miércoles, 28 de agosto de 2013

Tres puntos…, suspensivos.



Si algo necesitaba el Deportivo Morón, al cabo de una semana más que convulsionada en lo institucional (tal vez, la más crítica desde el advenimiento de la actual gestión Spina), era sin dudas de un poco de paz. Y en los clubes como el Gallo, que viven, sienten, respiran y se autodestruyen al ritmo de una pelota número cinco oficial, nada mejor para calmar un poco los crispados ánimos, que el viejo bálsamo de un triunfo dentro del campo de juego.

Y no por “exitistas”, como muy desafortunadamente minimizara el descontento y la angustia generalizada, el propio presidente de la institución, ante los micrófonos colegas de “La 94 Sport”, sino por imperio de la historia de un club grande, que va muchísimo más allá de los últimos 23 y aciagos años, en materia de logros deportivos, y por la necesidad de sumar puntos, lo antes posible, ante el “infierno tan temido” de un promedio que acecha y la posibilidad cierta de un descenso de categoría, que significaría un retroceso institucional y deportivo de más de tres décadas.

En efecto, tras un semana con renuncias y amagues de otras tantas, sumados a un pase de facturas en voy muy alta y bastante malos términos, cuestionamientos “larvados” y acallados durante todo este año y medio, a consecuencia de conducciones autocráticas, propiciadas por acompañamientos pusilánimes, interesados y/o cómodos; en lo estrictamente futbolístico, un Morón sin rumbo y con una sola unidad sobre nueve posibles, más la anemia goleadora de cero tantos al cabo de 270 minutos de pocos y malos intentos, hacían presagiar un pronto adiós de Mario Grana, a su cargo de responsable técnico del conjunto, atentos también a un muy mal promedio de efectividad, que acarrea este mismo proceso desde fines de temporada pasada, que apenas roza el 25 por ciento de los potenciales puntos.

Con estos telones de fondo, y la queja lógica y generalizada en los socios y simpatizantes, potenciadas y multiplicadas en su voz y descontento, por esa tribuna virtual y democrática que constituyen las redes sociales, este equipo del Gallo que apenas había insinuado una leve mejoría, en los segundos 45 minutos de la derrota ante Platense, debía jugarse buena parte del crédito para con ellos y el técnico que los escogió y los trajo, debatiéndose entre sus propios temores, nervios y dudas, y nada menos que en el mismo Nuevo Francisco Urbano, de acuerdo al desarrollo del cotejo y el devenir del resultado, potencialmente una auténtica “caldera del diablo”.

Como ya nos tiene acostumbrados, de entrada, el trámite del encuentro frente a Barracas, le resultaría esquivo y cuesta a arriba, tanto es así que, a pesar de una disposición táctica más ofensiva, con tres en el fondo y el ingreso de Ezequiel Cérica para acompañar en ofensiva, a un Damián Akerman visiblemente disminuido en lo físico (por el doloroso trauma intercostal que sufriera en el debut, ante Los Andes), pero en cancha por mero amor propio y a la camiseta, no podría siquiera acercarte, más allá del borde mismo del área visitante, hasta los once minutos de esa primera etapa.

Pero esta vez, y tras algún sofocón en el área propia, siempre bien conjurado por el inmenso “Chiche” Migliardi, la fortuna le haría el primer guiño de la temporada al Gallo y por extensión, al destino más próximo de Mario Grana, puesto que en el primer córner, sobre los quince del primer tiempo, un gran ejecución de Gerardo Martínez, se la pondría en la cabeza a Emiliano Mayola, para que de pique al piso, venciera la resistencia de Elías Gómez, para desatar el grito de gol ahogado en las tres recientes fechas y, al mismo tiempo, inscribir con letras de molde al propio lateral izquierdo del Gallo (más allá de lo que ocurra con él, al cabo de la presente temporada), al erigirse en el autor del primer tanto oficial en el Nuevo Francisco Urbano.

Con el uno a cero a favor, el Deportivo Morón no lograría bajar su nivel de nervios y de desfasaje en su aceleración, pero ante el necesario adelantamiento de las líneas rivales, hallaría los espacios jamás encontrados en jornadas precedentes, para generar un par de opciones de gol tan claras, como mal resueltas en los metros finales.

A partir de un gran primer tiempo de Gerardo Martínez, eje y conductor del equipo, de un mediocampo más combativo y solidario, con Hernán Parentini colaborando en la marca con Martín Granero, y el propio Ezequiel Cérica muy activo en los últimos metros, más el aporte intermitente de Gastón Sánchez, siempre mostrándose como opción de pase y vacío por el costado derecho; el Gallito generaría en veinte minutos de juego, más que en los 270 anteriores, que de no ser por las malas decisiones adoptadas en la puntada final o la defección a la hora del remate al arco, hubiesen conducido a una diferencia más amplia y justa en esa primera etapa que, a la sazón, nos hubiese ahorrado a todos, dentro y fuera del campo, unos cuantos sustos y dolores de pecho.

Ya en el complemento, con algunos de estos puntos altos referidos, cansados por el trajín y la aspereza del encuentro, permitida por un Ignacio Lupani que debió haber expulsado a algún exaltado volante visitante, y con el agregado de un goleador histórico aún en cancha, aunque por lo que significa dentro de la misma, tanto para propios como extraños, al mejor estilo simbólico del “Cid Campeador”; el Deportivo Morón retrocedería considerablemente en el terreno y allí volverían a manifestarse los graves problemas de una última línea que, ante cada centro cruzado sufre y mucho, porque jamás encuentra las marcas rivales, con la única excepción del gran partido protagonizado por Ariel Berón, quien como líbero, diera solución a muchas de las desatenciones y errores conceptuales en la marca de sus compañeros de zaga, mostrándose claramente como el mejor zaguero con que cuenta este Morón, y que por ello, no puede faltar jamás en esa más que endeble y dubitativa última línea.

Sin ser un dechado de virtudes, ni mucho menos, el ordenado conjunto de Juan Carlos Kopriva, en esa segunda parte arrimaría un par de veces con mucho peligro al arco de Migliardi, algunas contenidas por el “uno” y en otras salvadas por una fortuna nuevamente de nuestro lado, sin mencionar los dos goles anulados a la visita (uno en cada tiempo), en la cancha y sin haberlos revisado luego, en apariencia bien sancionados.

Con el pitazo final y el desahogo definitivo de las miles de almas que se sobrepusieron a un noche más que gélida y a un equipo que prometía poco y nada en la previa, el conjunto de Mario Grana accedería a su primera victoria en la presente temporada y, con ello, a esa necesaria paz, para poder encarar sin tanta zozobra lo que se avecina en lo inmediato, que no es otro que el clásico ante Nueva Chicago, en Mataderos, el próximo sábado 31 del corriente, desde las 13 hs., televisado por TyC Sports y con el arbitraje de Nicolás Lamolina.

Desde lo futbolístico, debe admitirse que el equipo mejoró respecto de las presentaciones anteriores, pero fundamentalmente desde la actitud y la entrega dentro del campo, aquello que había brillado por su ausencia, para desagradable sorpresa de todos, hasta los segundo 45 de la derrota frente al “Calamar”, en Vicente López. Por lo demás, poco más para destacar, más que algunas actuaciones individuales ya referidas, aunque aún muy lejos de una actuación colectiva, no ya para entusiasmar, pero siquiera para tranquilizar.

De lo que ocurra en el “República de Mataderos”, el sábado venidero, dependerá en buena medida, tanto la suerte definitiva del cuerpo técnico, como la adquisición de alguna certeza mayor, sobre si se trató del comienzo de una recuperación esperada y necesaria, o por el contrario, de un triunfo aislado y valorable en lo matemático, pero sin un correlato desde el rendimiento.

Desde luego que todos somos conscientes que hoy, el Gallo no está para jugar bien, sino para sumar la mayor cantidad de puntos posibles. Pero no menos cierto es que, si el rendimiento no mejora, la fortuna no estará probabilísticamente de nuestro lado, durante toda la temporada.

Por el momento, son tres puntos…, suspensivos.

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