viernes, 8 de agosto de 2014

Siempre tenemos a Akerman.


Y tras un “eterno” receso invernal, que sin lugar a dudas podría ingresar en el “Libro Guinnes de los Récords”, el tiempo de las conjeturas se terminó para dar lugar, con el primer rodar (o intento de hacerlo) de la pelota, en el inicio formal del Torneo de Transición 2014, de la primera “B” Metropolitana, denominado oficialmente “Osvaldo Héctor Guerra”, en merecido homenaje al desaparecido periodista “emblema” del fútbol de ascenso.

Al cabo de una pretemporada con un plantel prácticamente nuevo (se alejaron una veintena de jugadores y llegaron 16 refuerzos, que en las próximas horas podrían ampliarse a 18), eran muchas la dudas que, a priori, generaban el acople de tantos nombres de jerarquía, además del funcionamiento de un sistema táctico, tan ambicioso como riesgoso, con tres volantes y otras tantos delanteros en cancha.

En este sentido, con sólo quince minutos de juego efectivo, todas nuestros interrogantes en la previa, tendrían su correlato con la complicada y preocupante imagen inicial, que manifestaría el conjunto en aquél primer cuarto de hora.

En efecto, un línea de fondo divorciada del mediocampo, y con mucho terreno entre líneas para que los volantes visitantes ganaran fácilmente las espaldas de nuestro doble cinco, sumados a la ausencia de volantes externos (el debut de Nahuel Fonseca resultó muy flojo, con mucha liviandad en la marca y poco atrevimiento en ofensiva), presagiaban los fantasmas más oscuros de los peores momentos futbolísticos, esbozados durante el desarrollo de algunos de los amistosos de pretemporada: esto es, que de no alcanzar un gran rendimiento del doble cinco, conformado por Cristian Lillo y Damián Toledo, la última línea del Gallo estaba destinada a sufrir y mucho.

Y así ocurriría en ese primer cuarto de hora, donde Nicolás Gásperi (el más parejo y de mejor rendimiento, durante los ’90 de juego) debió salir a los costados y bien lejos, en especial sobre el flanco izquierdo, para recomponer los errores repetidos de un flojísimo Emiliano Mayola. Sabido es que, en opinión de Salvador Pasini, el titular del lateral izquierdo es otra de las incorporaciones, es decir, Gastón Montero, y con la más que pálida actuación del debut, el propio Mayola le estaría dando la derecha al cuerpo técnico.

Precisamente por esa vía y en aquellos minutos iniciales de campeonato, el “Tricolor” hallaría el carril más fructífero para complicar a la defensa del Gallo, a partir del estacionamiento del “inoxidable” Maximiliano Castano, quien junto a Damián Arce, hallarían los espacios y las facilidades en la marca, para llegar hasta los dominios del retornado Sebastián Darío Peratta.

En beneficio de Mayola, podríamos argumentar que, si bien su desempeño fue de paupérrimo para abajo, tampoco contaría con colaboración alguna por su sector, puesto que ni Lillo, ni Toledo (visiblemente disminuido en su juego, por un decisión táctica desacertada de incluirlo entre los once, no hallándose al ciento por ciento), jamás habría de recostarse por ese flanco para ayudar en la marca o, por lo menos, ocupar espacios para disuadir las continuas y punzantes proyecciones rivales.

Por el flanco opuesto, resultaría bueno el aporte de Rodrigo Lemos, clausurando su lateral en defensa, aunque con poca participación en ofensiva, en especial durante ese primer tiempo. Para completar la labor de la última línea, el trabajo de Ariel Otermín fue menos que discreto, con problemas de perfil y en el destino de los rechazos.

En la línea media, con un Damián Toledo disminuido en lo físico y también en lo futbolístico, carente de “sintonía fina”, tanto en la marca como en los pases, Cristian Lillo amanecería perdido en el campo de juego, para ir ganando en confianza y ubicuidad con el correr de los minutos, constituyendo uno de los factores silenciosos aunque efectivos, para emparejar las acciones y comenzar a hacer pie en el partido.

Claro que, con un Nahuel Fonseca inexpresivo, tal cual lo referido, los tres delanteros habría de pasar prácticamente inadvertidos, hasta los ’30 del primer tiempo, en el que una buen incursión de Cristian Román Yassogna (hasta allí el más movedizo de los puntas y de correcta presentación, a lo largo de los ’90), haría recordar a los presentes (dirigentes y allegados, por hallarse suspendido el Nuevo Francisco Urbano), de la existencia en el terreno de juego de nuestros puntas.

De este modo, sin un interlocutor válido, capaz de generar juego para habilitar con ventaja a los delanteros, lo de Morón en ese primer tiempo resultaría flojísimo en todas las líneas, sin fútbol ni peso ofensivo.

Por si fuera poco, el campo de juego del Nuevo Francisco Urbano exhibiría credenciales y demostraría con crudeza, en el final del primer tiempo, que el verde un poco más vistoso superficial, no se condice con ninguna mejora sustantiva en su verdadero estado, lo cual sufriría en carne propia uno de los refuerzos de más nombre, como Leonel Altobelli, quien luego de pisar mal, a consecuencia de un pozo, debería abandonar el campo de juego con inequívocos signos de dolor por su tobillo izquierdo.

A esa altura, el empate parcial constituía un premio excesivo para una muy pobre labor colectiva, que bien pudo (y mereció) finalizar con triunfo parcial de la visita, de no mediar los reflejos del “Flaco” Peratta y la sólida tarea defensiva de Gásperi, sin olvidar la colaboración inestimable del travesaño y la escasa puntería de los delanteros rivales.

Ya en el complemento y con los ingresos de Mariano Martínez por el lesionado Altobelli y de Gerardo Martínez en lugar de Fonseca, el Gallo comenzaría a ganar en posesión del balón e intentaría arrimar algo de peligro, al arco de un extrañamente tranquilo, Nicolás Peranic. Sin embargo, hasta los ’20 del complemento el partido conservaría la tonalidad de juego inicial, con un dominio territorial y de balón del “Tricolor”; nuevamente privado de cualquier desnivel por su inoperancia ofensiva y falta de puntería, en un inusitado acto de indulgencia y “gentileza” futbolera que, difícilmente en el futuro inmediato del presente torneo, haya de repetirse con otros equipos y otros delanteros de mayor categoría y eficacia individual.

Hasta que a los ’24 del complemento, y en su primera intervención franca, de cara al arco contrario, el mejor “refuerzo” desde hace una década (en tres períodos diferentes), encarara a los centrales visitantes y tras deshacerse con facilidad de ambos, despachara un bombazo incontrolable de derecha, con destino al ángulo superior izquierdo del arco que da a la cabecera, “Virgilio Machado Ramos”.

Así las cosas y en su primer disparo al arco, Damián Emilio Akerman ponía en ventaja al equipo de Pasini, lejos de los merecimientos futbolísticos, pero cerca de las capacidades individuales del mejor jugador de Gallo, de todos los tiempos.

Con el resultado impensablemente a su favor, Morón habría de afianzarse un poco más en la cancha, apostando a alguna contra para liquidar el pleito. Para lo cual el “Tano” dispondría el debut como profesional del juvenil colombiano, Víctor Argüelles, en reemplazo de un incisivo y prometedor Yassogna.

Sin embargo, los de Néstor Rapa, obligados a redoblar la búsqueda en procura del empate, comenzarían a apretar aún más contra el arco de Peratta, generando un par de jugadas con zozobra para la última línea del Gallo, incluyendo la salvada providencial de Nicolás Gásperi, casi sobre la misma línea de gol, luego de un remate cruzado de Maxi Castano.

En tiempo cumplido y cuando todos en el Nuevo Francisco Urbano, así como desde sus hogares o trabajos, solicitaban la hora al “inolvidable” Ignacio Lupani, aparecería nuevamente ese “monstruo sagrado del gol”, de origen cordobés y con destino al bronce, para “limpiar” otra vez a la zaga visitante, y liberar un segundo latigazo, bajo y certero sobre el poste izquierdo de Nicolás Peranic; para sellar el resultado final de 2 a 0 y recordar una vez más que, año tras año podrán traer cientos de “caras nuevas”, ante cada temporada que se inicia, aunque la mejor “incorporación” estará siempre en casa y se llamará por siempre: Damián Emilio Akerman.

No sin sobresaltos y por momentos jugando más que mal, el Gallo pudo cosechar sus primeros tres puntos en el campeonato, algo fundamental en cualquier torneo, pero máxime en el actual de “Transición”, de apenas cuatro meses; para al mismo tiempo y como bien suelen decir los protagonistas, procurar subsanar los errores cometidos, en el trabajo diario de la semana, anclados en la tranquilidad de los triunfos y los buenos resultados.

Otra ilusión ha sido puesta en marcha, con una importante victoria inicial frente a Almagro. Merecimientos al margen y con mucho por corregir, el material está disponible y sólo hace falta ensamblar correcta y aceitadamente los engranajes de la maquinaria.

Y no nos olvidemos que, por su fuera poco…, siempre tenemos a Akerman.


Gustavo Adrián Requelme.

                              Foto: Osvaldo Abades (h).

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