Y mientras algunos se entretienen con la “regla”,
midiéndosela para comprobar quién “la tiene más larga”…, nos están conduciendo
lenta y agónicamente, derecho a la “C”.
Uno sobre doce…, ni Carlos Bianchi podría soportarlo sin dar
un paso al costado o sucumbir en su puesto ante las presiones dirigenciales.
Sin embargo, en el Morón de “estamos mal, pero vamos bien” todo es posible,
hasta que un entrenador sea ratificado por “unanimidad”, tras tres derrotas
consecutivas, en peligro inminente de volver a caer en zona de descenso.
Claro que, primero, habría que clarificar qué significa
exactamente “unanimidad”, en este “Mundo Morón” tan alejado de las verdades y
lógicas futbolísticas, como lectoras de la revista “Cosmopolitan” , puestas a
dirimir las debilidades y fortalezas de un plantel profesional de la “B” Metro.
Es decir, si por “unanimidad” entendemos un total y unívoco
acuerdo, en relación a la continuidad y respaldo de un proceso cuestionado
desde hace tiempo, pero de “uno sobre doce” posibles, en la recta final de un
semestre definitorio entre el Cielo y el Averno; sobre lo que podríamos
disentir respecto a la fortuna y oportunidad de la decisión tomada en conjunto,
pero que en definitiva deberíamos aceptar, en el marco de la democracia delegada
en materia de decisiones institucionales.
O, por el contrario, si por “unanimidad” ha de intuirse la
resolución errática, empecinada y personalista de un único y decisivo actor,
avalada y legitimada por el silencio pusilánime, falto de compromiso o interesado
de sus pares de directiva, bajo el concepto erróneo de un falso “sentido de
cuerpo”, malinterpretando al debate interno y la divergencia pública como
signos de debilidad política, hacia un afuera nervioso y hasta hostil (no sin
justa razón, convengamos…), siempre sospechado de operaciones subterráneas y
oscuros complots e intrigas desestabilizadoras, máxime en presencia de un año electoral
en lo institucional.
Cierto es que, en defensa de ese “uno sobre doce”, avalado y
respaldado por “unanimidad”, debe contemplarse el “amor a la camiseta”, la
filiación de hincha y los orígenes de “hombre de la casa”, que han de alcanzar
en el intento de justificarlo todo; aunque en el mundo real, es decir, fuera de
este Morón “Cosmopolitan”, ni Carlos Bianchi lo resistiría en lo personal, ni
mucho menos se lo permitirían desde la propia dirigencia.
Una directiva con historia reciente en materia de
sostenimientos irracionales de procesos fenecidos y sepultados hace rato,
visibles para todo el entorno, menos para los encargados de tomar las mejores
decisiones a tiempo, con el consecuente resultado de campañas paupérrimas,
planteles costosísimos (en especial, en la relación “costo-beneficio”, de
remuneraciones y puntos obtenidos), sueldos hipertrofiados para la tercera
categoría del fútbol vernáculo, presupuestos altísimos y a la larga
deficitarios, cuyo costo termina siempre afrontado por el apasionado bolsillo
del socio…y por si fuera poco, el incendio sistemático e innecesario de ídolos
de otrora, prendidos fuego “a lo bonzo” por carecer unos y otros, del sentido más
elemental de la oportunidad para dar un paso al costado, o plantear un “adiós
inteligente de los dos”.
Es que, para que eso suceda, resultaría menester que los
involucrados renunciaran a mediarse sus “miembros” todo el tiempo, en una
malsano juego de poder, tan insensato, como ajeno a los intereses de la
institución, para lo cual y previamente, deberían colocar un dique de
contención a sus ambiciones y egos desbocados y fuera de control.
Juego peligroso, cuando en el fútbol mandan los resultados y
ellos indican que el equipo ha cosechado “uno sobre doce” posibles, en el tramo
final de un semestre crucial para la vida futbolística del Deportivo Morón, a
un triste paso de la primera “C”, división en la que militáramos por última vez
(y que abandonáramos para nunca más volver), en 1980; claro que por aquellos
días, esa vieja primera “C” constituía la tercera categoría del fútbol
argentino, y no la cuarta, como ahora, y desde la creación de la “B” Nacional.
Quizá, haya que explicarles más claramente, a aquellos que
sostienen el “uno sobre doce” y más tarde ratifican el rumbo (¿?) por
“unanimidad”, que la primera “C”, con la cual el Gallo coquetea en este
decisivo semestre de su rica historia, constituye el “certificado de defunción”
del fútbol tal cual lo conocemos sus dolientes socios y sufridos hinchas, ya
que profesionalizada recientemente, a medias y
“de prepo” por la
Asociación del Fútbol Argentino, dicha divisional plantea
varios interrogantes y muchas más amargas certezas.
Por ejemplo, el descenso al Averno de la “C”, significaría
el retiro casi total del sponsoreo con el que cuenta hoy la institución, puesto
que se trata de una categoría sin demasiado interés comercial, al carecer de
transmisión por televisión. Al mismo tiempo, por lo expresado precedentemente,
desaparecerían los aportes económicos devenidos de los derechos de televisación
y con ellos, no menos del noventa por ciento del actual plantel profesional, al
no poder afrontar los sueldos “inflamados” que abona desde hace bastante tiempo
la institución.
Y algo aún peor, deberíamos preguntarnos cómo habríamos de
solventar los costos operativos y de mantenimiento de nuestro nuevo y moderno
estadio, salvo que alguno haya pensado ya, en municipalizarlo aún más, con tal
de hacer frente a los gastos de un Nuevo Francisco Urbano que, hermoso y
funcional tal cual es, habría de transformarse sin embargo, en una suerte de
“elefante blanco” en la primera “C”.
Para mayores datos, podría consultársele a la gente de
Deportivo Español y su “Estadio España”, o de Sportivo Italiano, San Telmo, San
Miguel y, sin dudas el caso más emblemático, por lo esclarecedor y traumático:
El Porvenir. Club que, no por casualidad, ha sucumbido tras 33 años de
presidencia de un tal Enrique Merellas, amigo personal del presidente de la AFA y con afinidades y
similitudes con algún que otro dirigente de Morón, de vitalicia permanencia al
frente del fútbol profesional.
En definitiva y tras la ratificación por “unanimidad” del
“uno sobre doce”, justificado en el sentimiento y la filiación de hincha,
aunque deportivamente a un paso de un retroceso de 34 años, quizá sería dable
esperar que “nos quieran un poco menos”, pero que actúen y se comporten con
bastante más profesionalidad.
Ocurre que, en este Morón “Cosmopolitan”, tan alejado de la
lógica y las verdades futbolísticas, todo es posible, mientras algunos se
entretengan con la “regla”, para comprobar quién "la tiene más larga”.
Y sabido es que, en definitiva, más importante que el
tamaño, resulta la capacidad y habilidad a la hora del uso…, del cerebro
humano.
Ojalá se rijan por él y nos conduzcan por el camino
correcto.
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