Y una tarde soleada de septiembre, de esas que se prestan para jugar al fútbol, Damián Emilio Akerman le dijo adiós a la actividad profesional, ante la mirada nostálgica de todos nosotros, cargada de agradecimientos y recuerdos felices, sabiendo íntimamente que, tanto para el uno como para los otros, empezaba a cerrarse una etapa inolvidable de nuestras vidas, emparentadas por la pasión por unos colores y una camiseta, símbolos de un "romance" de los verdaderos y para toda la vida.
Y es que, conociéndolo personalmente, algunos más y otros menos, pero fundamentalmente, a fuerza de gritos de gol y proezas dentro de una cancha, durante 19 años, Damián Akerman se convirtió en mucho más que el goleador histórico del club y el que más veces defendió nuestra casaca, para erigirse en parte de los afectos más entrañables "puertas adentro" de nuestra casa, como un familiar de los indispensables o un amigo de los de "fierro", para pasar a ser simplemente "Damián", de un modo que no hiciera falta aclarar a quién nos referimos.
Rodeado de un marco imponente, en un estadio donde pasarán los años y las generaciones y seguirán resonando en sus rincones, algunos de sus goles más emblemáticos, como aquel número 150, frente a "Comu" y en el día de su cumpleaños, en 2017, en su último regreso al Gallo para salir campeón y "cancelar" una deuda personal "pendiente", Damián Akerman se despidió de su "gente", dentro y fuera de la cancha, abrazado a sus madre, acompañado de sus hijas mayores y con las más pequeñas "a upa", al igual que su nieta, porque nuestro ídolo ya es abuelo, como muchos de nosotros mismos ya somos padres y algunos también "nonos", desde marzo de 2003 a hoy, lapso durante el cual la vida familiar de Damián y las nuestras se mezclaran y fusionaran de tal manera, sin proponérselo uno ni otros, hasta hacer desaparecer la "barrera" posible entre el ídolo contemporáneo y su "feligresía".
Claro está, que buena parte del eco de esos rumores de felicidad y los "Ole olé olé olé, Damián, Damián" posteriores a cada grito de gol, antes de julio de 2013, es posible escucharlos bien tarde, cuando el silencio de la noche agudiza los sentidos, si somos capaces de cerrar los ojos y apelar a la memoria emotiva, en la entrañable esquina de Brown y La Roche, donde comenzara el idilio para todo la vida, de Damián y cada uno de nosotros.
Es más, al influjo de la emoción de esta tarde nostálgica de septiembre, con los párpados apretados por los recuerdos y las lágrimas, es posible volver a "ver" los dos gritos a San Telmo, cuando se "recibiera" de "histórico" y superada a Atilio Romagnoli, gloria de los '80, como máximo artillero del club, o quizá el más hermoso de todos, a Estudiantes de Buenos Aires, en una acción entre futbolera y "circense", o en una sucesión cinematográfica, cada "recorte" de derecha al centro, para sacar ese "latigazo" diestro, que "explotara" la redes ajenas y las gargantas propias.
O los anticipos goleadores de cabeza, propios del "pequeño gigante", formado en la escuela futbolísta de Newell's, pero en la "picardía" de las calles vacías de La Porteña, a la hora de la siesta cordobesa.
O los tiros libres, como frente a Instituto de Córdoba, en San Juan, o los penales en los 90' o definiciones, tal el caso con San Lorenzo, en cancha de Platense, ambos por "Copa Argentina".
Pero siempre presente, en las alegrías, como en las frustraciones (ni vale la pena aclarar a cuál nos referimos), mientras continuamos con los ojos cerrados y llenos de lágrimas, del mismo modo que nos advierten cuando elegimos a alguien para toda la vida, "en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad...".
Se despidió Damián y a todos se nos "estrujó" el corazón y se nos hizo un nudo en la garganta, que a duras penas nos permite escribir estas líneas, imposibles de intentar trasladar a palabras.
Ojalá, más allá de la nostalgia que seguro debe haber invadido al ídolo, haya podido disfrutarlo, como nosotros disfrutamos y fuimos felices en una cancha, gracias a él y con los colores que amamos, en los últimos 19 años.
Porque ahora es tiempo que el ídolo disfrute, de su paso inexorable al selecto grupo de las "leyendas" populares, mientras el Damián de "a pie", el vecino humilde y sencillo de su Morón por adopción, al que podés cruzar y pedirle una foto en cualquier momento y lugar, ponga a descansar su traje de "superhéroe" para encarar una nueva etapa de su vida personal, amparado por el amor de su familia biológica y el cariño inmenso de todos aquellos que no somos "familia", pero desde siempre nos sentimos como tales.
Y también hubo un partido de futbol, en el que Morón mereció mejor suerte frente a Independiente Rivadavia de Mendoza, pero pese a ponerse en ventaja (con una definición "akermaniana" de Mateo Levato) y sufrir el empate en un descuido, todo en el primer tiempo, en el complemento, de no mediar la figura excluyente de Jorge De Olivera, arquero de "La Lepra", el Gallo debió quedarse con los tres puntos, pero el "1" visitante se interpuso, en cuatro o cinco situaciones claras de gol, para que el triunfo del Gallito completara la fiesta.
A partir de ahora... A "seguir viviendo sin Damián".
@elgallogustavo.
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