Por si fuera poco, cuando la línea de tres (mérito exclusivo
de Mario Grana, que apostó y aceitó un esquema defensivo desusado para la
categoría) se junta demasiado y genera algún desequilibrio ocasional por las
bandas, este Morón cuenta con la prodigalidad y la solidaridad de dos
carrileros incansables, que bajan para marcar, recuperar el balón y volver a
remontar la banda -cuantas veces resulte necesario-, como Mariano Barbieri por
derecha y Matías Orihuela por izquierda, de gran actualidad ambos y generosos
en lo táctico, para ajustar los desacoples defensivos y generar los
desequilibrios ofensivos, con habilidad en velocidad y sacrificio.
En el medio, el balance tiene nombre y apellido, y se llama
Martín Granero, sin lugar a dudas el de rendimiento más parejo durante todo el
semestre (de enorme capacidad de quite, timming y un tiempista sin igual), y
también indudablemente, el mejor volante central de la categoría por escándalo,
por lo visto en esta primera rueda de la “B” Metro, temporada 2013/2014. A su
lado, el neuquino Dante Zúñiga combina en medidas justas, talento y sacrificio,
para erigirse en la primera opción de pase, con su raro estilo de “galera y
bastón”, aunque de movimientos heterodoxos, con una capacidad admirable de
ubicación para cubrir espacios y relevar compañeros, y no dudar en evitar la
progresión territorial de los rivales, trabando hasta con la cabeza, como
recurso in extremis pero efectivo.
Unos metros más adelante, la generación del fútbol de este
equipo, se reparte en partes iguales entre la habilidad de Gerardo Martínez y
el talento de Esteban González, ambos quizá discontinuos pero igualmente
importantes, cuando el primero de ellos se cargara el once al hombro, en los
momentos más oscuros del semestre, mientras el segundo creciera
exponencialmente, con el paso de los partidos, para erigirse en la pausa que el
conjunto requería de él. Y un plus adicional, también compartido: la excelencia
de la pegada de ambos, en el caso de Gerardo, para el envío franco al arco y,
en el del “Pelado”, para la asistencia milimétrica, entre líneas y aún a
distancia, como lo demostrara precisamente, en la génesis del cuarto tanto ante
el “Canario” (obra de un recuperado Martín Gastón Sánchez, venido desde el banco, a quien se lo notó rápido y vertical como siempre, pero más incisivo y preciso que en su versión de los últimos tiempos).
Finalmente, en ofensiva, hoy Morón encuentra el dato
preponderante de la recuperación futbolística de su máximo goleador histórico y
buque insignia, con un Damián Akerman en su máxima expresión de letalidad y
contundencia, evidenciado con meridiana claridad en su segundo gol(azo) ante
Flandria, el sexto de su cuenta personal en el presente torneo –quinto en los
últimos cuatro partidos- y nada menos que el 132 con la casaca que mejor le
sienta. Encima, y para colmo de males para los rivales, en coincidente
levantada con su “compadre”, Mariano Martínez, el hombre de los goles
importantes para la sumatoria de puntos, en los instantes más aciagos del
juego, y que si bien demostrara un semestre más regular que Akerman
(erigiéndose en el goleador del equipo con siete tantos), en las últimas fechas
y al igual que varios de sus compañeros, ha evidenciado un notable crecimiento
en su rendimiento, que lo emparenta con el “MyM” de los mejores momentos en el
Gallo, como en el final de la temporada 2012/2013.
¿Quién lo diría, no?..., escoltas a un punto del líder y cada vez más lejos de la zona roja del descenso, con una racha de cinco sin perder y tres triunfos consecutivos y fundamentales, ante rivales directos en los promedios, para redondear un cierre de año inmejorable y a toda orquesta.
Ojalá la tranquilidad que trasunta el equipo dentro del
terreno de juego, pueda también contagiarse hacia el afuera, y que esta
dicotomía absurda en la que nos hemos metido, no nos restrinja la alegría, ni
nos requiera solicitar permiso para ser felices y disfrutar de este momento.
Porque, en definitiva, la esperanza, los sueños de ascenso y la felicidad del
hincha, son tan legítimamente nuestros, como de cualquiera.
Vamos Gallo, CARAJO!!...