Y una noche cualquiera, en el Francisco
Urbano, el “Gato” Norberto Salvador Daniele se despidió del Gallo de la peor y
más injusta manera, para con su rica historia al frente del cuerpo técnico del
Deportivo Morón, tras 389 partidos que lo sitúan en la cúspide entre los DT’s
con más presencias (en un banco que, convengamos, jamás ha sido sencillo para
nadie, a lo largo de los años), un campeonato y ascenso inolvidables en la
‘89/’90, algunas frustraciones imborrables como la Promoción en Florencio
Varela, y un mix de improntas personales que fluctúan entre las terquedades,
los caprichos, los esquemas de pensamiento rígidos y la inquebrantable fe en un
único sistema capaz de solucionar diferentes situaciones con la misma receta; a
la par de una honestidad, generosidad e identificación tal con la institución
(y sin demasiados antecedentes en los desaprensivos tiempos que corren), que lo
llevara a asumir el “kamikaze” compromiso que muchos otros declinaran aceptar,
de convertirse en el “capitán del Titanic”, sin botes salvavidas
institucionales ni mucho menos económicos y a sabiendas de poner en juego el
prestigio ya bien ganado en el pasado reciente, para pasar a transformarse de
“héroe” a “villano”, dependiendo del resultado final de esta auténtica “ruleta
rusa” que es nuestro fútbol de ascenso.
Y decimos que una noche
cualquiera, el “Gato” Daniele se “despidió” del Gallo, entre gritos de
reprobación, abucheos y silbidos de la gente, auténticamente bien adquiridos
desde el demérito y el fracaso solamente futbolístico, porque en rigor de
verdad, el “ciclo” de Norberto Salvador Daniele como director técnico de Morón,
hacía rato que había concluido, más allá que más de uno no lo hubiese advertido
o, en último término, asumido.
“Si uno sale del boliche y ve que
le están pegando entre cinco a un amigo, uno no puede quedarse en el molde. Aún
sabiendo que van a cobrar los dos, no se puede abandonar al amigo en circunstancias
como esas. De última, si no se puede ganar la pelea, por lo menos vamos a
repartir entre dos las trompadas”…, graficaba el “Gato”, ante Marcelo Giovanini,
en una pasada emisión de “La Hora
de Morón”, para intentar explicar la “quijotada” de volver a calzarse el buzo
de técnico del Gallito, en momentos que el descenso era una realidad palpable y
la crisis institucional y financiera del club amenazaba con devolvernos a los
oscuros y tristes años en que, a la fuerza, aprendiéramos de concursos y
quiebras.
Y como toda profecía
autocumplida, el “Viejo Lobo” saldría en defensa del Gallo en apuros y
terminarían compartiendo las “piñas” y las cicatrices y moretones de la
golpiza, como buenos amigos que son, sin dudas, pero tan cierto como que jamás
mensurarían las verdaderas consecuencias y profundidades de la dolorosa derrota
en tan desigual combate.
Es en este punto, precisamente,
donde Daniele pareció no contar jamás con el acompañamiento necesario y
esclarecido de quienes lo rodean, para aconsejarlo sobre la oportunidad de las
“continuidades” y los “pasos al costado” a tiempo, cuando más allá de una
férrea voluntad y un positivismo y fe en las propias fortalezas, muchas veces
reñidas con la realidad vivencial y casi emparentadas con un “realismo mágico”
futbolístico. Porque en definitiva, y como bien reza la sabia poesía del tango,
en este caso, como en muchas parejas y fraternales amistades de años, antes que
el desgaste de un vínculo extinguido y sin retorno, lo más indicado y atinado,
hubiese sido sin dudas: “un adiós, inteligente de los dos”.
Huelga, en estos momentos,
recordar estadísticas antipáticas y contundentes, que si bien no hacen más que
ratificar la inexplicable demora en una decisión que ya se tornaba insostenible
para todos los actores, expresa en números y con dolorosa crudeza, los desaciertos
tácticos, la tendencia contumaz a porfiar sobre recetas únicas, la confusión
entre firmeza y terquedad y lo que es aún más complicado, el límite fino y
delicado entre la genuina determinación para revertir procesos adversos y el aventurado
compromiso del futuro cercano de la institución, por convicciones honestas
aunque indudablemente equivocadas.
Aunque, lo que seguramente jamás
podrán reflejar esas mismas estadísticas, es la valentía, hombría de bien y
honestidad (aún en el error), de un “amigo” del Gallo que, una noche al salir
del boliche y al verlo jaqueado ante una golpiza artera y desigual, decidiera
salir en defensa y “poner el lomo” por la amistad que los une, sin importar las
consecuencias de su “Salvadora” intervención, ni los moretones o las cicatrices
que la pelea pudiese producirle.
Y habría de salir lógicamente
golpeado, y mucho…, sin dudas. Pero con el paso del tiempo y restañadas las
actuales heridas, seguramente la historia volverá a colocar las cosas en su
justo lugar y el “Viejo Lobo” recuperará el sitial de técnico récord y
referente ineludible a la hora de los mejores recuerdos colectivos, que jamás
debió abandonar y que sólo su consuetudinaria obstinación, su espíritu de
“Quijote” futbolero y su lealtad con el “amigo en problemas”, devinieron en la
innecesaria y triste despedida de la noche del Urbano, el último martes en la
derrota frente a Colegiales, de un ciclo que había concluido mucho tiempo antes
y que, por miopía propia y ajena para identificar a tiempo y asumir finales,
seguramente podría haberse evitado.
Gracias Gato y ojala alguien se de cuenta una tribuna o un pedacito de codo algo tiene que tener tu nombre en el nuevo estadio
ResponderEliminarGRACIAS GATO