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Foto: gentileza, Leonela Albañir. |
Catorce de dieciocho puntos posibles, cuando en los ocho cotejos
precedentes, había cosechado tan sólo nueve unidades. Nueve goles a
favor, en los últimos seis partidos, cuando hasta allí, en los ocho
encuentros anteriores, había vulnerado la defensas rivales en siete
ocasiones. Seis partidos sin recibir goles en contra, con un acumulado
de casi 600 minutos sin tener que ir a buscar el balón dentro del propio
arco, más precisamente desde la fecha 9°, ante Acassuso en Ciudad
Evita, siendo que previamente había soportado siete goles. Invicto al
cabo de seis cotejos, con cuatro triunfos y dos empates, cuando
previamente, en los ocho encuentro anteriores, hubo de alcanzar dos
triunfos, tres empates y otras tantas derrotas..., constituyen algunos
números, pero por demás elocuentes, de la solidez que ha adquirido el
Deportivo Morón, desde el arribo a la dirección técnica de Blas Armando
Giunta, para consolidar a un equipo que venía sin rumbo y reconfortarnos
con el sueño de un ascenso posible, que hasta hace sólo un par de meses
parecía una quimera tan grande, como lo es la figura del jugador
símbolo de este conjunto y goleador absoluto del actual torneo, como no
podía ser otro que el venerable Damián Emilio Akerman.
Tras
la igualdad en cero en Lomas de Zamora, que bien pudo ser victoria, y
la jornada libre, el Gallo afrontaba un difícil compromiso con el
Deportivo Armenio de Federico Domínguez, de "capa caída" durante las
últimas fechas y, sin embargo, expectante entre los equipos que pugnan
por ingresar al reducido, por la Zona "B" del Torneo de Primera "B",
"Osvaldo Guerra".
Matemáticamente aún con
chances, aunque casi fatalmente resignado a observar desde lejos el
ascenso directo de Los Andes, Morón salía al maltrecho campo de juego
del Nuevo Francisco Urbano (otra vez "herido" en su verde, tras un acto
de culto evangelista en la semana precedente, con abundante ingreso de
particulares, en un alquiler inapropiado aunque propio de un estado de
"necesidad con cara de hereje"), con la premisa ineludible de sumar de a
tres, en el doble objetivo de recortar distancias con el segundo y
tercero zonales (Acassuso y Villa San Carlos, respectivamente) y al
mismo tiempo, consolidarse en puestos de hexagonal final y mantener a
raya a sus inmediatos perseguidores en la contienda de semi-fondo
(Barracas Central, UAI Urquiza y el propio Deportivo Armenio).
Para
ello, Blas Giunta decidiría desarmar su habitual doble cinco y hacer
ingresar a Gerardo Daniel Martínez como enganche, en la búsqueda de
mayor tenencia y volumen de juego en el medio, y con ello, más y mejor
protagonismo de sus delanteros, algo de lo que había carecido en Lomas
de Zamora y Villa Raffo, por citar dos ejemplos.
Sin
embargo, el cambio de dibujo táctico no le redundaría dividendos al
Gallo, puesto que la actuación individual de la "promesa vitalicia" de
Morón volvería a desaprovechar su chance, desenvolviéndose con la
intrascendencia que caracterizara su performance, salvo las fechas
iniciales del pasado campeonato, cuando a fuerza de goles y pases entre
líneas disimulara el horrible comienzo de la última temporada y, en
definitiva, se convirtiera en el "ángel de la guarda" de un Mario Darío
Grana DT, de otro modo, condenado prematuramente a la guillotina de los
malos resultados y peores rendimientos.
De este
manera, no resultaría extraño que, por vez primera desde la llegada de
Blas Giunta, el Gallo perdiera la "batalla" del mediocampo, ante la
soledad incontrastable del retornado Damián Ezequiel Toledo, resignado a
padecer un 1-2 constante en esos primeros minutos, ante la ausencia de
otros volantes de marca, más allá de la solidaridad y las buenas
intenciones, tanto de Cristian Román Yassogna por derecha, como de
Federico Domínguez por la banda opuesta.
Pese a
ello, Sebastían Darío Peratta volvería a transformarse en un espectador
privilegiado del encuentro, puesto que la única situación real de
riesgo generada por la visita, al cabo de los 90 minutos, resultaría la
primera acción seria del partido, apenas transcurrido el minuto inicial
de juego, a partir de un cabezazo desviado de Ortíz López, el nueve
goleador de la visita, a partir de allí neutralizado por completo entre
Nicolás Miguel Gásperi y Emiliano Jonathan Iván Mayola.
Con
el dominio del balón en los pies de los volantes rivales, de buen
manejo aunque absolutamente intrascendentes en los últimos metros, los
medios del Gallo habrían de sobreponerse a las dificultades que volvía a
proponer el campo de juego, y a partir de otro buen partido de Federico
Domínguez (retemplado futbolísticamente por la confianza que le
brindara el cuerpo técnico desde su llegada), y el empuje del resto,
comenzara a arrinconar a la visita contra su propio marco, desnudando
con ganas y paciencia las debilidades de una defensa rival permeable.
En
una de esas aproximaciones del Gallito, y cuando ya la visita había
dejado de frecuentar por completo los últimos metros del área del
"Flaco" Peratta, una individual en ataque encabezada por Rodrigo Lemos
(otro de correcto partido), terminaría con una falta dudosa de Armando
Lezcano, dentro del área, considerada como penal por José Carreras, el
árbitro del encuentro.
No sin suspenso, ya que
el propio Carreras habría de hacerlo ejecutar en dos tiempos, debido a
una invación de zona tan "fantasma" como la misma infracción de nuestro
conocido "Pipi", Damián Akeman acertaría en ambos intentos y en el
segundo, convalidado finalmente por el "pito", darle una ventaja inicial
trabajosa, aunque merecida desde las intenciones y las ambiciones
ofensivas.
Si a Armenio le había resultado
cuesta arriba acercarse con seriedad hasta la siempre sólida defensa del
Gallo, más allá del buen toque que evidenciaban sus medios, con la
desventaja parcial y a diez del cierre de la primera etapa, sus
limitaciones ofensivas aumentarían de manera definitiva, exponiéndose
asimismo, a la posibilidad de una contra que comenzara a liquidar el
pleito en favor del local.
Y a este Morón
sólido, seguro y paciente, de delanteros veloces y contragolpes letales,
le bastarían sólo diez minutos más para clausurar en la práctica el
desarrollo del encuentro, a partir de una gran contra encabezada por
Federico Domínguez, quien tras "pincharla" con calidad con el empeine
del botín zurdo, habilitaría al goleador histórico con tiempo y espacio
justos, como para despachar una volea formidable y agregar más capítulos
a su libro de proezas, con su octavo gol en el torneo y el 145 con la
camiseta que lleva grabada a fuego.
Con la
ventaja de dos consumada, el segundo tiempo estaría prácticamente de más
en todo su desarrollo, con un Morón tranquilo, seguro y dueño absoluto
de las acciones, e incluso regulando energías y evitando nuevas
lesiones, de cara a otro trascendental cotejo en la lucha por el
reducido, como lo será el del próximo miércoles, frente al Barracas del
"Gato" Norberto Salvador Daniele.
Ya en tiempo
cumplido y cuando Blas Giunta había recompuesto el doble cinco, con el
ingreso de Jonathan Páez por Gerardo Martínez y el reemplazo de
Guillermo Suárez en lugar de Damián Akerman, para que el Pueblo del
Gallito se rompa las manos en aplausos, una vez más ante su máximo ídolo
moderno, el mismo Guillermo Suárez tendría la chance de anotar su
primer gol en Morón, a partir de un segundo penal para la polémica,
sancionado por José Carreras en perjuicio del ex Tigre, con expulsión
incluida por último recurso, del golero de la visita.
Claro
que, aún con un improvisado arquero, como el zaguero Buongiorno, el
remate de Suárez resultaría tan débil y anunciado que podría ser
controlado, en primera instancia, aunque en el rebote aparecería
Jonathan Páez para capturar el envío antes que nadie y, con un toque
seco y goleador, hacer "zafar" a su compañero y cerrar el marcador con
un contundente 3 a 0.
Morón retornó de la fecha
libre y volvió a sumar de a tres, en un partido de vital importancia
para sus aspiraciones de clasificación al reducido, derrotando sin
brillar pero con absoluta justicia, a uno de sus inmediatos
perseguidores en la tabla zonal, justificando sus razones y virtudes a
la hora del triunfo final, más allá de los posibles fallos arbitrales
que pudiesen haberlo favorecido.
Morón sueña con un ascenso, que hasta hace sólo seis fechas, parecía más una quimera que una esperanza posible.
Y lo avalan los números... Y el Oeste es una fiesta.
Gustavo Adrián Requelme
@elgallogustavo