miércoles, 23 de abril de 2014

Alabado Sea (el “Tano”).

Y “San Salvador” Pasini continúa operando “milagros” por el Oeste. De 5 sobre 30 en 2014, hasta su arribo, pasamos a 12 de 12, con 6 goles a favor (todos en los segundos tiempos) y solamente un tanto en contra, además de no haber recibido rojas en dicho lapso y reducido drásticamente la cantidad de amonestados por cotejo.

Si tras los triunfos iniciales, ante Tristán Suárez en Ezeiza (la jornada de la presentación oficial del nuevo entrenador del Gallo) y algunos días más tarde, frente a Colegiales en el Nuevo Francisco Urbano (cortando una sequía de cinco encuentros sin alegrías en nuestro estadio, desde el domingo 8 de diciembre de 2013, en el 4 a 0 a Flandria), hablábamos mucho de la importancia de sumar de a tres, más allá de rendimientos e incluso de merecimientos; durante el pasado sábado, en la segunda victoria consecutiva como visitante –algo que no ocurría desde la temporada 2010/2011, la última en que ingresáramos fugazmente a un Reducido, bajo la dirección técnica de Oscar “Cachín” Blanco-, el equipo comenzaría a dar señales positivas y de crecimiento, también en el juego, que redundarían en otra alegría fuera de casa, pero con el aliciente de haberla justificado e incluso, por algún gol más de diferencia.

En ese contexto, es que el compromiso frente al “Bohemio”, asomaba como el desafío más complejo al que debía enfrentarse el conjunto de Salvador Antonio Aurelio Pasini, en comparación con los partidos precedentes, sin desmerecer rivales ni menospreciar resultados, equipos todos ellos de opacos presentes y peores futuros, constituyendo en definitiva y sin lugar a dudas, tabla de posiciones mediante, los rivales más flojos del  conglomerado de oponentes que presenta hoy en día la “B” Metro.

Así las cosas y a sabiendas de cotejar con la mejor medida posible desde su llegada, el “Tano” repetiría por vez primera, desde su asunción al frente del primer equipo, los mismos once que provinieran de vencer con justicia a Comunicaciones en Agronomía y que, más allá de las pocas horas de preparación entre cotejo y cotejo, y tal vez cierto grado de sublimación de la verdad futbolística no escrita, sobre que “equipo que gana no se toca”, implicaría, ni más ni menos, que los deseos de continuidad y mejora del mejor conjunto encontrado hasta el momento, en 270 minutos de juego efectivo, más allá del afortunado acompañamiento de los resultados, con prescindencia de los merecimientos.

Y si el destino le tendría preparada alguna prueba más, para comprobar los verdaderos alcances de las renovadas fortalezas individuales y de conjunto, de un equipo que, hasta hace sólo cuatro fechas atrás, parecía resignado al fracaso y acostumbrado a perder, sin importar el rival ni el escenario, y lo que era aún peor, sin manifestación ni voluntad alguna de rebeldía personal o colectiva; nada peor que el tempranero “cachetazo” de Atlanta, sobre el cuarto de hora inicial del encuentro (en el marco de un partido hasta allí parejo y entretenido), para colocar “bajo la lupa” la respuesta futbolística y mental, de un Morón con sobrados antecedentes de extrema fragilidad ante el infortunio, durante el pasado reciente de la “era Mario Grana”.

Con la habitual solidez de Juan Cruz Leguizamón en el arco, extinguido su invicto, aunque sin responsabilidades en el tanto “Bohemio”, la defensa del Gallo volvió a ofrecer sus ya habituales claroscuros, con la siempre sobria y efectiva labor de Ariel Otermín, pasando por las irregularidades de Emiliano Mayola (en especial, por su peligrosa tendencia a quedar “enganchado” en los off sides, para dejar habilitados a los delanteros visitantes), y de un Matías Orihuela con altibajos y algunas dudas, en particular a la hora de progresar en ataque; hasta llegar a la desacertada labor (una vez más) de Esteban Giambuzzi, capaz de generar una situación de desequilibrio en su propia área, al desentenderse de un pelotazo rival que creyera perdido y que, sin embargo, jamás traspasara los límites del campo y siempre continuase en juego.

En el mediocampo, una vez más el doble cinco conformado por Martín Granero y Dante Zúñiga, volvería a mostrarse errático y por momentos hasta perdido en el terreno, en especial durante el primer tiempo y en particular en el caso del “Polaco” de General Levalle, quien hoy se halla muy lejos de aquél fenomenal tiempista, rueda de auxilio y jugador indispensable, figura excluyente durante la primera rueda del actual torneo. Con referencia a su compañero del círculo central, con el correr de los encuentros, resulta cada vez más evidente que le sienta muy bien el shampoo marca “Pasini”, puesto que en los últimos tres cotejos (desde su regreso tras la suspensión), luego de opacos primeros tiempos, donde el hábil neuquino tiende a perderse en la intrascendencia de sus clásicas “calesitas” y el empecinamiento de hacer muchas veces una de más, en los complementos y tras los entretiempos, ha sabido cambiar diametralmente sus pálidas imágenes de inicio, para convertirse, unos metros más adelantado, en el jugador exquisito, vertical y de talento único para habilitar magistralmente a sus delanteros, sacando debido provecho de las condiciones que posee de sobra y que, sin embargo, parece demandar de las charlas en los vestuarios para sacar a relucir sólo en los segundos tiempos.

Claro que, para lograrlo, con esta floja actualidad de Granero, tal vez necesite de Hernán Parentini, de mejor rendimiento que el “Polaco” y que, por sus condiciones de volante más de quite y retrasado en el campo, permite que Dante Zúñiga se libere de la marca y se preocupe por generar fútbol. El mismo fútbol que habita por la banda izquierda, con Mariano Barbieri como abanderado, pero que, en contraposición, brilla por su ausencia sobre el carril derecho, con un Gastón Sánchez, “rápido y furioso”, pero sin pausa, y que pese a sus ganas y prodigalidad, termina resultando improductivo para las necesidades ofensivas del equipo.

Párrafo aparte para Gerardo Martínez, otro que pareciera haber abrevado del “acondicionador” de “San Salvador” Pasini, puesto que desde su ingreso, con el equipo en desventaja, volvería a ponerse al hombro las responsabilidades de manejo del balón y generación de juego, aportando lo mejor del Gallo en esa faceta (como ante Colegiales), con participaciones determinantes en ambos goles y en este caso, ante Atlanta, con el agregado de haber bajado varios “cambios”, para jugar sólo con la cabeza y no tanto con los brazos y codos, en una interesante muestra de reestablecida templanza, que ojalá se mantenga y profundice en el tiempo.

Y en ofensiva, con la gratísima noticia de la recuperación simultánea de ambos delanteros titulares, puesto que Mariano Martínez habría de jugar su mejor partido en mucho (pero mucho) tiempo, mientras que nuestro goleador histórico, aún en deuda con su juego, retornaría en todo su esplendor, con su olfato goleador y en su mejor rol: el de hacer estallar las gargantas de los hinchas de Morón, con goles decisivos (el décimo en la temporada y 134 con la casaca que mejor le sienta) y en partidos trascendentales, como frente al “Bohemio”.

Es que, en definitiva, “San Salvador” Pasini continúa operando “milagros” en el Oeste, con doce de doce desde su llegada, cuando hasta ese momento y en las postrimerías del proceso encabezado por Mario Grana, este equipo que parecía “partido al medio” anímica y futbolísticamente, provenía de una racha nefasta de 5 sobre 30 posibles, más cerca del Averno que del Reducido.

Ahora llegará el turno de Armenio, el próximo domingo, y luego del “Gasolero”, el venidero miércoles. Ni más ni menos que aquél encuentro, en que debía hacer su presentación oficial el nuevo técnico, con apenas un par de entrenamientos y que, en el primer guiño cómplice de la fortuna, la copiosa lluvia lo postergaría para el miércoles entrante. Tal vez la misma lluvia que, evidentemente, hubo de inundar buena parte del campo de juego, para recibir a Atlanta, el único escolta del líder, Nueva Chicago.

¿Que no cayó una sola gota de lluvia, en toda la semana previa?... Es posible…, pero no me vengan con nimiedades, en presencia de otro indicio “milagroso” de “San Salvador” Antonio Aurelio Pasini.

Alabado Sea (el “Tano”).

HAGAN LIO.

                                    Foto: Osvaldo Abades.

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