En efecto, últimamente en nuestro convulsionado “nuevo”
club, nos estamos acostumbrando a hablar de la “mala onda”, a la hora de buscar
razones a un bajón anímico o futbolístico del plantel profesional, que parecen
más propios de una explicación esotérica de una mala racha, que intentar seria
y responsablemente, bucear en las verdaderas razones tácticas o emocionales de
una debacle individual y colectiva.
Habituados sí, al recurso de la “mala suerte”, como subterfugio
para no asumir responsabilidades propias y ajenas, en la mala hora de cualquier
equipo, la incorporación de la noción de la “mala onda”, parece ir un paso más
allá en el perfeccionamiento de dicho dislate, con muy pocos o casi nulos
antecedentes en el contexto del deporte a lo largo del orbe.
Vanguardista si lo hay, la “mala onda” o “negativismo” como
concepto justificativo de yerros tácticos, fracasos deportivos o impericia para
conducir grupos humanos, en materia de deportes profesionales y competitivos,
nos remite necesariamente a la figura excéntrica y hasta divertida (salvo para
los franceses) de un tal Raymond Domenech, un ex futbolista y entrenador galo,
de origen español, que dirijese a la Selección Nacional
de Francia entre el 2004 y el 2010.
Polémico en sus decisiones, y evasivo hasta lo agresivo en
la conflictiva relación que mantuviera con la prensa deportiva francesa, don
Raymond Domenech, supo entrenar al siempre candidato en la previa, seleccionado
galo, con una innovadora combinación de ideas tácticas y concienzudos estudios
astrológicos.
De esta manera, ex jugador con tan sólo ocho partidos
vistiendo “Le Blue” y dudosos antecedentes como director técnico, Domenech
asume sorpresivamente al mando de la Selección de Francia, en la inesperada decisión
de una remozada dirigencia del fútbol galo, con la intención de “borrar” los
malos resultados obtenidos por la escuadra nacional, durante la “Eurocopa de
Grecia 2004”
(eliminada en cuartos de final, bajo la dirección técnica de Jacques Santini).
Con el primer desafío de la Copa del Mundo, “Alemania 2006” por delante, el “bueno”
de Raymond, vanguardista en lo suyo y astrólogo de pasatiempo y pasión, echaría
mano de los astros y las “cartas natales” para la conformación del plantel que
disputaría el mundial en terreno teutón, antes que de los rendimientos y
antecedentes futboleros de las principales figuras del fútbol galo, diseminadas
por las principales ligas del mundo.
De esta manera y en una de sus decisiones más polémicas, Domenech
excluiría a Ludovic Giuly y relegaría al banco de los suplentes, durante casi
toda la cita mundial, a nada menos que David Trezeguet, uno de los delanteros
más destacados a nivel mundial y que venía de ganar dos torneos consecutivos de
liga italiana con la Juventus,
y de salir segundo entre los goleadores de la temporada 2005/2006, con 23 goles
(títulos que, más tarde, les fueran revocados a “La Vecchia Signora” como
consecuencia de las denuncias sobre manipulación de partidos y resultados, con
el consiguiente descenso a la
Serie “B”).
Ya en Alemania y sin ningún empacho, Raymond daba cuenta
ante los medios de las razones que motivaban sus extrañas y cuestionadas
decisiones tácticas, siempre justificadas en el signo zodiacal de cada jugador,
su ascendente y la alineación circunstancial de los planetas “regentes” ante
cada ocasión, argumentos que determinaban la ausencia de figuras mundiales de
la talla de Trezeguet y su reemplazo por otros players del plantel, con mejores
augurios astrológicos, dado el “paso de Saturno por Mercurio, para el caso de
los nacidos bajo el signo de Cáncer”, en desmedro de aquellos cuya fecha de
nacimiento los “condenaba” indefectiblemente a convivir con una “mala
estrella”, por “la influencia negativa de Júpiter para los acuarianos y sagitarianos”…,
o algo por el estilo (¡!).
Para no extendernos demasiado, aunque la figura desmesurada de
Raymond lo ameritaría, en 2006 los “astros” habrían de acompañarlo tras una
clasificación en primera ronda “por la ventana”, pero arribando a la final de
un más que mediocre mundial, y en buena medida gracias a la actuación descollante
de Zinedine Zidane (sin importar su signo zodiacal), con caída frente a Italia,
recién en los penales, en el encuentro de la recordada expulsión del propio
Zidane por un cabezazo en el pecho a Marco Materazzi, con el arbitraje de
Horacio Elizondo.
Más tarde, evidentemente los astros habrían de abandonar a
Raymond Domenech, con la eliminación del representativo francés en los cuartos
de final de la “Euro 2008”,
apabullado por la superior técnica y táctica de una Holanda que lo pondría en
ridículo por 4 a
1. Hasta llegar a un nuevo mundial, por una segunda insensatez de la máxima
dirigencia del fútbol galo, donde “Le Blue” se despediría con mucha pena y nada
de gloria en la fase de grupos de “Sudáfrica 2010”, no sin antes dejar su
“marca astrológica” en la conformación del equipo, con la desafectación a
última hora de Karim Benzema (delantero del Real Madrid) y las pocas chances
dadas a Nicolás Anelka, por razones “astrales” idénticas a las que, cuatro años
antes, relegaran las posibilidades de Trezeguet. De vuelta en Francia, en medio
de un mar de críticas, “la estrella” de Raymond se apagaría definitivamente, al
ser despedido del cargo en septiembre de 2010 y reemplazado por Laurent Blanc
(de muchísima más trayectoria que ocho cotejos en su etapa de jugador de
selección).
En definitiva, y salvo que el entrenador de nuestro Gallo
haya resultado un hijo dilecto del referido Domenech, de cuyo paradero hoy se
desconoce, aunque se presume que estaría “tirando las cartas” y “leyendo runas”
en algún suburbio parisino, por lo menos para nosotros, resultan tan
incomprensibles como seriamente inadmisibles las justificaciones amparadas en
un supuesto “estado de mala onda o negatividad”, que generaría un sector de la
prensa partidaria y hasta buena parte de los plateístas de la “Filiberto
Ferrante”, para no hallar verdaderos argumentos futbolísticos que expliquen el
tremendo bajón por el que actualmente atraviesa el Deportivo Morón.
Tal vez, en los inesperados y espasmódicos cambios de Matías
Villavicencio por Ariel Berón (una de las figuras de la defensa y del equipo en
su conjunto, en lo que va de la temporada) y, a la fecha siguiente y tras la
paupérrima (y preanunciada) actuación del ex Independiente, la misma
modificación pero a la inversa (y en el último de los casos, con el mismo
Villavicencio fuera de los dieciocho convocados), habría que intuir razones de
orden astrológicas o estelares, que justifiquen tamaños “desaguisados” tácticos,
más tarde no asumidos públicamente, más allá del precitado estado de “mala
onda” que se genera desde el afuera y, según el propio DT, condicionaría el
ambiente, la cabeza y los botines de jugadores profesionales, algunos como
Villavicencio, con largos y exitosos recorridos dentro de las diferentes
categorías del fútbol argentino.
Como sea, “la mala onda” o “el negativismo” han de resultar
conceptos nuevos y recurrentes, a los que deberemos acostumbrarnos aún de mala
gana y sin convencimiento, en la lamentable ausencia de explicaciones futbolísticas
comprometidas, que justifiquen las razones tácticas de decisiones discutidas y
resistidas, y sin embargo repetidas.
En cualquier caso y ante la incertidumbre de aquello que nos
deparará el futuro cercano, habrá que indagar en qué suburbio parisino atiende
don Raymond Domenech, para consultar en sus “cartas astrales” y sus
“alineamientos estelares”, los motivos de una crisis futbolística que, desde
nuestro cuerpo técnico, públicamente se adjudica a determinadas “fuerzas
ocultas”, como la “mala onda” de la prensa y de cierto sector de la parcialidad
el Gallo.
Excusas o no, amigo lector, le pedimos encarecidamente que
se abstenga de criticar (más allá de lo que vea y le duelan los ojos y el
corazón), porque estaría colaborando inconciente e insensatamente con este
“estado de mala onda”, que tanto mal nos hace, maniatándonos los pies dentro de
la cancha y nublándonos las ideas al borde de ella.
Seamos “positivos” y responsables, por el bien de Morón y
del recuerdo insólito de don Raymond Domenech.
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