"Esto es un mundial, dos meses antes, y que dura
mes y medio. Primera etapa, partido a partido…”, afirmaba el
flamante director técnico del Gallo, Salvador Antonio Aurelio Pasini, tras su
primer entrenamiento con sus nuevos dirigidos, y en su contacto inicial con los
medios de prensa partidarios.
En efecto, curtido en el rol de “piloto de tormentas” y a la vez “bombero”,
el “Tano” supo antes de conocer los rostros cabizbajos de un alicaído plantel
del Deportivo Morón (que venía de una debacle sin final, de 5 puntos sobre 30
posibles, desde el reinicio del torneo en 2014), que la tarea no sería nada
sencilla y que debía recuperar cuanto antes la confianza en sus entrenados, al
mismo tiempo de recrear la esencia de equipo perdida en algún rincón de la
pretemporada en Campana.
Para lo cual y sin tiempo suficiente para los “escarceos” preliminares,
el “Tano” Salvador Pasini, "viejo zorro" curtido en mil batallas de la “B”
Metro, necesitaba contar con algún guiño inicial de la suerte, para que los
primeros resultados acompañaran de inmediato, las urgencias de un equipo a
pasos del descenso y con tan sólo diez fechas por delante.
“Si llegamos a últimas instancias, iremos por la
ilusión. Primero hay que meter el primero, antes del segundo. Estoy
ilusionado…”. Y así habría de dársele inicialmente, hasta con la complicidad
impensada del factor climático, que suspensión frente a Témperley mediante,
redundaría en tres días más de “gracia” antes del debut, para duplicar la
cantidad final de ensayos futbolísticos, y el consecuente beneficio en materia
de conclusiones preliminares sobre la actualidad de sus dirigidos, y la
valoración cualitativa y cuantitativa del plantel con el que encararía el
“mundial” de nuestra permanencia.
"Los jugadores deben crecer, hablé MUCHO con
ellos. Tenemos buen plantel, NO equipazo. Hay que lograr EQUIPO. Es la clave. Yo
quisiera que el equipo aparezca el sábado. Y sí, soy loco…”. Y el equipo no
habría de aparecer el sábado, dada la suspensión ante el “Gasolero”, y a cuenta
gotas, durante el segundo tiempo del cotejo frente a Tristán Suárez, escasas 96
horas más tarde. Pero lo más importante, aparecería el primer resultado, con el
postrero triunfo en Ezeiza, luego de seis largos años sin alegrías en un
terreno otrora amigable, para cortar la nefasta racha matemática de 5 sobre 30
y, fundamentalmente, la sensación interna y externa de un plantel que parecía
haberse acostumbrado a convivir plácida y resignadamente con la derrota.
“El que se quede quieto, no juega. Los quiero
solidarios. Necesitamos que entiendan el objetivo. Tienen que saber donde
están, es una institución RICA en gente…”. Y quizá allí habría de notarse el primer
cambio de un equipo, hasta la llegada de Salvador Pasini, apático, sin
respuesta y muchas veces hasta displicente dentro de la cancha, o por lo menos,
para el afuera, en ocasiones ajeno a la intensidad con que deben jugarse estas
instancias, desde la respuesta anímica como motor de los impulsos musculares.
En sus primeros tres puntos, en el “20 de Octubre” de Ezeiza, al cabo
de una primera etapa donde el empate en cero resultaba negocio para el Gallo,
no sólo desde lo numérico, sino fundamentalmente desde el trámite de un
encuentro, absolutamente adverso y sólo sustentado en la gran labor (una vez
más) de Juan Cruz Leguizamón, el “Tano” comenzaría a evidenciar las diferencias
de contar con uno de esos técnicos de experiencia, capaces de “ganar” un
partido en el vestuario, a partir de una correcta lectura de los hechos y la
puesta en marcha de decisiones táctica acertadas y oportunas que, sustituciones
nominales mediante, modifiquen positivamente el desempeño de sus dirigidos y en
definitiva, el trámite y resultado final del cotejo.
“El más comprometido jugará. Quiero que me defiendan
en el campo de juego, AFUERA NO. Se ponen la camiseta y jueguen a muerte…”. Y entre tanta
declaración pública de ocasión y “políticamente correcta”, vertida hasta el
hartazgo en los últimos meses, pero jamás correspondida por las manifestaciones
futbolísticas de los propios protagonistas, dentro de los diferentes campos de
juego transitados en dicho lapso; evidentemente, el mensaje del entrenador hubo
de resultar tan claro como contundente, puesto que frente a Colegiales el Gallo
adoleció de la misma anomia futbolera que lo aquejara desde la vuelta de sus
vacaciones, pero cuanto menos volvió a presentar las renovadas credenciales de
un equipo comprometido con el objetivo y “vivo” en la contienda, en particular,
en los segundos ’45 y tras otro buen “shampoo” marca “Pasini”.
En efecto, tras una primera etapa para el olvido, en el marco de un
partido decididamente espantoso, Morón resucitaría en el complemento y saldría
a imponer condiciones, con el objeto de ganar la segunda batalla de las nueve
que le restaban, frente a un rival tan molesto como complicado, que le había
cortado los circuitos de juego en el primer tiempo, así como robado la pelota y
el escaso protagonismo, dentro de un trámite más que pobre.
Sustentado en la actualidad, condiciones y proyección de un enorme
arquero como Juan Cruz Leguizamón, que habría de intervenir poco, pero
acertadamente, en especial para desviar con la yema de los dedos de su mano
derecha, un remate furibundo desde fuera del área y que, con la “chapa” en
cero, podría haber cambiando radicalmente el rumbo del encuentro, en especial,
para un equipo que ha demostrado tolerancia cero al imprevisto y la desventaja pasajera.
Con un defensa de cuatro con altibajos, con el punto más alto en Ariel
Otermín y el más bajo en el reingresado Esteban Gabriel Giambuzzi, y regulares
tareas de Ariel Omar Berón y Emiliano Jonathan Iván Mayola, el “Tricolor” no
habría de inquietar demasiado a la última línea del Gallo, pero sí de complicar
en más de una ocasión, el efectivo control de los escasos y rústicos puntas del
conjunto de Munro, con especial hincapié en el “grandote” Lucas Buono, de
constante “infighting” con medio Morón, y recién neutralizado con el cambio de
marca, de Ariel Berón (ya amonestado) a su tocayo, el rubio Otermín.
En el medio, con los regresos de Martín Rodrigo Granero y Dante Martín
Zúñiga, (ambos retornados tras las fechas de suspensión, por sus respectivas
expulsiones precedentes), podía presumirse un mayor control del centro del
campo, en comparación con lo visto en ausencia del doble cinco habitual y de
mejor rendimiento en el torneo. Sin embargo, la multitud de camisetas
“tricolores” que dispondría el esquema táctico de Néstor “Coqui” Ferraresi,
haría que la mitad del campo se convirtiese en un auténtico campo de batalla, a
lo que debió sumarse, en particular durante la primera etapa, la falta de la
proyección por las bandas.
Ya en el complemento y con la salida de un sacrificado, aunque errático
e irresoluto Luis Hernán Ferreyra, y el ingreso de Gerardo Daniel Martínez, el
Gallo ganaría en control del balón y en juego asociado, puesto que el enganche
local habría de juntarse con Dante Zúñiga y Mariano Omar Barbieri, para de a
poco y trabajosamente, comenzar a generar algo de fútbol, desde los botines
coloridos y virtuosos de los volantes con mejor pie del Deportivo Morón.
En ofensiva, mientras tanto, va quedando claro que el mejor acompañante
de Damián Emilio Akerman es “colorado” y se apellida Vacaría, ya que lo de
Mariano Matías Martínez resulta cada vez más pobre e improductivo para las
necesidades y urgencias actuales del equipo. Asimismo, quizá el refuerzo venido
de Comunicaciones, hoy por hoy resulte el socio ideal para el definitivo e
imprescindible retorno goleador del máximo artillero histórico, en tanto y en
cuanto parece el indicado para realizar el trabajo “sucio” de desgaste con los
defensores rivales, a fin de generar los espacios necesarios para que Damián cuente
con más y mejores ocasiones y, en definitiva, facture más seguido.
"Soy entusiasta, hago todo 'a full' y eso me
lleva a ser frontal. Yo digo lo que siento, son 10 finales MUY difíciles…”. Y este Deportivo
Morón de Salvador Pasini, ya se aseguró las primeras dos, con menos de quince
días de trabajo, desde su apresurada asunción, tras el demorado alejamiento de
Mario Darío Grana, con la derrota en el “Carlos Barraza” de Pilar y el
lacerante cántico de “se van para la ‘C’”, en boca de la escasa parcialidad del
humilde y sorprendente Fénix, hasta hace poco tiempo atrás, acostumbrada a las
desafiliaciones en la única categoría amateur del fútbol argentino.
“Vine a poner el pecho. Me importa sólo la gloria…”. Y hoy la “gloria”
implica, primordialmente, salvarse del descenso, para luego y con la
tranquilidad de espíritu que matemáticamente aún no tenemos, darle una “muerte”
violenta a la calculadora, y tal vez comenzar a ilusionarnos con el ingreso al
reducido, y la vuelta de los sueños rotos a comienzos de 2014.
Van dos de diez…, y quedan ocho. A jugar el “mundial” con renovada fe,
que “San Salvador” Pasini parece haber comenzado a operar el milagro.
"HAGAN LIO".
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